Increíble propaganda sobre “La vida en el Opus Dei”

From Opus-Info
Jump to navigation Jump to search

Por Doserra, 10.01.2007


Presentación

Con motivo de la novela y película El Código Da Vinci, la Oficina de información del Opus Dei editó un folleto, La vida en el Opus Dei. Las personas del Opus Dei en el mundo actual, que, sin juzgar la conciencia de sus autores, al leerlo me ha parecido un notable ejercicio de cinismo. Pues han tratado de contrarrestar los efectos mediáticos de esa novela-película asegurando ser lo que deberían ser pero saben que no son.

Si hubieran hablado de otros temas que procuran vivir, serían más aceptables sus excusas. Pero intentar defenderse atreviéndose a asegurar que se caracterizan precisamente por los aspectos en los que más han traicionado el espíritu fundacional, me parece muy escandaloso: algo semejante a lo que denunciaba Daniel M. en su artículo Vocación ¿a qué y para qué?


Un carisma vendido

El primer apartado del folleto editado por la Oficina de Información, La vida en el Opus Dei. Las personas del Opus Dei en el mundo actual, se titula “El escaparate de las 24 horas del día”. A mi juicio, no podían haber escogido mejor título para reflejar lo que le ha sucedido al carisma del Opus Dei: pues lo han traicionado, lo han vendido. Veamos los dos párrafos –el primero presenta y el segundo explica- de este apartado:

«Todo lo que hace una persona del Opus Dei a lo largo del día -desde que suena el despertador hasta que se acuesta por la noche-, tiene un gran interés. Para ella misma en primer lugar, porque los cristianos saben que Dios está pendiente de ellos y de sus cosas, por muy pequeñas que parezcan. Y también porque saben que su comportamiento puede ser un estímulo para los demás: algo tan obvio como la necesidad de dar buen ejemplo, de procurar comportarse siempre de forma coherente, con el propósito de imitar a Jesucristo...

Partir de la base de que somos hijos de Dios y de que estamos ante él en todo momento, cambia radicalmente la existencia de cada uno. Ser consciente de esta realidad, y actuar en consecuencia, está al alcance de todos. La llamada ala santidad es universal y asequible a cualquier persona. Hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, obreros, empleados, estudiantes, intelectuales…; en el trabajo, en el descanso, en casa, en el campo; ante lo bueno, ante lo malo… El detalle más normal de nuestra vida puede convertirse en punto de apoyo para intentar ser santo. Evidentemente, para esto no hace falta ser del Opus Dei. Pero el Opus Dei ayuda a sus miembros a luchar para vencer las dificultades que se presentan: empezando por los propios defectos, que no son pocos, reconocerlos, pedir perdón y volver a empezar cada día, con la agradable sensación de poder estrenarlo para estar pendiente de lo que quiera Dios».

Me llaman la atención las siguientes cuestiones:

  1. La primera es que no hayan sabido determinar lo distintivo del carisma del Opus Dei: hablan de saberse hijo de Dios en todo momento del día, lo cual es común a todas las espiritualidades cristianas. No, lo específico de la Obra es actuar esa filiación divina y ejercer el apostolado cristiano en y a través de las realidades seculares y de las circunstancias normales en que Dios ha puesto a cada uno.
  2. Una consecuencia de esa falta de claridad respecto de lo propio del Opus Dei es que añadan que, si bien para vivir como hijo de Dios todo el día no hace falta ser del Opus Dei, la institución ayuda a los miembros a vivirlo, y a arrepentirse cada vez que uno cae. ¿Y no hacen eso las demás instituciones y movimientos eclesiales laicales? Claro que lo hacen. Lo diferencial está en el modo de ayudar, es decir, en que la Obra ayuda –debería ayudar- a descubrir las virtualidades santificantes y evangelizadoras de las realidades más normales y ordinarias y con unos medios ascéticos adecuados para ese fin.
  3. ¿Cómo es posible que no hayan acertado a divulgar su mensaje? Pienso que esto se debe a que no se está viviendo en la práctica, a que lo han traicionado, vendido. Salvo los Supernumerarios, que sí desarrollan una vida más normal, los Numerarios y Agregados viven con tantas rarezas y peculiaridades, más propias de los monjes que de los seglares, que no tienen fácil entender el carisma. Y entonces se convierte en una mera apariencia, en algo externo; y se entiende que hayan acabado escogiendo para titular el apartado la desafortunada metáfora del escaparate.

