Las cartas de antes de la guerra, ¿son realmente de los años treinta?

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Por Idiota, 13.09.2006


Hoy quisiera presentar una hipótesis muy arriesgada, pero no falta de fundamento, que supone también una interpelación a los entendidos de la Prelatura del Opus Dei, a saber: que las cartas de José María Escrivá de antes de la guerra civil (1936-1939), que están siendo reconstruidas en OpusLibros, no fueron escritas en los años treinta y, si lo fueron, no han llegado hasta nosotros en su versión de los años treinta. Dicho de otro modo: las cartas son tan de los años treinta como el catecismo de la Obra es del año 1947. Con esto no pretendo en absoluto devaluar el gran trabajo que están realizando quienes las reconstruyen; es más, todo lo contrario, se trata de un homenaje a su labor, sin la cual no hubiera podido desarrollar esta hipótesis.

Ciertamente, la idea no es nueva. Creo recordar que aparece en el nuevo libro de Isabel de Armas (La voz de los que disienten), pero, como lo he prestado, no puedo poner la cita. En cualquier caso, creo recordar que se trataba de un relato de una numeraria auxiliar, que, a comienzos de los años sesenta, limpiando la habitación de Escrivá de Balaguer, se habría encontrado con manuscritos en curso de redacción fechados en los años treinta. Me pareció y me parece poco verosímil, ya que todos sabemos con qué cuidado se guardan los documentos de gobierno en cualquier centro. Es virtualmente imposible para cualquier numerario de a pie entrar en el cuarto de dirección de un centro y ver papeles importantes en desorden o desparramados por la mesa. Además, todo el mundo procura ordenar todo bien cuando “pasa la administración”. Sin embargo, el mismo Andrés Vázquez de Prada, en el primer tomo de su hagiografía, escribe algo acerca de las cartas de los años treinta que no deja de ser significativo...

Esta [= Carta, 24-III-1930], al igual que las cartas más antiguas, sufrieron, al correr del tiempo, retoques terminológicos, pero sin afectar a la sustancia de su contenido. De ahí que el Fundador conservara la fecha de la primera redacción.

Más grave es lo que escribe Pedro Rodríguez en su edición crítica de Camino:

En efecto, durante los años cincuenta y sesenta trabaja a fondo otro «ciclo» de documentos –alguno de génesis más antigua– que llamó Cartas (33), con la idea de darlos a conocer a sus destinatarios en el momento oportuno.

(33) Hay que distinguirlas claramente del Epistolario del Fundador (EF), que recoge la correspondencia activa cotidiana de Josemaría Escrivá.

Además de todo esto, hay toda una serie de datos externos e internos que hacen igualmente poco verosímil pensar que esas cartas hayan sido redactadas en los años treinta o hayan llegado hasta nosotros en la versión de los años treinta. Intentaré presentar la argumentación a partir de la primera carta, Singuli dies, de 24 de marzo de 1930; quien lo desee, puede seguir estudiando las demás cartas de antes de la guerra.


Indicios externos

Comenzaré por los datos externos. La fecha es inverosímil por partida doble:

a) El 24 de marzo de 1930 apenas habían pasado cuarenta días desde la fundación de la sección femenina; es de suponer que Escrivá todavía tenía muy poco claro qué era lo que quería. Llama mucho la atención que en su primer escrito fundacional dedique su atención a temas tan particulares como humildad, naturalidad y cosas pequeñas, que presuponen no sólo una idea muy clara de lo que quería, sino, sobre todo, otros escritos fundacionales más generales y programáticos y, sobre todo, una experiencia positiva o negativa a la que referirse. Los escritos existen: son las instrucciones, que, sin embargo, empezaron a escribirse más tarde, a partir de 1934.

