Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado IV 26

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TERCERA PARTE: LA VIDA EN CRISTO341

26. LA LIBERTAD, LA LEY Y LA CONCIENCIA


El fin último y el sentido de la libertad

  • "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios"342. Entre las criaturas de sta tierra, el hombre —creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen 1,26) y elevado a la dignidad de hijo de Dios (Ef 1,5-6)— refleja más que ninguna otra criatura la gloria del Creador (cfr. Catecismo, 1703).
  • Las demás criaturas de este mundo manifiestan necesariamente la gloria de Dios. La persona humana ha sido creada para dar gloria a Dios libremente343.

— "La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza" (Catecismo, 1731).

341 En la Primera parte ha tratado sobre el Credo, que contiene las principales verdades que Dios ha revelado al hombre. En la Segunda se ha hablado de los Sacramentos, que son los principales medios por los que Dios nos comunica la gracia, una nueva vida que nos lleva a vivir de acuerdo con la verdad que nos ha revelado. Así como en el fuego son inseparables la luz y el calor, de igual modo en la existencia cristiana no puede separarse la doctrina y la vida.

Esta vida nueva es la que se estudia en la Tercera Parte, titulada La vida en Cristo o Moral cristiana. Se llama así porque la vida cristiana consiste en vivir en Cristo. El cristiano debe imitar en todo a Cristo, conformando a Él sus pensamientos, sus palabras y sus acciones, siguiendo su ejemplo. Este ideal sería imposible de alcanzar si no fuera porque el Espíritu Santo habita en nuestros corazones, y nos une a Cristo, como los sarmientos están uni­dos a la vid (cfr. loann 15), haciéndonos vivir su misma vida, de tal manera que quien no pone obstáculos a su acción, sino que coopera con Él, llega un momento en que puede afirmar, como el Apóstol San Pablo: “ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).

342 CONCILIO VATICANO I: DS 3025; cfr. Catecismo, 293.

La creación entera manifiesta la Sabiduría y la Bondad de Dios: en esta manifestación consiste la gloria de Dios (cfr. Catecismo, 294).

343 Gracias a la razón es capaz de comprender el orden de las cosas establecido por el Creador y de reconocer su gloria (cfr. Catecismo, 2566); y gracias a la voluntad libre es capaz de dirigirse por sí mismo al bien verdadero (cfr. Catecismo, 1704).

Para esto ha recibido la libertad: "Dios quiso «dejar al hombre en manos de su propia decisión» (Sir 15,14), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección" (Catecismo, 1730).


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  • La libertad es "signo eminente de la imagen divina" en el hombre344. Mediante el ejercicio recto de la libertad, en la búsqueda de la verdad y en el amor al bien, la persona humana encuentra su perfección (cfr. Catecismo, 1704), aumenta la semejanza con la Imagen del Hijo (cfr. II Cor 3,18) a la que Dios nos ha destinado al crearnos y elevarnos en Cristo (cfr. Rom 8,29; Colos 1,15; II Cor 5,17).
  • Esta perfección, en la que consiste el fin y la felicidad de la persona humana, alcanzará su plenitud en el Cielo, con la visión de Dios "cara a cara" (I Cor 13,12): "entonces seremos semejantes a Él porque le veremos como es" (/ loann 3,2)345.

e) "Hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar" (Catecismo, 1732)346.

La ley moral natural

  • Se llama ley eterna al plan de la Sabiduría divina para conducir toda la creación a su fin347.
  • Dios conduce cada criatura a su fin de acuerdo con su naturaleza. Concretamente, "Dios provee a los hombres de manera diversa respecto a los demás seres que no son personas: no «desde fuera», mediante las leyes inmutables de la naturaleza física, sino «desde dentro», mediante la razón que, conociendo con su luz natural la ley eterna de Dios, es capaz de indicar al hombre la justa dirección de su ubre actuación"348.
  • La ley moral natural es la participación de la ley eterna en la criatura racional349. Es "la misma ley eterna ínsita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene"350. Es, por tanto, la misma luz de la razón "que permite al

344 CONCILIO VATICANO II, Const Gaudium et spes, 17; cfr. Catecismo, 1705.

345 En la visión de Dios se encuentra el fin último de la vida humana, aquello para lo que nos ha creado Dios, la felicidad plena que cumple y supera todo deseo de felicidad (cfr. Catecismo, 1718 y 1722)

"Dios nos ha llamado a su propia bienaventuranza" (Catecismo, 1719), al "gozo de la vida trinitaria" (Catecismo, 1721), a "la vida perfecta con la Santísima Trinidad... realización de las aspiraciones más profundas del hombre, estado supremo y definitivo de dicha" (Catecismo, 1024).

