Las fechas de las cartas de Escrivá: más falsedades históricas

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Por E.B.E., 3 de enero de 2022


Fecha de las cartas

Para sumar a los datos que aporta Stoner en sus dos últimos artículos, el Opus Dei también reconoce ahora –sin decir explícitamente que se trata de una rectificación- que las cartas de Escrivá no son de la fecha que en realidad decían que eran. En esto hay que destacar la lucidez de Gervasio que lo advirtió y lo denunció hace años:

«La carta “Res omnes”, fechada en 9-I-1932, aniversario de su nacimiento, es larga y densa. Tiene enjundia. Es de las más anacrónicas. No es de 1932 ni nada que se le parezca. (…) Todas las cartas con incipit latino fueron redactadas en la misma época, que se corresponde con mediados de los años sesenta» (Cfr. Gervasio, “Los escritos de Escrivá”)

En un artículo titulado Sacerdotes en el Opus Dei 1944-1949, publicado en 2020 por el Instituto dedicado al santo, dice lo siguiente:

«En una carta fechada el 2 de febrero de 1945, aunque completada a mediados de la década de 1960, el fundador comenta algunos aspectos de la misión, vida, estilo y celo apostólico de los sacerdotes... »

Pero no sólo eso: las cartas de 1930 tampoco son de 1930. Ninguna es de fecha anterior a 1960, como ya había anticipado Gervasio.




Presentando el primer volumen de cartas del fundador publicado por Rialp (2020), dice el artículo como al pasar, como si el dato fuera casi irrelevante:

«El volumen contiene la edición crítica y anotada de cuatro de esas “Cartas”, fechadas en los años treinta del siglo XX pero completadas y terminadas de redactar a finales de los años sesenta.»

La Videns eos de 1931 en realidad no es de 1931, por ejemplo. Sin embargo, eso es lo que nos decían y nos hacían creer.

Tampoco las Instrucciones merecen ser tenidas como documentos "antiguos" sino también deberían considerarse "sospechosos" de proceder de la década de los 60.

Criterio para fechar: introducción de Illanes

En la introducción al libro sobre las cartas de Escrivá, escribe José Luis Illanes que «no sabemos cuándo terminó san Josemaría cada una de sus Cartas». ¿Es esa una razón para fecharlas según cuándo las empezó a redactar? Pero, ¿no es más difícil lo contrario, saber cuándo las empezó? (pues como veremos a continuación, Escrivá destruyó los originales, o más bien las fichas que sirvieron de base). No se trata de documentos viejos encontrados postmortem: Escrivá estaba vivo cuando se terminaron de redactar, por lo tanto ¿cómo puede ser difícil saber las fechas de las cartas? ¿El mismo Escrivá no lo sabía?

«las fechas antiguas de las Cartas no son las de su última redacción —que se sitúa, como ya se ha dicho, entre 1962 y 1967—, sino la de papeles antiguos y la del tiempo en el que la substancia de esa Carta estaba presente —aunque tal vez, en algunos casos, con otras palabras — en la predicación de san Josemaría. Quiere, ciertamente, dejar constancia de que en los años treinta, cuarenta o cincuenta predicaba la substancia de lo que recoge en las Cartas que llevan esas fechas, pero lo que le interesa no es tanto la forma literaria o el detalle cronológico» (Illanes, Introducción a las cartas)

Si a Escrivá no le interesaba el detalle cronológico, por qué entonces él quiso fecharlas con fecha tan temprana y no con fecha más reciente? Porque realmente le importaba mucho la cronología.

En realidad la importancia de datar las cartas con fechas muy anteriores a su versión final radica en "demostrar" que Escrivá "tenía todo claro" ya desde 1928 y de ahí sus cartas de 1931, instrucciones de 1934, etc. Lo raro es que luego se la pasó reelaborando, redactando y destruyendo ejemplares de lo que escribía.

«[Escrivá] pensó que, atribuyéndoles dos fechas, podía dar la falsa impresión de que la substancia de esos escritos era consecuencia de su reflexión personal en los años en que terminó de prepararlos, y no — según era la realidad— como parte de la inspiración fundacional» (Illanes, Introducción a las cartas)

O sea, no se ponen dos fechas para no dar a entender que en realidad Escrivá no tenía las cosas claras sino hasta 1960 (y en realidad tampoco, porque las manda destruir luego). Lo que la realidad no aporta lo suple la apariencia.

Si «san Josemaría tomó la decisión de conservar sólo el texto de la última versión» (Illanes), ¿cómo podemos saber cuál fue su primera versión e incluso su datación?