La experiencia es lo que falta, ya que esta carta se escribe teóricamente cuando todavía no hay ningún destinatario, cuando el único miembro de la Obra era él mismo, ya que, como sabemos, el siguiente, Isidoro Zorzano (1902-1943), “pitó” el 24 de agosto de 1930, es decir, cinco meses después de haber sido escrita la carta. De los “pitajes” de los demás no tenemos apenas noticias; es posible que D. Norberto Rodríguez García (1880-1968) y José Romeo (1912-1985), los primeros “ex”, hubiesen “pitado” antes, pero de aquella manera… No habiendo “pitado” casi nadie, ¿a qué viene la preocupación por “pasar oculto”, si nadie sabía nada de nada? Esta preocupación sólo se puede entender a partir del final de la guerra y, sobre todo, desde la perspectiva de finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando algunos miembros del Opus Dei acceden a puestos de importancia en España…

Para empeorarlo todo, según la edición crítica de Camino, en junio de 1930, Escrivá empieza a mostrar a José Romeo las octavillas sueltas en las que escribía sus apuntes sobre la Obra y que todavía no había empezado a copiar en lo que serían después los cuadernos de “Apuntes íntimos”. ¿Qué necesidad tenía de hacerlo, si ya tenía escrita una carta completa?

Y ya el colmo: A partir de julio de 1930 –tres meses después de la carta-, empieza a confesarse con el P. Valentín Sánchez, S.J., que será –como todo el mundo sabe- el que dé nombre al Opus Dei:

Pero volvamos al nombre de nuestra Obra. Un día fui a charlar con el P. Sánchez, en un locutorio de la residencia de la Flor. Le hablé de mis cosas personales (sólo le hablaba de la Obra en cuanto tenía relación con mi alma), y el buen padre Sánchez al final me preguntó: "¿cómo va esa Obra de Dios?" Ya en la calle, comencé a pensar: "Obra de Dios. ¡Opus Dei! Opus, operatio..., trabajo de Dios. ¡Este es el nombre que buscaba!" Y en lo sucesivo se llamó siempre Opus Dei (José María Escrivá de Balaguer, Apuntes íntimos, n. 1868, Apéndice fechado en 1948)

Según Vázquez de Prada, el Fundador ya hablaba de “Obra de Dios” en sus “Apuntes íntimos” antes, hacia finales de marzo de 1930 (p. ej. n. 4 y n. 21 del Cuaderno II (escrito entre 11-III y 17-XI-1930): no se trata de una obra mía, sino de la Obra de Dios), pero sin tener conciencia de que ése sería su nombre:

La Obra de Dios: hoy me preguntaba yo, ¿por qué la llamamos así? Y voy a contestarme por escrito [...]. Y el p. Sánchez, en su conversación, refiriéndose a la familia nonnata de la Obra, la llamó "la Obra de Dios".
Entonces —y sólo entonces— me di cuenta de que, en las cuartillas nombradas, se la denominaba así. Y ese nombre (¡¡La Obra de Dios!!), que parece un atrevimiento, una audacia, casi una inconveniencia, quiso el Señor que se escribiera la primera vez, sin que yo supiera lo que escribía; y quiso el Señor ponerlo en labios del buen padre Sánchez, para que no cupiera duda de que Él manda que su Obra se nombre así: La Obra de Dios (Id., ibíd. Cuaderno III, n. 126, 9-XII-1930)

Pues bien, en el n. 20 de “Singuli dies” se presupone claramente que ha pasado algo de tiempo y que Escrivá no sólo conoce el nombre de la Obra sino que ya ha tenido algún problema con el “presunto secreto” (ver más abajo):

no olvidéis que, en un primer momento, me hubiera gustado incluso que la Obra no tuviera ni nombre, para que su historia la conociera sólo Dios: pero, como abominamos del secreto y queremos trabajar siempre dentro de los límites de la ley, en cada país, no podremos dejar de emplear un nombre.

Este texto, curiosamente, tiene un gran parecido con uno posterior (sobre parecidos hablaremos más adelante):

Yo no puse a la Obra ningún nombre. Hubiera deseado, de ser posible —no lo era—, que no hubiera tenido nombre, ni personalidad jurídica [...]. Mientras, llamábamos a nuestra labor sencillamente así: "La Obra". (José María Escrivá de Balaguer, Apuntes íntimos, n. 1867, número anterior al citado más arriba).


b) También la fecha del 24 de marzo resulta problemática. Como es sabido, a Escrivá le gustaba fechar los documentos importantes en fechas significativas, generalmente fiestas del Opus Dei. No es de extrañar, por tanto, que, en vez de fechar la carta el 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, la fechase el 24 de marzo, fiesta de San Gabriel antes de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II. Todos sabemos que este día sigue siendo fiesta en la Obra, aunque ahora se la llama sencillamente “fiesta de familia”. Y es aquí donde surge el problema: según los datos que poseemos, la devoción del fundador a los Santos Arcángeles surge más de dos años y medio después, en octubre de 1932. Aquí van dos textos que cita Vázquez de Prada y que cada uno piense lo que quiera:

Hoy, en la capilla de S. Juan de la Cruz (paso allí unos ratos de acompañada soledad todos los días) he visto que, para comenzar las reuniones sacerdotales y todas aquellas otras en que se trate de la O. de D., haremos la siguiente oración [...]: 1/ Veni Sancte Spiritus. 2/ Sancte Michaël, ora pro nobis. —Sancte Gabriel, ora pro nobis. —Sancte Raphaël, ora pro nobis. -3/ In nomine Patris, et Filii et Spiritus Sancti. Amen. -4/ Sancta Maria, Sedes Sapientiae, ora pro nobis. (José María Escrivá, Apuntes íntimos, apéndice I, octubre de 1932, n. 1642)

Pasaba largos ratos de oración en la capilla donde se guardan los restos de San Juan de la Cruz: y allí, en esa capilla, tuve la moción interior de invocar por vez primera a los tres Arcángeles y a los tres Apóstoles —cuya intercesión pedimos cada día todos los socios de la Obra en nuestras Preces—, teniéndoles desde aquel momento como Patronos de las tres obras que componen el Opus Dei. (José María Escrivá de Balaguer, Instrucción sobre la Obra de San Miguel, 8-XII-1941, n. 9)

Indicios internos

Pasemos a los datos internos, que, a mi modo de ver, son los más convincentes. Antes de nada, quisiera hacer una observación general. Cuando se publicaron póstumamente Surco y Forja, me llamó mucho la atención la diferencia de estilo con Camino. Se notaba claramente que habían sido escritos en épocas distintas de la vida del autor. Camino usa frases cortas y palabras contundentes y vive de lo que llamaría, con perdón, una “ascética cojonuda” (la carta circular que se acaba de publicar también tiene ese estilo):

Voluntad. — Energía. — Ejemplo. —Lo que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos...
Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa...; ni Íñigo de Loyola, San Ignacio...
¡Dios y audacia! —«Regnare Christum volumus!» (Camino 11, fechable el 05.04.1931)

Los escritos posteriores también son contundentes, pero las frases no son tan cortas; es más viven de repeticiones y paralelismos (ver los ejemplos de Surco y Forja más adelante).

Pues bien, la misma sensación se tiene comparando las instrucciones escritas en los años treinta y las cartas fechadas antes de la guerra.

Esto todavía no demuestra nada. Sin embargo, como contamos con la edición crítica de Camino de Pedro Rodríguez, nos va a ser posible presentar algunos argumentos que confirman esta “sensación”. El profesor Rodríguez maneja una cantidad increíble de documentación –lo increíble es que se hayan conservado hasta las octavillas que sirvieron de borrador a los puntos a través de las peripecias de la guerra civil–. Con este material puede mostrar varias características del estilo de Escrivá, a saber, que utilizaba varias veces no sólo las ideas sino también las formulaciones concretas de esas ideas y que aprovechaba también con profusión las ideas y las formulaciones de las cartas que recibía y de los libros que leía. De esta manera, Rodríguez puede datar con gran exactitud el origen y el desarrollo redaccional de la gran mayoría de los puntos de Camino. La mayoría de las ideas aparecen por primera vez en los apuntes íntimos, muchas veces pasan a las instrucciones de los años treinta, para acabar en Camino. Un ejemplo:

Hijos míos: no somos unos cuantos que se reúnen a hacer una cosa buena: hemos de ser apóstoles que cumplen un mandato imperativo de Cristo. (José María Escrivá, Apuntes íntimos, Cuaderno VI, n. 1076, texto fechado en 6-XI-1933)

Por consiguiente, no olvidéis, hijos míos, que no somos almas que se unen a otras almas, para hacer una cosa buena. Esto es mucho… pero es poco. Somos apóstoles que cumplimos un mandato imperativo de Cristo. (Id., Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios, 19-III-1934, nº 27; el subrayado refleja el del original.)

