Mis motivos para colaborar con Opuslibros

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Autor : EscriBa

“Grande es el asunto, el debate grave,
la lucha violenta avanza. (...)

En efecto, lo que tengáis los dos para disputar,
decidlo. Atacad, despojad
tanto lo antiguo como lo nuevo,
y atreveos a decir algo sutil y sabio.”

[Las Ranas, Aristófanes. Intervención del coro de los iniciados VV.1099,1100,1106-1109].

Queridísimo Oráculo:

Para mi también es motivo de gran alegría ver como mi escrito Las tres generaciones de supernumerarios españoles está siendo útil a otras personas. Te agradezco profundamente tus palabras de felicitación, te transmito todo mi afecto y mi admiración por el trabajo que estás desempeñando en busca de la verdad liberadora. De todo corazón te felicito por el caritativo servicio que estás prestando a la Iglesia y a la sociedad. El modo de proceder que seguí para redactar ese escrito obedece al deseo de desentrañar los planteamientos que se hace el gobierno central de la Obra, qué criterios de actuación ha diseñado el Opus Dei para afrontar su situación actual. A partir de evidencias y de indicios construir una teoría factible que nos permita conocer la estrategia global actual que el gobierno de esta institución quiere llevar a término para conseguir sus objetivos ‘apostólicos’ de supervivencia.

El pecado de soberbia del Opus Dei, mi motivo para colaborar con Opuslibros

Las reflexiones íntimas que has compartido con todos nosotros son muy reveladoras y evidencian la divinización institucional de la Obra, tan desagradable a los ojos del Señor. Estos pensamientos tuyos son los mismos que rondaban mi cabeza en medio del ambiente triunfalista que inundó al Opus Dei tras la canonización de Escrivá. Las jornadas en torno a la canonización del fundador fueron para mi de gran desazón y angustia espiritual. Mi angustia nacía de constatar como cada vez más intensamente se utiliza la Voluntad de Dios como coartada para justificar todas las decisiones de gobierno. El modo en que, efectivamente, el Opus Dei se desentiende de buscar el sendero por el que Dios desea que transite y se erige en “maestro de si mismo”...

El voluntario encerramiento del Opus Dei, que equipara e identifica su maquinaria burocrático-institucional con la divinidad, es el que le hace tan similar a una secta destructiva. La Iglesia, para la Obra, pasa a ser un organismo muerto donde poder desarrollarse tomando lo que necesite en beneficio propio. La Iglesia es el humus que nutre al Opus Dei y no tiene derecho a saber nada, puede y debe ser engañada y vejada. Sin ninguna moral ni límite porque, para el Opus Dei, él mismo se ha convertido “la medida de todas las cosas”.

Según la mentalidad de los jerarcas de la Obra, el Opus Dei no tiene que someterse a nadie, la Iglesia no tiene autoridad suficiente sino que sólo este dios suyo, hecho institución en el Opus Dei, puede decidir y definir lo bueno y lo malo.

El espíritu que mueve al Opus Dei, no es el Espíritu de Dios, las decisiones de gobierno no se orientan buscando el querer divino y sólo se recurre a Él a la hora de revestirlas de autoridad ante sus miembros. Esta escandalosa divinización de lo institucional, que convierte en el máximo absoluto al propio Opus Dei, es el motivo de que el Señor lo aborrezca. Tal vez el Señor ha querido permitir que su Iglesia atraviese por la dolorosa purificación del Opus Dei para –por Su Providencia misericordiosa- ordenarlo al bien. Este fanatismo, que nace de la conciencia de estar en posesión de la autoridad y de la potestad divina, es el que hace a esta institución tan peligrosa.

La Obra se niega a escuchar a nadie, sino a si misma, y sólo considera válido lo que ha salido de sus manos. La soberbia, la vanidad y el orgullo institucional que se inculcan en la Obra, como una de las pasiones dominantes, la hacen ciega, muda y sorda, incapaz de todo diálogo, de comprensión y de amor.

No puede haber empatía entre Dios y la Obra porque el Señor busca el amor en libertad. Amar consiste en desprenderse de uno mismo y salir al encuentro del otro, del “totalmente Otro”. El Opus Dei no siente la necesidad de buscar fuera a Aquél a quien amar, sino que la institución se ama a sí misma y se busca a si misma en su interior. Se ama a si misma y se recrea en su propia hermosura, en sus cualidades, en su criterio. Se eleva sobre todo como la quinta esencia de la actuación de Dios. Por eso no cabe crítica. El Opus Dei constituye un universo propio donde no hay lugar para Dios, donde no se considera a Dios como una autoridad superior, distinta de la institución, a la que someterse.

El Señor es algo accidental que no influye, la Obra es impermeable a las inspiraciones del Espíritu Santo porque sólo se mira a si misma. Como Narciso, ese joven tan bello, apasionado por su propia hermosura, en una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen reflejada en el estanque de una fuente y que terminó ahogándose en esas mismas aguas. Así será el fin del Opus Dei, que terminará (pronto) ahogado, asfixiado, en esa atmósfera venenosa que ha generado.

La Obra no sabe amar, sólo amarse, por eso es tan fría y calculadora. No entiende que no haya vocaciones, no asume no tener nuevos miembros, porque –para la Obra- ella se me merece eso y todo. Es como una fiera que necesita nutrirse de carne de víctimas, digerirlas, descomponerlas y destruirlas para que formen parte del organismo devorador. Necesita beber sangre nueva. La Obra tiene un apetito ilimitado y sólo importa saciarlo, a cualquier precio. Las almas le pertenecen, son suyas. Cualquier pensamiento, cualquier intención o ilusión personal de uno de sus miembros es censurado como traidor porque el Opus Dei es un “amante celoso” que no admite nada fuera de si, que no tolera no ser amado absolutamente.

