Los hogares luminosos y alegres

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Por Salypimienta, 5.11.2008


El santo fundador repitió hasta que se cansó de decir que todos los miembros del Opus Dei debían procurar vivir en lugares "Luminosos y Alegres", es decir que cada un@ está obligad@ por órden expresa de 'su padre' san Chema a hacer de su vivienda una mezcla de Disneylandia y el Paraíso. Segun las instrucciones, cada centro debe ser como cualquier casa de una familia 'numerosa y pobre', se debe de respirar la alegría y la 'buena onda' y todo el mundo se debe comportar como si estuviese en su propio hogar. Hasta aquí todo está perfecto, la teoría es muy buena, ¿pero que tal está la práctica?, pues ¡fatal!. Por hoy sólo me referiré a los hogares "Luminosos y Alegres" de l@s numerari@s, que son los centros...

Todos los centros que he conocido a lo largo de mi vida -y son bastantes-, parecen todo, menos un hogar luminoso y alegre. Desde la entrada las cosas son 'raras', las puertas de acceso de la calle, no se pueden abrir desde fuera, sólo desde dentro, me imagino que es para tener bién controlado quién entra, quién sale, con quién, a qué hora y en qué estado. En segundo plano, nada más entrar se siente una especie de 'vibra' un poco sobrecogedora, como que el ambiente te obliga a meterte al orden. Todo está escrupulosamente pulcro, nada hay fuera de su sitio, todo está reluciente. A partir de éste momento, uno se pregunta que qué clase de familia numerosa y pobre puede vivir en una casa con tal lujo en los muebles y en los adornos y en todo lo demás (y eso que todavía no entramos al Oratorio). Lo más curioso de los 'adornos' de la casa, es que en la mayoría de los casos son de pésimo gusto y de una cursilería espantosa. Todos los centros que he conocido tienen en común esto, independientemente del estilo de cada casa. Nada más entrar, es obligatorio dirigirte al Oratorio, a saludar al Señor. A mi me ha tocado llegar a centros que por cualquier circunstancia no tenían al Santísimo, en estos casos, eso no importa, tienes que ir al Oratorio esté o no el Señor. Si desde la entrada uno se admira del lujo, cualquier Oratorio del Opus Dei es la apoteósis de la opulencia, nada hay humilde ahí dentro. Es donde de verdad notas a la familia pobrísima.

Las salas de recibir son de igual estilo que toda la casa, limpísimas y ordenadísimas, eso sí, en la familia ésta no se acostumbra poner fotografías de nadie que no sea san Chema, los Abuelos, la Tía Carmen y los hijos predilectos de san Chema: don Alvaro y don Javi. Entre los adornos siempre habrá patos y burros, que al papá de la familia -don Escrivá- le chiflaban. En alguna temporada asistí a un centro al que muy bién le podrían haber puesto "La Casa de los Patos" -claro que se llamaba de otra forma- porque por donde voltearas a ver había patos, patitos y patotes de todos los estilos, colores y materiales, hasta las macetas de la entrada tenían grabados unos patos.

Los comedores de los centros son muy formales, las mesas se preparan con todo protocolo, en ese lugar se nota muy poco la pobreza de la familia, por que todo, platos, cristalería, cubiertos y manteles son de primerísima calidad. Los dormitorios siguen el estilo de la casa, lujosos, limpios, y exageradamente ordenados.

Yo la verdad no entiéndo a que se refería don Chema con lo de los Hogares Luminosos y Alegres de una familia Numerosa y Pobre. En primer lugar las familias pobres (numerosas o no), siempre sacrifican el lujo por la durabilidad y posiblemente tendrán algún mueble o adorno suntuoso, que siempre es una excepción. Cualquier familia 'normal' pobre o rica, numerosa o no, procura que su casa esté limpia y ordenada, sin llegar a la manía por el orden y la limpieza que existe en las casas de la Obra. En éstas NUNCA hay nada que esté fuera de su sitio, hasta parece que nadie vive ahí, parecen museos.

En los hogares Luminosos y Alegres de verdad, todos sus miembros actúan con toda naturalidad, ése es el ingrediente principal para que la casa se ilumine y esté alegre. La familia se reúne en los lugares más inverosímiles y a la hora que se les dá la gana para COMPARTIR un rato de buen humor, cada quien platica de sus cosas, se cuentan chistes, se hacen bromas. En los hogares de san fundador, la reunión familiar se llama tertulia, se hace en el salón y con horario establecido, y son las dichosas tertulias la cosa más aburrida que puede existir, todo lo que se dice es premeditado, se actúa siempre de la manera más correcta (por aquello de las correcciones fraternas), y dudo mucho que algún contertulio se atreva siquiera a aparecer en ella en pijama o con pantuflas (como pasa a menudo en las familias normales), o que alguien se acueste en el piso sobre un montón de cojines. "Es que se cuida mucho el tono humano" dicen, pero eso no es cuidar el tono humano, digo yo, malo sería que alguien saliera en bata cuando hay alguna visita formal, pero cuando uno está verdaderamente 'en familia', el protocolo se puede relajar y no pasa nada si alguno decide tumbarse en un sillón a platicar.

Hasta en las familias más paupérrimas se acostumbra que cuando llega alguien de fuera, llamese familiar, amigo, etc. Por urbanidad se le ofrece algo de tomar o algúna cosita para comer -picar-. En los hogares luminosos y alegres opusinos, nadie te ofrece ni ¡un vaso de agua!, ni se te ocurra pedir un té, un café o una galletita por que se produce un drama. L@s que viven en esa casa ¡nunca! pueden llegar directamente a la cocina a refrescarse con algo a picar algúna cosilla como es normal que suceda en las familias normales. "Es por espíritu de mortificación"dicen, ¡pamplinas!- algún día tendremos que discutir en Opuslibros sobre el espíritu de mortificación, porque en 'casa' se entiende por ésto, hacer cosas antinaturales y extravagantes- , todo el mundo al llegar a su casa lo primero en lo que piensa es en satisfacer su bienestar, y nadie se ha condenado por ello.

Quizá toda la amargura de la que padecen much@s ahí dentro, se deba a que están sofocad@s por el ambiente antinatural de sus propias casas -centros-. Lo malo es que además no se pueden quejar, ni tienen el derecho de modificar las costumbres para hacerlas más llevaderas. De cualquier modo, está en cada un@ el poder de mejorar nuestra existencia, y la principal obligación del ser humano es procurarse su bienestar y su felicidad personal ¡claro! sin que por conseguirlo pasemos por encima de los demás.



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