Ten presente, hijo mío, que no eres solamente un alma que se une a otras almas para hacer una cosa buena.
Esto es mucho..., pero es poco. —Eres el apóstol que cumple un mandato imperativo de Cristo. (Camino 942)

Las cartas fundacionales y Camino

Pues bien, si ya es sospechoso el hecho de que Andrés Vázquez de Prada no cite nuestra carta más que cinco veces, es auténticamente increíble que Pedro Rodríguez no cite NI UNA SOLA CARTA de antes de la guerra en la reconstrucción del “iter redaccional” de Camino. Los únicos textos de Camino procedentes de una carta fundacional de los años treinta (según la lista de Oráculo) entraron en la fase final de la elaboración de Camino en diciembre de 1938 y enero de 1939, cuando Escrivá reunió casi de una sentada los últimos doscientos y pico puntos de C. Son éstos cinco:

Texto 1: Ved, pues, cómo con vuestro entregamiento no hay dificultad que pueda remover nuestro optimismo. (Id., Carta circular, Burgos 9-I-1939; EF 390109-1)

Cuando te «entregues» a Dios no habrá dificultad que pueda remover tu optimismo. (C 476; según Rodríguez la ficha de este punto tiene que ser posterior a la carta)

Texto 2: Fruto jugoso del entregamiento es […] la facilidad que sentiréis, para el cumplimiento de vuestros reglamentos y normas, al pensar en la ayuda que os prestan vuestros hermanos y en la que dejáis de prestarles, si no sois fieles. (Id., Carta circular, Burgos 9-I-1939; EF 390109-1)

Tendrás más facilidad para cumplir tu deber al pensar en la ayuda que te prestan tus hermanos y en la que dejas de prestarles, si no eres fiel. (C 549)

Texto 3: Fruto jugoso del entregamiento es […] el afán de proselitismo, que os comerá las entrañas. (Id., Carta circular, Burgos 9-I-1939; EF 390109-1)

Ese afán de proselitismo que te come las entrañas es señal cierta de tu entregamiento. (C 810)

Texto 4: ¿Obstáculos? No me preocupan los obstáculos exteriores: con facilidad los venceremos. No veo más que un obstáculo imponente: vuestra falta de filiación y vuestra falta de fraternidad, si alguna vez se dieran en nuestra familia. (Id., Carta circular, Burgos 9-I-1939; EF 390109-1)

En tu empresa de apostolado no temas a los enemigos de fuera, por grande que sea su poder. —Éste es el enemigo imponente: tu falta de «filiación» y tu falta de «fraternidad» (C 955)

Texto 5: MEDIOS: la vida interior, y la formación intelectual; más una discreción, que nunca es misterio ni secreteo, sino naturalidad (Id., Nota dirigida a don Francisco Morán, Vicario General de Madrid, Burgos 4-IV-1938; EF 380404-1)

Hay entregamiento [...] cuando la discreción –ni misterio, ni secreteo– es compañera de nuestro trabajo. (Id. Carta circular, Burgos 9-I-1939; EF 390109-1)

Discreción no es misterio, ni secreteo. —Es, sencillamente, naturalidad. (C 641)

Según Rodríguez, también el punto 956 procedería de esta carta circular; pero yo no veo un parecido formal y el parecido de contenido no es tampoco gran cosa. En cambio, aunque no ponga “secreteo” sino “secreto”, nuestro texto 5, (punto 641), sí que está relacionado con “Singuli dies” n. 4, cosa que Rodríguez no señala:

Como esta sencillez cristalina, que hemos de procurar que haya en nosotros, no puede ser simpleza —sin misterio ni secreto, que no los necesitamos ni los necesitaremos jamás—, tened en cuenta lo que se lee en el Eclesiástico[…]

Rodríguez presenta también la expresión [e]sto no es secretear, no es ocultar ningún misterio, procedente de la predicación en la Legación de Honduras («Sillares», 27-VII-1937), como primer antecedente del punto de Camino. ¿Por qué no utiliza “Singuli dies”?


Todavía más problemáticos son algunos “errores” (¿?) de Pedro Rodríguez.