El fin: autoabastecerse

El segundo apartado del folleto que venimos comentando, “La vida en el Opus Dei”, lleva por título una frase que el Fundador solía repetir como slogan, pero que luego desmintió con su manera de gobernar: “De cien almas nos interesan cien”.

En su Carta sobre la labor apostólica con la juventud, Escrivá había dejado bien sentado que aunque deseamos que el Señor promueva muchas y buenas vocaciones, os insisto en que buscamos en primer lugar la mejora espiritual de todas las almas –sin excepción-, que con buena voluntad se acercan a nuestro apostolado (Carta Quem per annos, 24.X.1942, n. 10). Pero luego, con la excusa de las necesidades de expansión, permitió que se adulterara el estilo de los apostolados de la Obra y se convirtieran -de lugares de ayuda desinteresada en los que fuera Dios quien suscitara las vocaciones entre quienes deseara y al ritmo que quisiera- en maquinarias polarizadas en autoabastecerse a sí mismas y que dejan para un segundo momento, que nunca llega, la ayuda desinteresada...

Por eso, teniendo en cuenta que en la realidad ese slogan se ha quedado en una frase bonita nunca practicada, resulta doloroso que sea usado para describir la vida de una institución que vive desde sus inicios como una réplica de Saturno devorando uno tras otro a sus hijos: buscando desaforadamente incorporar como prosélitos a quienes sean, para paliar la desbandada que lógicamente luego se produce. Si citaran el slogan como ideal hacia el que caminar desde la autoconciencia de la precariedad, resultaría tolerable. Pero mencionarlo como algo característico de sus apostolados raya en el cinismo y convierte la explicación que realizan, y que recojo a continuación, en un boomerang que se les vuelve contra sí mismos:

«Esta especie de eslogan apostólico puede parecer demasiado ambicioso. Atractivo, pero poco realista, diríamos. Sin embargo, lo repitió miles de veces el fundador del Opus Dei. Él estaba convencido. Tanto que lo puso en práctica sin dudar. Realmente se identifica con la caridad: no existen motivos para tratar a unos de una forma y a otros de otra. Comprender a los demás no admite fronteras de ningún tipo, ni geográficas, ni sociales, ni lingüísticas, ni intelectuales, ni de salud, ni de cultura, ni de nada. Por eso, si la capacidad de amar a Dios afecta a todas las almas, ¿por qué conformarse con menos?

La caridad tiene dos vertientes perfectamente unidas: amar a Dios y al prójimo. Acercar a otros a Dios es caridad. Y descubrirles la figura de Jesucristo. Y escuchar a quien sufre o está solo. Y comprender a quien tiene un problema. Amar a Dios, además, tiene consecuencias importantes al tratar a los demás. Nos facilita la solidaridad con los más necesitados. Nos compromete a curar, acompañar, consolar a los enfermos… Anima a procurar que todos adquieran la cultura espiritual y humana que les corresponde: es decir, ayuda a trabajar con empeño para acabar con la enfermedad de la ignorancia. Las personas del Opus Dei intentan ver a Cristo en los demás, y a actuar en consecuencia. Por otra parte, gente del Opus Dei, junto con sus amigos, impulsa en todo el mundo cientos de iniciativas: dispensarios médicos, centros de promoción de la mujer, colegios y universidades, centros de investigación médica, programas de integración multirracial, escuelas agrarias, clubes juveniles… Servir a los demás es el motor de estas iniciativas y del día a día de cada uno allí donde se encuentra, cerca de los suyos, con sus vecinos, en su barrio y en la ciudad. Vivir la caridad está al alcance de la mano: es cuestión de querer. Basta con dejarse ayudar con Dios, contar con la eficacia de la oración y de algún medio de formación. De aquí procede la energía para afrontar todo tipo de tareas evangelizadoras en medio de la calle».