Da la impresión de que Escrivá dudaba demasiado y por eso reelaboraba. Y sobre todo, necesitaba tener mucho control, capacidad de destruir el pasado.

El asunto es no sólo cómo puede ser creíble el Opus Dei sino también las publicaciones del Instituto histórico del santo. Si ayer el Opus Dei manipuló la verdad, ¿por qué habrá de ser creíble hoy? A su vez, ese instituto histórico difícilmente pueda ser considerado "histórico" e "independiente" si está constituido en gran parte por fervientes creyentes en Escrivá.

Habría que sumar a lo dicho el valioso testimonio de Haenobarbo, quien fue testigo de cómo se escribió el Iter Juírdico:

«puedo asegurar que [los tres autores] escribieron el libro casi a ciegas: no disponían del material original de archivo. Trabajaban en base a lo que desde Roma [Villa Tevere] les decían: no pudieron consultar las fuentes directamente. (...) Fui testigo también de las “rabietas” de los sabios [autores], al no obtener de Roma copia fehaciente de los documentos en los que tenían que fundamentar sus afirmaciones: todo está ya escrito, no hace falta ver las fuentes originales, contestaban de Roma... o “lo que os decimos es lo que sucedió”.» (Cfr. Haenobarbo, [about:modules.php?name=News&file=article&sid=19623 Por qué y cómo se escribió El Itinerario Jurídico],)

Originales de las cartas

Si tenemos en cuenta que Escrivá mismo mandó destruir muchos documentos, se torna muy difícil reconstruir la historia documental del Opus Dei. Parecería haber una continua reescritura de su historia y una reelaboración del Opus Dei mismo.

«De bastantes [cosas] no sabréis nada, porque he procurado que no quedase rastro» (Escrivá, J.M., “Tertulia”, 14 de junio, 1972)
«[Escrivá] quiso que no se conservaran ni las fichas ni el material [magnetofónico con el cual había dictado parte de las cartas]» (Illanes, Introducción a las cartas).
«Al irse desarrollando el trabajo, san Josemaría tomó la decisión de conservar sólo el texto de la última versión» (Illanes, Introducción a las cartas, el subrayado no es del original).
«Mons. Alvaro del Portillo comenzó [en 1982] a considerar esa posibilidad [publicar las cartas nuevamente], redactando incluso notas o textos introductorios que podrían acompañar esa reimpresión, que se hizo de acuerdo con los originales dejados por san Josemaría» (Illanes, Introducción a las cartas, el subrayado no es del original).

Si Escrivá tomó la decisión de conservar sólo el texto de la última versión, resulta confuso luego hablar de "los originales dejados por san Josemaría": dichos originales no existen, sólo existe, en todo caso, la última version de cada carta. No existen originales porque nunca los hubo: en todo caso hubo notas, papeles sueltos, con fechas unos, sin fechas otros y a partir de eso Escrivá fue elaborando y reelaborando textos.

«...esos papeles — inconfundibles por la peculiar caligrafía de Escrivá— no incluían fecha alguna; otros, en cambio, estaban fechados o, al menos, ofrecían datos que permitían fecharlos» (Illanes, Introducción a las cartas).

Pero un lector no advertido podría terminar creyendo que "existen los originales" de las cartas de Escrivá. Lo que había de original, Escrivá lo mandó destruir... para que no quedaran pruebas de lo que realmente era original.

La historia de dichos escritos, además, es difícil de establecer porque Escrivá no era ordenado.

«No sabemos qué orden siguió san Josemaría en el proceso de redacción, pues no llevó un diario del trabajo que realizaba» (Illanes, Introducción a las cartas).
«Como ya se ha comentado, no sabemos cuándo terminó san Josemaría cada una de sus Cartas. De algunas conocemos el momento en que declaró haberla terminado de redactar, o la leyó en voz alta ante un grupo de personas» (Illanes, Introducción a las cartas).

Destrucción de ediciones

A principios de 1963 Escrivá decidió publicar sus cartas internamente:

«La decisión de sacar sus Cartas dio lugar a un periodo de intenso trabajo. Comenzó reuniendo sus papeles personales, tanto los que tenía localizados como los que podían estar en el archivo, para lo que —a principios de 1963— se sirvió de la ayuda de algunos Delegados…» (Illanes, Introducción a las cartas).
«A lo largo del primer semestre de 1964, estuvieron listas las ocho primeras Cartas, que se fueron imprimiendo y enviando a las diversas circunscripciones del Opus Dei» (Illanes, Introducción a las cartas).

Eso de las circunscripciones es anacrónico, porque en esa época no existía la prelatura (al margen de si es adecuado aun hoy hablar de circunscripciones dentro de la prelatura).