“Error” 1: En “Singuli dies” n. 8 se dice: Lo que nos pide el Señor es naturalidad: si somos cristianos corrientes, almas entregadas a Dios en medio del mundo —en el mundo y del mundo, pero sin ser mundanos—, no podemos comportarnos de otro modo. C. dice: Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres o mujeres mundanos. (C 939). Para el profesor Rodríguez, el punto surge ocho meses más tarde: Estos días pasados he ido anotando unas cosas, que voy a apuntar aquí. –Por todo lo dicho hasta ahora, se ve con claridad que los hombres y mujeres de la Obra de Dios han de ser hombres y mujeres del mundo; nunca hombres y mujeres mundanos. (Apuntes íntimos, Cuaderno III, nº 123, texto fechado en 9-XII-1930) Curiosamente, “Singuli dies” utiliza la expresión entre guiones, dejándola caer como si fuera cosa ya sabida, mientras que el apunte íntimo “posterior” presenta la idea como si se le acabara de ocurrir al autor… Este punto hubiera sido, en sus palabras, junto con el 225, de igual fecha, ¡“uno de los más antiguos puntos de C documentados”! Pero todavía hay más de lo mismo…

“Error” 2: Camino afirma: La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante. (C 817). Parte del origen de este punto debería estar en “Singuli dies” n. 9: Vuestra vida y la mía tienen que ser así de vulgares: procuramos hacer bien —todos los días— las mismas cosas que tenemos obligación de vivir; realizamos en el mundo nuestra misión divina, cumpliendo el pequeño deber de cada instante. Ni hablar… Para Pedro Rodríguez el origen está clarísimo: la misma fórmula en Apuntes íntimos, Cuaderno V, n. 769, fechado en 7-VII-1932, dos años y pico más tarde.

“Error” 3: En “Singuli dies” n. 18 se dice lo siguiente: Hijos míos, os lo repito una vez más: habríamos errado el camino si despreciáramos las cosas pequeñas. Camino retoma esta idea: Has errado el camino si desprecias las cosas pequeñas. (C 816) Para Pedro Rodríguez, el punto se origina ¡¡más de dos años y medio más tarde!!: Texto del Cuaderno VI, nº 876, fechado en 24-XI-1932, de tenor literal idéntico, que acaba, como tantos textos de Apínt, con este colofón: «D.O.G.». Vid p/19.

Dicho en plata: Pedro Rodríguez no considera los antecedentes textuales de Camino procedentes de esta carta… ¿por qué será?

Las cartas fundacionales y los demás escritos de San Josemaría

Sin embargo, al leer “Singuli dies”, uno tiene la sensación de que reúne frases y expresiones archiconocidas en la Obra. Por lo tanto, no basta solamente con examinar la relación entre las cartas fundacionales y Camino, que Pedro Rodríguez curiosamente no considera, sino que hay que comprobar qué interrelaciones existen con otros textos del Fundador. Y aquí viene la sorpresa:


a) Los textos de “Singuli dies” se vuelven a encontrar en Surco, Forja y en otros textos redactados (¿casualmente?) más de treinta años más tarde. ¿Por qué se reservaron justo los textos de las cartas fundacionales para Surco y Forja? Para Pedro Rodríguez, San Josemaría realizó en 1939 gigantescos esfuerzos para alcanzar la deseada cifra de 999 puntos sacando puntos de todas partes – pero no sacó nada de las cartas (dejando de lado los puntos que hemos visto). ¿Por qué textos de gran importancia (ver 4) no se dan a conocer antes? Veamos los ejemplos:

Texto 1: Es muy conocida la expresión de “Singuli dies” n. 12: El milagro de la Obra consiste en saber hacer, de la prosa pequeña de cada día, endecasílabos, verso heroico. Se puede encontrar la misma fórmula en Surco (n. 500), en Es Cristo que pasa (n. 50, homilía pronunciada el 19 de marzo de 1963) y en la homilía “Amar al mundo apasionadamente”, pronunciada el 8 de octubre de 1967 y recogida en Conversaciones.

Texto 2: Como son casi iguales, no es difícil reconocer el n. 9 de “Singuli dies” en Forja n. 616, que dice lo siguiente:

Nuestra vida —la de los cristianos— ha de ser así de vulgar: procurar hacer bien, todos los días, las mismas cosas que tenemos obligación de vivir; realizar en el mundo nuestra misión divina, cumpliendo el pequeño deber de cada instante.
—Mejor: esforzándonos por cumplirlo, porque a veces no lo conseguiremos y, al venir la noche, en el examen, tendremos que decir al Señor: no te ofrezco virtudes; hoy sólo puedo ofrecerte defectos, pero —con tu gracia— llegaré a llamarme vencedor.

