La censura en el Campus de la Universidad de Navarra

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Por Aldeano, 6.04.2009


Pero hoy quiero hablarles de una situación que, por increíble que parezca, ocurre en el Campus de la Universidad de Navarra, Pamplona, Comunidad Foral de Navarra, España... país cuya Constitución de 1978 afirma en el art. 20.1: "Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción".Por supuesto, la Constitución Española también dice en el art. 20.4: "Estas libertades tienen su límite en el respeto de los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y la infancia" (en correspondencia con el art. 18, que reconoce el derecho al honor).

En fin, estoy exagerando un poco, pero no tanto. Resulta que, a pesar de todo lo que diga la Constitución Española, si yo llegara a afirmar en frente de algún profesor/a miembro del Opus Dei que tengo un amigo homosexual, vaya a saber el lío que tendría él y yo. Una compañera lleva anticonceptivos en la cartera y tiene que andar escondiéndolos porque quien sabe lo que puedan hacerle si alguien del Opus Dei se entera. Vaya a saber uno el problema que uno puede tener si en la clase de Antropología uno defiende que la actual ley española del aborto responde a los mismos criterios que la regulación a la legítima defensa y que, aunque esté yo en contra, es una ley que puede sustentarse argumentalmente (no así la de plazos que quiere aprobar el actual Gobierno, que ya es un disparate). Y así, ad nauseam... y se supone que en la Universidad somos todos ya mayores de edad y, por tanto, gozamos del pleno ejercicio de nuestros derechos legales y constitucionales.

Ejemplo práctico y real: Cada tanto nos reunimos a comer un grupito en el que, por esas cosas de la vida, hay una lesbiana. Nos llevamos muy bien y nos distendemos bastante (quizás demasiado y después llegamos tarde a clase, pero eso es otra historia). Bien, pero a veces se nos suma una posible supernumeraria... y ahí la cosa se tensa y tenemos que estar haciendo malabarismos para encubrir a la lesbiana (y ella, retorciendo sus palabras para no descubrirse). Porque sabemos la radicalidad que ostenta (con orgullo) esta supernumeraria-sin-confirmar acerca de este tema... Resultado: la comida se hace insoportable.

Otro ejemplo: Hay cierto sector de nuestra carrera muy dado a los chistes verdes. En fin, a uno le pueden gustar o no, pero no puede negar que se trata de chistes contados como chistes y no son en serio. Bien, resulta que los miembros y "satélites" les hacen el vacío tildándolos de "vulgares" o "imbéciles". Grandioso, porque más de alguno de estos moralistas antes pertenecían a los "vulgares".

Otro ejemplo, que raya con lo patético: Cierta chica me ayuda con algo. Como es natural, lo cuento porque creo que siempre hay que dar a conocer las bondades de los demás. Bien, resulta que en manos de la "versión oficial" esa chica pasa a ser una "manipuladora". Es decir, ¿ahora ni se puede hablar bien de la gente que no es miembro del Opus Dei?

La "censura" continúa. Lo peor es que uno la asimila inmediatamente y, aunque intenta romper las "reglas", finalmente no lo hace porque no compensa, por miedo, por qué sé yo. Como si estuviéramos en la República Democrática Alemana viviendo con el miedo de que tu vecino sea un agente STASI.

Sí, esto sucede en la España postfranquista.



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