La gloria de Dios es que el hombre alcance esa perfección y sea feliz; y la felicidad del hombre está en dar gloria a Dios (cfr. Catecismo, 294): "la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios" (SAN IRENEO, Adversus haereses, 4, 20,7).

346 "La libertad humana es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó (...), se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado" (Catecismo, 1739).

La gracia que nos ha ganado Cristo nos libera de esa esclavitud (cfr. Gal 5,1) y nos da la fuerza para usar bien la libertad (cfr. Catecismo, 1742): la "libertad de los hijos de Dios" (Rom 8,21).

347 Cfr. SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae I-II, q.93, a.l, c. Mediante la ley eterna, "Dios ordena, dirige y gobierna, con el designio de su Sabiduría y de su Amor, el mundo y los caminos de la comunidad humana" (CONCILIO VATICANO II, Declar. Dignitatis humanae, 3).

348 JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-93), 43. "De esta manera, Dios llama al hombre a participar de su providencia; es decir, quiere dirigir el mundo por medio del hombre mismo, a través de su cuidado responsable y razonable: no sólo el mundo de la naturaleza sino también el de las personas humanas" (ibidem).

349 Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 43; SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q.91, a.2.

350 Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 44.


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hombre discernir el bien y el mal" (Catecismo, 1954) y que nos manda hacer el bien y evitar el mal, para tender hacia Dios, nuestro último fin351.

d) Propiedades. La ley moral natural está inscrita por Dios en la misma naturaleza racional del hombre352 (no se añade al hombre, como no se añade a la piedra la ley de la gravedad). Esta ley:

  • es universal, porque se extiende a toda persona humana, de todas las épocas (cfr. Catecismo, 1956)353;
  • es inmutable, porque la naturaleza humana es inmutable (lo que es esencial no cambia con la historia y la cultura) (cfr. Catecismo, 1957-1958);
  • es obligatoria ya que, para tender hacia Dios, "el hombre debe hacer libremente el bien y evitar el mal; y para esto debe poder distinguir el bien del mal, lo cual sucede efectivamente gracias a la luz de la razón natural"354. La observancia de la ley moral puede ser algunas veces difícil, pero jamás es imposible355.

e) Conocimiento de la ley moral. Los preceptos de la ley natural pueden ser conocidos por todos mediante la razón. Sin embargo, "no son percibidos por todos de una manera clara e inmediata" (Catecismo, 1960). Su conocimiento depende de las buenas disposiciones del hombre, y éste, herido por el pecado original y obcecado y debilitado por sus pecados personales, puede errar. Por eso, en la situación actual, la Revelación es necesaria al hombre para que las verdades morales puedan ser conocidas "de todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error"356.

La ley divino-positiva

  • La Ley Antigua, revelada por Dios a Moisés, "es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones morales están resumidas en los Diez mandamientos" (Catecismo, 1962). Cada uno de los mandamientos expresa conclusiones inmediatas de la ley natural357.
  • La Nueva Ley o Ley Evangélica o Ley de Cristo "lleva a su perfección a la Ley Antigua" (Catecismo, 1967). Ha sido revelada por Jesucristo. Se encuentra especialmen-
351 Cfr. ibidem. Por ejemplo, forma parte de la ley moral natural, adorar a Dios, honrar a los padres, decir la verdad, etc.

La ley moral natural no es lo mismo que las leyes de la naturaleza material (las leyes biológicas no son leyes morales). Si se llama "natural" no es porque sea un ley física sino porque consiste en la luz de la razón, que es algo propio de la naturaleza humana. Sin embargo, no hay que olvidar que la naturaleza humana está compuesta de espíritu y de materia; de ahí que la ley moral natural comprenda también lo que se refiere al uso del propio cuerpo (cfr. JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 44 y 50).