Texto 3: Aquí va otro texto de Forja casi idéntico al de “Singuli dies” n. 11: Tú has de comportarte como una brasa encendida, que pega fuego donde quiera que esté; o, por lo menos, procura elevar la temperatura espiritual de los que te rodean, llevándoles a vivir una intensa vida cristiana. (F 570).

Texto 4: Nuestro fragmento 1 de “Singuli dies” (n. 2) es archiconocido: la «declaración de principios» del Opus Dei, según Berglar (ver abajo). Sin embargo, hay que esperar a los años sesenta para que algunas de sus formulaciones se hagan públicas. Y eso que, como ya sabemos, el uso de la palabra “privilegiados” en este contexto ya aparece en la Encíclica “Rerum Omnium Perturbationem” (1923) de Pío XI (Ver Pío XI, 20.01.2006). (En general, hay que decir que la palabra “santo” y derivadas apenas aparecen en Camino, en contraste fortísimo con “Singuli dies”.)

Desde 1928 mi predicación ha sido que la santidad no es cosa para privilegiados, que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra, porque el quicio de la espiritualidad específica del Opus Dei es la santificación del trabajo ordinario. (Conversaciones n. 34, fechado el 16-V-1966)

Es necesario repetir una y otra vez que Jesús no se dirigió a un grupo de privilegiados, sino que vino a revelarnos el amor universal de Dios. Todos los hombres son amados de Dios, de todos ellos espera amor. De todos, cualesquiera que sean sus condiciones personales, su posición social, su profesión u oficio. La vida corriente y ordinaria no es cosa de poco valor: todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo, que nos llama a identificarnos con El, para realizar —en el lugar donde estamos— su misión divina. (Es Cristo que pasa n. 110, fechado el 26-III-1967)

Con el comienzo de la Obra en 1928, mi predicación ha sido que la santidad no es cosa para privilegiados, sino que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra, todos los estados, todas las profesiones, todas las tareas honestas. (Conversaciones n. 26, fechado el 15-IV-1967).

Texto 5: Tampoco será difícil reconocer “Singuli dies” n. 19 en este pasaje de Amigos de Dios (n. 136) fechado en 3-IV-1955: Así debes ejercitarte en el espíritu de penitencia: cara a Dios y como un hijo, como el pequeñín que demuestra a su padre cuánto le ama, renunciando a sus pocos tesoros de escaso valor —un carrete, un soldado descabezado, una chapa de botella—; le cuesta dar ese paso, pero al fin puede más el cariño, y extiende satisfecho la mano.


b) Y ahora viene lo gordo: En una publicación interna del Opus Dei aparece un texto de “Singuli dies” que se cita como procedente de… ¡¡la predicación oral del Fundador en los años sesenta!! (pasada siempre a lo escrito). ¿Qué ha pasado aquí? No hago conjeturas; a los textos me remito.

En el editorial “Parecerse a nuestro Padre” (en Crónica de junio 1985, pp. 590-596; también en Cuadernos 11: Familia y milicia) se cita el siguiente pasaje de “Singuli dies” (n. 18) como procedente de una meditación del 19-III-1960 que ya habría sido publicada en Crónica XII-1961, p. 12:

hemos de ser santos de veras, auténticos, canonizables; si no, hemos fracasado. Santidad auténtica, sin paliativos, sin eufemismos, que llega hasta las últimas consecuencias; sin medianías, en plenitud de vocación vivida de lleno. Amigos de Dios (n. 5)

También utiliza esta fórmula; curiosamente está fechada en 11-III-1960, aproximadamente una semana antes de la otra:

Hemos de ser santos —os lo diré con una frase castiza de mi tierra— sin que nos falte un pelo: cristianos de veras, auténticos, canonizables; y si no, habremos fracasado como discípulos del único Maestro. […] Parece increíble, pero Dios y los hombres necesitan, de nuestra parte, una fidelidad sin paliativos, sin eufemismos, que llegue hasta sus últimas consecuencias, sin medianías ni componendas, en plenitud de vocación cristiana asumida y practicada con esmero.

¡Ay, hermanos míos del Opus Dei, cuántas cosas quedan por explicar…!

