Informe sobre el Opus Dei/Vida y tono en los centros

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Vida y tono en los centros

1.- Nuestros Centros están demasiado cerrados y todo su régimen formalizado de tal manera que es muy difícil que uno pueda considerar el Centro como su casa: donde está a gusto, donde puede descansar y practicar sus aficiones (oír música, ver películas, etc.), o donde puede invitar a cualquier amigo o colega.

En la situación actual, es impensable invitar a un amigo a tomar una cerveza en plan informal, o incluso invitarle a comer. En Centros -como el mío-, está dicho que incluso los supernumerarios se limiten a estar en las zonas comunes (oratorio y salas de recibir), y que no pasen a las habitaciones. No se concibe que un colega vaya al Centro a trabajar, porque, por ejemplo, necesitan usar el ordenador. En general, nadie visita los Centros, ni siquiera los parientes y hermanos de los que allí viven: en ninguno de los diversos Centros en que he vivido, he conseguido que se considerase oportuno que mi madre viese la habitación que yo ocupaba; e incluso cuando, sobre todo al principio, cuando ella pedía verla, se le daba una excusa amable, pero no se la deja pasar a verla.


2.- Se confunde el tono humano con el tono de una familia burguesa europea de la primera mitad de este siglo, antes de la gran revolución cultural de la segunda postguerra. Intentar que haya criterios intemporales de tono humano es totalmente absurdo y pretender mantenerlos es condenarse al arcaísmo, a vivir fuera de la realidad, a hacer un mundo aparte. Así, por ejemplo, que los almuerzos y cenas sean totalmente formales (como hace más de cincuenta años), hasta el punto de que, muchas veces, no se puede invitar a uno no de Casa a comer a un Centro, porque no entendería nada de lo que allí sucede. Ese estilo de comer y cenar creo recordar haberlo visto alguna vez en casa de mi abuelo, pero ya en casa de mis padres no se hacían las comidas con tanta formalidad y, por supuesto, la cena no era considerada una reunión de familia.

En la misma línea, hay montones de detalles que dan un tono arcaizante al ambiente de nuestros Centros: modo de vestir en el comedor (con manga larga) y en las bendiciones, ponerse de pie cuando entra o sale el director durante la tertulia, no cruzar las piernas en el círculo breve, no disponer de un sitio donde estar informalmente con los amigos, la decoración más o menos "conservadora" (en todo caso, muy distinta de la que veo ente mis colegas y amigos), imposibilidad de tomar algo cuando se tiene hambre -o incluso molestias estomacales--, el tono de misterio exagerado de todo lo que se refiere a al administración, etc.


3.- Otro capítulo es el que se refiere al descanso de los numerarios: tanto respecto al sueño diario, como el descanso semanal y anual. Dado que esto está bastante regulado, es difícil que cada uno pueda practicar sus propias aficiones, descansar del modo que él juzgue oportuno (y además acompañado), etc. Quizá -no lo sé- ésta sea una de las causas del estrés al que están sometidos mucho numerarios, y de la proporción de enfermos psíquicos que hay en los Centros, más alta de lo ordinario, aunque debería ser mucho más baja, puesto que son gente seleccionada.


4.- Me parece claro que todos los criterios e indicaciones sobre esos comportamientos (levantarse para recibir al director, vestirse así o asá en el comedor), estilos externos, modos de descanso, etc. deberían suprimirse totalmente. Basta con que cada numerario formado actúe según él es, según las costumbres sociales del momento, etc; o sea, en plena y total espontaneidad autónoma. En todo caso, si uno desentona (no del tono de nuestros Centros -no debería existir tal concepto-, sino de los usos y costumbres sociales del momento), ayúdesele a ser una persona correcta.


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