352 Cfr.Ibid., 51 y 53.

333 Hay quienes afirman erróneamente que la Voluntad de Dios no puede expresarse en términos universales, sino que solamente en cada situación concreta puede descubrir cada uno lo que Dios quiere de él. Este error es propio de la llamada "moral de situación".

354 Ibid., 42.

355 Ibid., 102.

356 PÍO XII, Enc. Humani generis: DS 3876. Cfr. Catecismo, 1960. "Dios escribió en las tablas de la Ley lo que los hombres no leían en sus corazones" (SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos, 57,1).

337 Los Diez Mandamientos se estudian, en general, en la lección 31.


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te en el Sermón de la Montaña: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás... pero yo os digo: Todo el que se encolerice contra su hermano será reo de juicio..." (Mt 5,21 ss.; cfr. Catecismo, 1968). "Toda la Ley evangélica está contenida en el mandamiento nuevo de Jesús: «que os améis unos a otros como yo os he amado» (Ioann 13,34; 15,12)" (Catecismo, 1970).

  • La Ley de Cristo no es como la Ley antigua que solamente enseñaba el camino, sino que también da la fuerza para seguirlo. Por eso se llama Ley de gracia, porque concede la fuerza interior de la gracia para obrar bien358. Se llama también ley de amor, porque "hace obrar por el amor que infunde el Espíritu Santo" (Catecismo, 1972). Es, además, ley de perfecta libertad (cfr. lac 1,25) "porque nos inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad" (Catecismo, 1972), y no como esclavos obligados por el temor.
  • La Iglesia, con su Magisterio, es intérprete auténtico de la ley natural (cfr. Catecismo, 2036)359. Esta misión no se circunscribe sólo a los fieles, sino que —por mandato de Cristo: euntes, docéte omnes gentes (Mt 28,29)— abarca a todos los hombres360.

La libertad y la ley

  • Al crear al hombre, Dios le impuso el mandamiento de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (cfr. Gen 2,16-17). "Con esta imagen, la Revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios"361. El hombre está llamado a reconocer y a aceptar la ley moral que Dios le da, de modo que "la libertad humana encuentra su verdadera y plena realización en esa aceptación"362.
  • El hombre tiene una verdadera "autonomía moral":

"Dios, al creamos, ha corrido el riesgo y la aventura de nuestra libertad. Ha que rido una historia que sea una historia verdadera, hecha de auténticas decisiones, y no una ficción ni un juego. Cada hombre ha de hacer la experiencia de su perso-

358 A causa de las heridas del pecado, el hombre no hubiera podido cumplir íntegramente la Ley moral si Cristo no hubiera reparado nuestros pecados y nos hubiera ganado la gracia divina. En efecto, la gracia sana la naturaleza humana y la eleva al orden sobrenatural. De este modo, da la inclinación y la fuerza para vivir de acuerdo con la dignidad humana y con la dignidad sobrenatural de hijo de Dios. Por eso se dice que la gracia es la "Nueva Ley" que los hijos de Dios llevan grabada en su alma. De ahí que, quien no vive en gracia de Dios no consigue habitualmente llevar una vida recta. En el tema 28, nn. 1-3 y 6, se tratan otros aspectos de la gracia.

359 "La Iglesia custodia fielmente lo que la Palabra de Dios enseña no sólo sobre las verdades de fe, sino también sobre el comportamiento moral" (JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII.-1993), 28; cfr. Catecismo, 2033). "La infalibilidad del Magisterio de los pastores se extiende a todos los elementos de doctrina, comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser salvaguardadas, expuestas u observadas" (Catecismo, 2051).

360 De ahí la responsabilidad que incumbe a los cristianos en la defensa y enseñanza de la ley natural, ya que por la fe y con la autoridad del Magisterio, la conocen fácilmente y sin error; y además, con la gracia, tienen fuerzas para cumplirla acabadamente.

361 JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 35.

362 Ibidem. "La ley de Dios no atenúa ni elimina la libertad del hombre, al contrario, la garantiza y promueve" (ibidem).


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nal autonomía, con lo que esto supone de azar, de tanteo y, en ocasiones, de incertidumbre"363.