Recordemos, finalmente, un argumento que usa Estruch para mostrar la evolución inconfesada del espíritu del Opus Dei: en Camino faltan determinadas expresiones que sólo más tarde se harán típicas del vocabulario de San Josemaría y de los miembros del Opus Dei (en la fase que llamo “Nuevo Opus Dei”, posterior a 1958). Pues bien, “Singuli dies” emplea muchísimas expresiones que en Camino no se utilizan lo más mínimo, pero que son típicas del “Nuevo Opus Dei”. Ejemplos: En el n. 5 se habla de cristianos corrientes, expresión que no aparece en Camino pero es muy frecuente en las obras de Escrivá de los años sesenta. En el n. 6 se menciona el respeto para la legítima libertad de todos: la palabra “libertad” está ausente en Camino, con las significativas excepciones de la nota editorial para la 15 edición de 1958 y de la nota que escribió Escrivá para la 26 edición en 1964 (!).

Conclusión

Como se puede ver, resulta del todo inaceptable el exultante comentario que realiza Peter Berglar (63-64, 67 en la versión PDF en Internet) con respecto a las cartas fundacionales, aunque ya se ve que entreveía los puntos problemáticos a los que me he referido (que resalto en negrita):

Uno de esos medios [= para impulsar el Opus Dei], que [el Fundador] utilizó desde el principio, fue la exposición, de palabra y por escrito, de lo que es el Opus Dei, y la aclaración de cómo se ha de realizar, de cómo se ha de vivir personalmente y en concreto. Muchas de sus innumerables exposiciones orales en homilías, conversaciones, tertulias familiares más o menos numerosas, viajes de catequesis, etc., han sido puestas también por escrito y, en parte, se han publicado. Muchas otras todavía están esperando el momento de su publicación. Además tenemos sus cartas, llenas de cariño paterno, que, por una vez, me atrevería a llamar «cartas doctrinales»; cartas que fue escribiendo para sus hijos en el Opus Dei con objeto de irles adoctrinando en ese camino de «santificación de la vida corriente» que habrían de recorrer, y, al mismo tiempo, de exhortarles, animarles, consolarles, fortalecerles y llenarles de optimismo y alegría. La primera de esas cartas (seguro que no es una casualidad) lleva la fecha del 24 de marzo de 1930, fiesta del Arcángel San Gabriel, y la última está fechada el 14 de febrero de 1974, «cumpleaños» de la Sección de mujeres. La primera es, si queremos ver las cosas humanamente, una santa y magnífica quijotada, pues se dirigía a personas que todavía no existían; la última estaba escrita para más de sesenta mil miembros de la Obra.

Con el objeto de archivar estas cartas, que tienen una gran importancia no sólo espiritual, sino también para la historia de la Iglesia, la mayor parte de ellas se han traducido al latín, idioma de la Iglesia. Como es normal en estos casos, se suelen designar y citar por las primeras palabras. Por ejemplo, aquella primera carta, dirigida a personas que sólo Dios conocía, se llama «Singuli dies». Es patente que tiene una importancia muy especial para comprender a Monseñor Escrivá de Balaguer y a la Obra: en esta carta tenemos el documento más temprano del Opus Dei, la primera «objetivación», en la historia, del carisma vocacional concedido al Fundador el 2 de octubre de 1928. Al leerla, llama inmediatamente la atención la sencillez y claridad de la exposición: cualquiera puede entenderla, tanto un indito con escasa formación como un científico de alto rango; quizá el indito la entienda con mayor facilidad, porque es más como un niño; aunque también el intelectual, si está dispuesto, podrá captar la gran profundidad de las sencillas frases.

[…]

La carta «Singuli dies» es algo así como una «declaración de principios» del Opus Dei. Todos los escritos posteriores son como su desarrollo, ampliación, explicación y diferenciación. Es una carta llena de juventud y de frescor, redactada con palabras vigorosas, nada pedantes ni propias de una jerga pía, sino claras y transparentes como las palabras de los Apóstoles; cristalinas y, a la vez, para quien se adentra en ellas, profundas como el mar.

Mira por dónde: la “primera” carta “doctrinal” del Fundador del Opus Dei parece estar mucho más relacionada con la última de lo que Peter Berglar hubiera podido soñar… Y es de tal importancia que el Opus Dei jamás la ha publicado completa, ni siquiera para sus propios miembros…


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