«En julio, por fin, san Josemaría mandó otras tres, más largas, entre 23 y 30 páginas » (Illanes, Introducción a las cartas).

Lo llamativo es que en ese mismo año

«después del primer envío en versión latina, el 24 de diciembre de 1964 san Josemaría mandó retirar esas Cartas y destruirlas. El motivo era enviar una nueva versión con la traducción castellana» (ibídem, el subrayado no es del original).

¿En menos de un año sacar una nueva versión y destruir la anterior?

Lo que queda claro es que Escrivá quería "que no quede rastro" de esa primera edición.

«Mons. Echevarría comenta que «con el fin de evitar posibles equivocaciones en las ediciones futuras», san Josemaría determinó que se debía proceder oportunamente a destruir todos los ejemplares impresos que hubiera tanto en Roma como en las diversas Regiones a las que se habían enviado» (ibídem, el subrayado no es del original).
«De cara a la edición futura definitiva, [Escrivá] siguió revisando esos escritos en varias ocasiones más, una concretamente entre 1974 y 1975, corrigiendo erratas y puliendo algunos textos. El 14 de noviembre de 1974 indicó por fin a las Comisiones Regionales que retiraran los ejemplares de las Cartas que hubiera en los centros y los guardaran en la sede de la Comisión Regional» (ibídem, el subrayado no es del original).
«El 12 de septiembre de 1975, cumpliendo con el deseo del fundador —ya expresado desde 1969 y renovado antes de su fallecimiento—, Mons. del Portillo ordenó la destrucción de todos los ejemplares de las Cartas impresas que se conservaban en las sedes de las Comisiones y Asesorías Regionales y que se habían retirado anteriormente de los centros, manteniendo en Roma sólo los imprescindibles para proceder, cuando llegara el momento, a una nueva edición» (ibídem, el subrayado no es del original).
«De cara a la edición futura definitiva, [Escrivá] siguió revisando esos escritos en varias ocasiones más, una concretamente entre 1974 y 1975, corrigiendo erratas y puliendo algunos textos» (ibídem).

Lo paradójico es que "la edición definitiva" parece salir publicada ahora en el siglo XXI cuando el Opus Dei ha entrado en decadencia.

Conclusión

La imagen que nos daban del Opus Dei sus superiores era de una institución y un fundador sólidos como roca, donde todo estaba estudiado, planificado y definido desde 1928 por inspiración divina.

Sin embargo, de esa introducción general a las cartas escrita por José Luis Illanes surge una imagen muy distinta.

Escrivá tardó entre 33 y 45 años en terminar unas 30 cartas "fundacionales" anteriores a 1960 (una de ellas, de 1951, la terminó en 1975), a las cuales les puso como fecha el inicio y no la finalización (como poner como fecha del diploma la de inicio de la carrera para ocultar los años que llevó hacerla; a todo esto, ¿cómo es que hizo dos tesis doctorales en menos tiempo, de las cuales no existe el original de una?). Eso se llama falsificar la realidad. Pero no le salió bien, porque ni bien imprimió las primeras 8 cartas (en latín) hacia 1964, por primera vez, a los pocos meses mandó destruirlas para imprimir otra edición (en latín y español) y diez años más tarde (1974) manda destruirlas de nuevo para que se vuelvan a publicar "algún día" en una edición "definitiva" (que sólo a partir de 2020 se publicarían, y no por decisión suya, pues ya estaba difunto).

De la historia del origen de estas cartas -contada por Illanes- se vislumbra otra historia subterránea: la del Opus Dei. Las cartas no escapan a este destino, forman parte de un todo histórico, que se manifiesta en otros aspectos, como el de la [about:modules.php?name=News&file=article&sid=26628 falsa vocación laical] y en tantas otras simulaciones institucionalizadas que cristalizan en falsificaciones y revelan finalmente la inconsistencia del Opus Dei. No sólo no existe el original de las cartas o de la tesis doctoral de Escrivá: no existe tampoco el "original" de la vocación al Opus Dei (pensemos cómo fue [about:modules.php?name=News&file=article&sid=26968 cambiando] su definición a lo largo de su historia, 1941, 1950 y 1982). Si uno investiga con cierta profundidad todo lo referido al Opus Dei, se encuentra con un vacío y no con un fundamento sólido. En lo profundo, muchos aspectos centrales del Opus Dei son fake, aunque superficialmente parezcan de mármol de Carrara: son producto de una simulación y las cartas son una prueba más de ello.

Hasta que la historia del Opus Dei no la escriban historiadores profesionales que no hayan tenido una relación estrecha con el Opus Dei, difícilmente se pueda disponer de un material confiable y sobre todo que haga preguntas incómodas.



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