“La Obra obedece al querer imperativo de Dios”, la Obra es el único ser digno de un amor incondicional e ilimitado por sus propias cualidades. “Ama a la Obra y pórtate luego como quieras” dice el Fundador. La Obra no ama, sólo concede el privilegio a la víctima de convertirse en el objeto único y total de su amor. Un amor suicida que exige morir para que lo amado viva. Un amor que exige e impone la inmolación del amante.

La Obra no ama al ser humano, sólo incorpora al hombre en su organismo como fuente de energía, nutriéndose de su vida para poder vivir. Agotando sus energías hasta destruir a la persona, hasta su último aliento, hasta que quede reventado e inservible. Esta maquinaria ávida e insaciable, salvaje, que todo lo considera poco para si misma es una de las mayores estructuras de pecado de la historia. Este es el régimen inhumano de explotación irracional que conduce a la autoaniquilación del miembro.

La Obra es inhumana porque ve al hombre como un medio, como una pila de la que sacar energía para el funcionamiento de la estructura, hasta que se gasta y se desecha. El miembro, seducido por poder participar del universo íntimo de la Obra y de compartir su secreto de salvación, se encuentra siempre en deuda, sin derechos e inerme ante el todo infinito de la Obra, y sacrifica gustosamente su vida hasta el holocausto.

Por eso es necesaria la ocultación y la mentira, el control, la manipulación y el terror. Y cuando la Obra ya no puede inspirar amor en sus miembros se centra en provocar temor. Cuando ese amor que sentían los miembros se delata como falso, no correspondido, se impone el temor que se mantiene gracias al miedo al castigo, que nunca nos abandona. La Obra, para el miembro, no es accesible, ni abarcable y trasciende a todo, es la esencia en pos de la cual es menester sacrificarse, anularse y negarse absolutamente. El ser humano es un mero accidente -una contingencia sin valor- que sacrificar en el altar de lo único esencial. El desengaño tiene su origen en la conciencia que, con el tiempo, toma la víctima de que ama sin ser amado.

Dios es el opio para los miembros de a pie. La Obra define su propia doctrina que reviste, con términos católicos, una estrategia de poder totalitario. Un modus operandi anticristiano (y –por tanto- inhumano) que se expresa formalmente de un modo similar al que emplea la Iglesia pero que fuerza y manipula hasta el extremo la Revelación buscando legitimar (de cara a los miembros) la manera de proceder de la institución. Una doctrina con distintos niveles de comprensión (de engaño) según los sujetos a quienes vaya dirigida. Una burla siniestra.

La salvación prometida por Dios es la recompensa que se presenta al miembro para espolearle a que muera de amor por la Obra: “El que persevere en la Obra vivirá eternamente”, palabras de Escrivá. Recompensa que nunca se alcanza porque siempre “puedes dar más y debes dar más”, la salvación prometida por el Señor es la arenga que inflama las ansias camicaces que se inculcan a los miembros. Dios es un juguete en manos del Opus Dei con el que distraer la atención, con el que narcotizar la inteligencia y el corazón de sus victimas.

La salvación sólo se alcanza muriendo en la Obra y por la Obra. Dios se utiliza para anular voluntades y crear esclavos sumisos. “Hijo mío, convéncete de ahora para siempre, convéncete de que salir de la barca [de la Obra] es la muerte. Y de que, para estar en la barca, se necesita rendir el juicio. Es necesaria una honda labor de humildad: entregarse, quemarse, hacerse holocausto”.

Icaro volaba demasiado alto con sus alas de cera, el reino de las aves no era su sitio, pero deslumbrado por la belleza del firmamento y con la música de los pájaros no reparó en ello. No se dio cuenta de que el sol podía derretir sus alas y se precipitó al mar. Repliega tus alas, Opus Dei, o se quemarán si vuelas demasiado alto.

Ese Dios que subió al Gólgota por amor a los hombres, ese Dios que amó primero al hombre, que se hizo uno más entre los hombres: “el Hijo del hombre”, que tomó la condición humana y habitó entre nosotros, que fue igual a nosotros en todo menos en el pecado. Ese Dios que ha concedido a la naturaleza humana un valor infinito porque Él es hombre, no puede dejar de abominar de la estructura de pecado autodenominada Opus Dei.

Termino yo también con una confidencia de amigo, en público. Cuando tomé la decisión de comenzar a colaborar con Opuslibros, movido por las reflexiones anteriores, me puse en contacto con Agustina para ofrecerle el Catecismo del Opus Dei. Le entregué este documento el 27 de febrero de este año y unos días después fue publicado en esta web. Después le hice llegar otros documentos secretos del Opus Dei. El ánimo que me movió (que me mueve) fue la certeza de que la verdad sólo puede resultar molesta al que vive atrincherado en las sombras de la mentira.

Veritas liberavit vos.

Oráculo, estás en mis oraciones, para todas tus cosas, también para que nada impida que continúes en tu empeño perseverante de destapar lo oculto, para bien de la Iglesia y de la sociedad. Considero tu amistad como un honor.

A ti, y todas las personas que luchan en Opuslibros contra las tinieblas de la mentira –empezando por Agustina, buena amiga, que se encaró valientemente con el fraude Opus Dei- siguiendo el imperativo de su conciencia ante Dios, os envío un muy fuerte abrazo.


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