Me parecen pertinentes las siguientes observaciones:

  1. Interesarse por el 100% de las almas que Dios nos ponga en nuestro camino no sólo no es una meta demasiado ambiciosa, sino el mínimo que la caridad cristiana exige.
  2. Que Escrivá estuviera convencido de la verdad de esa exigencia moral, y la repitiera, no significa, ni mucho menos, que lo aplicara a la hora de dirigir los apostolados del Opus Dei, como le sucedió en otras muchas cuestiones, según se viene mostrando en esta Web.
  3. Ese hermoso canto a la universalidad de la caridad cristiana, que aparece en el párrafo primero, con la acertada descripción de las consecuencias que deben seguirse en el orden de las obras de misericordia, que puede leerse en el segundo párrafo, se consignan en este folleto como una explicación de lo que la institución promueve, cuando en realidad debería servirles como un buen guión de examen de conciencia que les ayudara a rectificar.
  4. En efecto, quien se mueva en esos ambientes, sabe que, salvo honrosas excepciones, son los intereses proselitistas y económicos los que rigen el trato apostólico que se mantiene con las personas que ahí se acercan. La gratuidad de la caridad (del griego járitas = gratuidad) brilla por su ausencia en las habituales directrices apostólicas de los Directores.
  5. Asimismo, quien conozca los apostolados de la Obra, sabe que las labores asistenciales –personales y corporativas- son proporcionalmente minoritarias, y que la mayoría de los esfuerzos se dedican a promover colegios caros, clubes juveniles para muchachos de clase media-alta y universidades.

En la idea final sí estoy muy de acuerdo: «Vivir la caridad está al alcance de la mano: es cuestión de querer. Basta con dejarse ayudar con Dios». Pues, ¡hala!, ya lo saben: nunca es tarde para empezar a vivirlo.

Una iglesia paralela

El tercer apartado del folleto que vengo comentando tiene como título una frase del Fundador con la que pretendía subrayar el carácter eclesial de la institución que había promovido. Solía decir que el Opus Dei es "...una partecica de la Iglesia".

Ojalá fuera así. Pero, como se explica en el impresionante estudio de Oráculo sobre La libertad de las conciencias en el Opus Dei, éste es uno de los principales problemas de la Obra: que han conseguido una cobertura institucional que les confiere la suficiente autonomía como para funcionar en paralelo sin que ninguna autoridad de la Iglesia inspeccione sus prácticas, y puedan continuar con sus métodos no eclesiales de forma que nadie les llame la atención. Veamos los dos párrafos con los que desarrollan lo expresado en el susodicho título:

«La Iglesia es más que una gran organización. Es la casa común de los católicos. Pero no se está en la Iglesia simplemente para asistir a actos litúrgicos o ser buenas personas sin más. Los miembros de la Iglesia actúan, se mueven, contribuyen para que la Iglesia sea una realidad viva en cada uno. Como en una familia, todos colaboran. El Papa, los obispos, los sacerdotes, cuentan con el trabajo y participación de los fieles. Es decir, en la Iglesia estamos para servir, para ser útiles... "El Opus Dei es una partecica de la Iglesia" explicaba Josemaría Escrivá para resumir el sentido esencial de la Obra.

Estar bautizado y vivir lo que la Iglesia enseña, probablemente suponga participar en el programa con mayor proyección mundial, tanto desde el punto de vista geográfico como en el tiempo. El Opus Dei es una institución de la Iglesia, por lo que sus miembros –como es lógico- también son fieles católicos, laicos en su mayoría y algunos sacerdotes. Sus obligaciones y responsabilidades respecto a otros bautizados son exactamente las mismas. Amar y obedecer al Papa. Venerar a los Obispos. Participar en las tareas pastorales y litúrgicas de los sacerdotes. Las personas del Opus Dei son hombres y mujeres que, desde su lugar de vida y trabajo, se esfuerzan para que la Iglesia sea una referencia en la sociedad».

Se me ocurren las siguientes objeciones:

  1. Una cosa es que la pertenencia a la Iglesia no deba limitarse a la participación en unos actos de culto, y otra que la realización de los apostolados específicos de la Prelatura justifique un funcionamiento al margen de la vida ordinaria de las diócesis y parroquias.
  2. También en el primer párrafo se dice que en la Iglesia estamos para servir y, al señalar que la Obra es parte de la Iglesia, se da por sobrentendido para ella ese espíritu de servicio. Lo que no se explica es que luego el Fundador decía que la Obra sirve a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, y añadía que el modo de hacerlo es cumpliendo los fines de la Obra: un cómodo expediente para no colaborar en la pastoral ordinaria de las diócesis y parroquias, justificándose en que los de la Obra ya realizan otros servicios; pero una justificación que no se compadece con la constante proclamación de que los miembros de la Obra son cristianos corrientes, que no se salen de su sitio al hacerse del Opus Dei.
  3. Resulta un tanto pobre esa visión meramente empresarial del hecho de haber sido bautizado y pertenecer a la Iglesia, que aparece al comienzo del segundo párrafo. Recuerda esa visión voluntarista y semipelagiana, activista, que tanto denosta Benedicto XVI cuando critica esas visiones de la Iglesia en las que lo importante es lo que hacen los hombres y no lo que hace Dios.
  4. Afirmar que las obligaciones y responsabilidades de los fieles de la Prelatura son exactamente las mismas que las de los otros bautizados induce a engaño. A los fieles de la Obra no se les dice que se comprometen a vivir su compromiso bautismal, sino que adquieren unos compromisos añadidos que les diferencia de los cristianos corrientes, como se ha denunciado ampliamente en muchos artículos publicados en esta Web.
  5. Cuando se afirma que en la Obra se inculca el amor y la obediencia al Papa, habría que aclarar que se hace a beneficio de inventarios: es decir, siempre que el Papa esté en consonancia con las directrices de las autoridades del Opus Dei.
  6. Resulta sospechoso que se hable de venerar a los Obispos y no de amarles y obedecerles, como se ha dicho del Papa.
  7. No sé qué entenderán por “participar en las tareas pastorales y litúrgicas de los sacerdotes”. Pues la realidad es que, so capa de mentalidad laical y de que los miembros de la Obra ya tienen sus apostolados, los Directores de la Obra no suelen fomentar en sus fieles ese espíritu de participación.
  8. Es cierto que, en sus comienzos, el Opus Dei fomentó que sus miembros fueran personas que, desde su lugar de vida y trabajo, se esforzasen para que la Iglesia fuera una referencia en la sociedad. Y así se hacía constar en sus Constituciones de 1950, en las que se pedía a los Numerarios de la Obra que fueran ejemplares en ese aspecto (cfr. n. 18). Pero desde que el Fundador hizo que los miembros llamados inscritos se comprometieran a no apegarse a sus cargos, éstos se instalaron en ellos de forma inamovible, perdieron el contacto con la calle y la capacidad de impulsar una auténtica evangelización de la sociedad.

La obsesión por el control

El cuarto apartado del folleto que vengo comentando tiene como título otra frase del Fundador con la que quería subrayar el carácter secular de la institución que había promovido. Solía decir que el Opus Dei es Una organización desorganizada. Y el folleto comenta:

«Con este juego de palabras definía el fundador del Opus Dei su estilo de vida. Un mundo moderno y cambiante como el actual requiere una visión fresca y flexible de las organizaciones. La universalidad del Opus Dei obliga a la existencia de una cierta estructura de dirección que, de hecho, es bastante informal. Mujeres y hombres; mayores, jóvenes y de todas las edades; caracteres y personalidades múltiples, personas de todas las razas y presentes en casi todos los países del mundo; que cada uno trabaja en lo que la vida le ha deparado, con horarios de todo tipo; perfectamente compenetrados con la dinámica de una sociedad global, móvil y polivalente. Ante este panorama y la necesidad de coordinar que cada cual reciba la formación cristiana oportuna, la expresión "organización desorganizada" resulta bastante precisa.

Que la vida actual sea compleja no es sinónimo de desorden. En todo caso, es una llamada a organizarse mejor. La fórmula del Opus Dei se basa en la sencillez. Casi coincidiendo con cada país existe un órgano de coordinación que encauza las iniciativas apostólicas de las personas de la Obra, que a su vez se agrupan en Centros. Por otra parte, garantizar la independencia de cada persona y vivir el mismo espíritu, es el reto de esta “organización desorganizada”. Hay unas actividades dirigidas a mujeres y otras a hombres. También se tiene en cuenta una cierta distribución según la edad, ocupación o estado civil –jóvenes, profesionales, casados…- para un mejor aprovechamiento».

Así debería ser. Pero vino con la rebaja la personalidad controladora del Fundador, y el Opus Dei se acabó convirtiendo en una de las instituciones eclesiales en las que mayor control existe. Me ahorro los comentarios, ya que en diversos artículos publicados en esta Web se ha mostrado ampliamente esa realidad, que afecta especialmente a l@s Numerari@s, así como su repercusión en la pérdida de secularidad que ha ocasionado a la institución: Oráculo ha denunciado el tráfico de informes de conciencia que realizan los Directores, en consonancia con lo que establece al respecto la Instrucción para los Directores; en la sección de documentos internos/secretos del Opus Dei pueden verse diversos modelos de impresos que utilizan para controlar hasta lo más delicado, que Trinity adjuntó a su correo sobre La obsesión por el control en el Opus Dei; y yo mismo me referí a este problema en mi escrito El Opus Dei, organización desorganizada?

La libertad abortada

Dedicado a Elena Longo


El quinto y último apartado del folleto “La vida en el Opus Dei. Las personas del Opus Dei en el mundo actual”, cuya glosa concluimos con el presente comentario, tiene como título otra frase: “Porque me da la gana”, con la que al Fundador gustaba subrayar la importancia moral del actuar libre.

El Fundador predicó y escribió ideas preciosas sobre la libertad. Pero, en esto como en otros muchos aspectos, su compleja personalidad le llevó luego a establecer para la Obra innumerables disposiciones con las que los ideales libertarios proclamados se quedaron en el mundo de las ideas, hasta acabar finalmente abortados. El folleto afirma:

«Una experiencia bastante común es la sorpresa que suscita la libertad con la que se mueven las personas del Opus Dei. Se podrían elaborar todo tipo de teorías al respecto, pero ninguna tan gráfica como la frase "porque me da la gana", utilizada por el propio fundador del Opus Dei. En este sencillo argumento se apoya el testimonio de quienes pertenecen al Opus Dei. Una afirmación sorprendente por inesperada, por espontánea, por atractiva y, además, porque es verdad. Es la misma razón que suelen esgrimir los enamorados para defender su compromiso, o un estudiante al elegir carrera y cualquiera cuando decide desinteresadamente hacer una buena obra. Se trata sencillamente de vivir con intensidad el compromiso bautismal. No se recibe la vocación al Opus Dei por tener unas virtudes especiales, ni se asume por un motivo diferente que el deseo de querer cumplir la voluntad de Dios "porque me da la gana".

La libertad en el Opus Dei es esencial. En realidad es una exigencia del ser humano, una condición para que nuestras acciones tengan valor y mérito. Sin libertad, nada vale. Libertad en qué, para qué, cuándo y cómo. Libertad siempre y con responsabilidad. Las personas del Opus Dei gozan de las mismas libertades que el resto de los ciudadanos: libertad ideológica, cultural, profesional, artística, de opinión, de movimiento, de vida. Incluso la libertad de equivocarse –que el ser humano tiende a rehuir-, forma parte del sentido de la libertad que se respira en el Opus Dei. No hay más límites para sus miembros que lo que en cuestiones de fe y de moral exige la Iglesia a todos los fieles. La verdad y la libertad forman un tándem: una no puede mantenerse sin la otra. Desde esta perspectiva, el aparente dilema obediencia-libertad desaparece al hablar de santidad y apostolado. En relación con los demás, una consecuencia de lo anterior es el amor y defensa de la libertad ajena. La amistad y la lealtad emergen como valores de gran estima cuando predomina el clima de elegante respeto a la libertad individual de todos».

Sin ánimo de ser exhaustivo, se me ocurren las siguientes observaciones:

  1. Me parece chocante que un folleto escrito para salir al paso de los ataques contenidos en “El Código Da Vinci” -donde el principal protagonista opusino es un sicario fanatizado-, afirme que los miembros del Opus Dei se distinguen en la sociedad por la libertad con que se mueven en su vida diaria.
  2. Tampoco parece admisible sin más que el testimonio de quienes están en la Obra confirme que en ella se vive en libertad. Pues la realidad es que de lo que hablan los testimonios de los que han salido de la Obra es de un control asfixiante y en materias de las que nunca les hablaron antes de entrar en la institución. Y otro tanto puede decirse considerando, respecto de los que aún están dentro, que el índice de perseverancia de los miembros célibes es ínfimo, y llamativo el de enfermos psíquicos en los Centros de san Miguel.
  3. Es una pena que ese reconocimiento de la importancia de la libertad, que aparece al comienzo del segundo párrafo, no se traduzca luego en realidad en varios de los planos que se señalan: los fieles del Opus Dei no son cristianos corrientes en el orden cultural y artístico, donde existen numerosísimas directrices para las lecturas, el cine o el uso de los medios informativos; en el plano teológico y espiritual, donde se ven constreñidos a una endogamia de autores institucionales; en el terreno de sus actuaciones familiares y sociales, especialmente l@s Numerari@s; y no digamos ya, como ha puesto en evidencia magistralmente Oráculo, en el campo de la libertad de sus conciencias para escoger confesor y buscar asesoramiento espiritual personal.
  4. Resulta asombroso que el folleto presente como distintivo del ambiente del la Obra el respeto a la libertad de equivocarse, cuando la profusión de directrices preventivas, que aparecen en los vademecums internos-secretos, asfixian hasta el trastorno psicológico la espontaneidad vital de muchos de los miembros, sobre todo de l@s Numerari@s.
  5. No es cierto que en materia de fe y moral los miembros del Opus Dei no tienen más límites que los que la Iglesia propone a sus miembros. Basta consultar la Guía bibliográfica interna o el Elenco de libros aprobados para la lectura espiritual, o la relación de Casos de conciencia de referencia cr 11/00, o las Experiencias de ceremonias litúrgicas, documentos todos ellos publicados en esta Web, para darse cuenta de que las autoridades de la Obra, en contra de lo que ésta proclama y de lo aprobado en sus Estatutos, se entrometen en multitud de asuntos que exceden las competencias atribuidas por la Santa Sede.
  6. Resulta patético que presuman de amor y respeto a la libertad de los demás quienes promueven un proselitismo seductor y coactivo con los jóvenes y, en los centros escolares promovidos por la institución, les presionan de múltiples maneras para que asistan a las actividades de formación religiosa.
  7. Estoy de acuerdo en que “la verdad y la libertad forman un tándem: una no puede mantenerse sin la otra”. Quizá por eso, el miedo a la libertad derivado del afán controlador de Escrivá, acabó ocasionando que se ofuscaran en la práctica tantas y tantas verdades sobre las que inicialmente predicó y escribió con tan admirable lucidez.
  8. Asimismo, concuerdo en que la amistad y lealtad verdaderas son imposibles sin un clima de exquisito respeto a la libertad. Pues esto explica, a mi entender, que la institucionalizada violación de la libertad de las conciencias de los miembros, denunciada por Oráculo, haya ocasionado la habitual instrumentalización proselitista de la amistad y la falta de lealtad incondicional con las personas que deciden rescindir su contrato de incorporación al Opus Dei.

Pensando en algunas afirmaciones de Escrivá -y sin juzgar su interioridad-, parece como si en este caso se hubiera cumplido también la maldición bíblica de que Dios rechaza a los soberbios y a los humildes da su gracia (cfr. Lc 1, 51-52). Pues Escrivá solía presumir de haber diseñado para el Opus Dei una libertad que había ido buscando por todo el mundo, como Diógenes Laercio, y no había encontrado ni en la vida civil ni eclesiástica. Es posible que tuviera razón en lo que criticaba. Pero lo cierto es que, a la hora de plasmar sus ideas, acabó siendo abortada la libertad que Dios debió ayudarle a vislumbrar».




Recapitulando los apartados anteriores, diría que he querido comentar este folleto porque me ha parecido paradigmático del actual modo de proceder del Opus Dei. Pues en estos cinco apartados se sintetiza bastante bien precisamente lo que debería ser la Obra, aquello para lo que ésta nació y que constituyó el atractivo para muchos; pero que, lamentablemente, se ha quedado, en gran medida, en papel mojado. Y he querido dedicar esta última edición a mi admirada Elena porque me ha parecido súper acertado su última comunicación: Juzgar los hechos y/o juzgar las personas, que suscribo plenamente.

En efecto, ¿los responsables de esta increíble propaganda saben que todo eso es lo que debería ser pero en realidad no es? Que Dios me libre de juzgarlo. Pues el mundo de la inteligencia emocional es, como dice Aquilina-Elena, inescrutable para los ajenos: no sólo por su inextricable complejidad, sino también porque en cada interioridad humana, aun de la persona más perversa, late el misterio de Dios, a cuya imagen y semejanza fue creada.



Original