— En efecto, Dios "quiso dejar al hombre en manos de su propio albedrío" (Sir 15,14) para que "adhiriéndose a Él llegue libremente a la plena y feliz perfección"364. La autonomía moral es capacidad interna de conocimiento moral, pero no consiste en "la creación, por parte de la razón humana, de los valores y de las normas morales"365. El hombre no tiene originariamente el conocimiento moral (conocimiento del bien y del mal), "sino que participa de él solamente mediante la luz de la razón natural y de la revelación divina, que le manifiestan las exigencias y las llamadas de la Sabiduría eterna"366. Por eso, "la verdadera autonomía moral del hombre no significa en absoluto el rechazo, sino la aceptación de la ley moral"367.

c) "La verdad os hará libres" (loann 8,32). Existe una "dependencia de la libertad con respecto a la verdad"368. El amor a la libertad, que es propio del espíritu cristiano, es inseparable del amor a la verdad. "Habéis sido llamados a la libertad, pero no toméis esa libertad como pretexto para servir a la carne, sino servios por amor unos a otros" (Gal 5,13).

Las leyes humanas

a) Para desarrollarse en conformidad con su naturaleza, la persona humana necesita una vida social ordenada (cfr. Catecismo, 1891). Elemento necesario de este orden son las leyes humanas369. "La ley es una regla de conducta promulgada por la autoridad competente para el bien común" (Catecismo, 1951).

363 De nuestro Padre, Las riquezas de la fe, 2-XI-1969.

364 CONCILIO VATICANO II, Const Gaudium et spes, 17.

365 JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 40.

366 Ibidem, 41.

367 Ibidem. La libertad del hombre y la ley de Dios se encuentran y están llamadas a compenetrarse entre sí”(ibidem).

"La ley moral es obra de la Sabiduría divina (...). Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor" (Catecismo, 1950).

Es un error afirmar que Dios no es Legislador, y que ha dejado al hombre la tarea de establecer las normas morales. Es decir, que las normas de la ley moral natural tendrían su origen exclusivamente en la razón humana: serían normas que el hombre se da autónomamente a sí mismo, en virtud de un mandato genérico de Dios de que determine con la razón lo que es bueno y lo que es malo, lo cual se realizaría a lo largo de un proceso cultural evolutivo. Así, las normas morales serían solamente producto de la sabiduría humana, y no participación de la Sabiduría divina (que estaría indeterminada respecto a la ordenación moral trazada autónomamente por la razón humana, por concesión divina).

De aquí se desprendería, entre otras cosas, que Dios no habría podido revelar verdades morales naturales, y que el Magisterio de la Iglesia no tendría competencias en esta materia.

En la Encíclica Veritatis splendor (nn. 35 y ss.), el Papa Juan Pablo II ha rebatido estas teorías, recordando, entre otros puntos, que "los mandatos de la razón humana no podrían tener fuerza de ley si no fuese la voz e intérprete de una razón más alta, a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos" (n. 44). Es erróneo, pues, desligar la competencia moral humana de la Sabiduría de Dios, negando que exista entre ambas una relación de participación, en virtud de la cual la ley moral natural es una ley divina.

"La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos" (Catecismo, 1951).

368 JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 34.

369 En el tema 29, nn. 3-4, se trata algo más de las leyes humanas al hablar de la sociedad, la autoridad, etc.


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b) "La ley humana es tal en cuanto es conforme con la recta razón y, por tanto, deriva de la ley eterna. En cambio, cuando una ley está en contraste con la razón, se la denomina ley inicua; en este caso deja de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia"370.

Los mandamientos de la Iglesia

  • Para salvar a los hombres también ha querido Dios que formen una sociedad371 : la Iglesia, fundada por Jesucristo, y dotada por Él de todos los medios necesarios para cumplir su fin sobrenatural que es la salvación de las almas. Entre esos medios, está la existencia de una autoridad divinamente instituida, —el Papa y los Obispos— que puede dictar leyes para ese fin372.
  • "Los mandamientos más generales de la Santa Madre Iglesia son cinco" (Catecismo, 2041): lº "oír Misa entera los domingos y días de precepto" (Catecismo, 2042); 2º "confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar" (Catecismo, 2042); 3º "comulgar al menos una vez al año, por Pascua de Resurrección" (cfr. Catecismo, 2042); 4º "ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia" (Catecismo, 2043); 5º "ayudar a la Iglesia en sus necesidades" (Catecismo, 2043)373.

— Estos Mandamientos tienen por objeto concretar el modo de cumplir algunas de las obligaciones del cristiano: santificar las fiestas, recibir los sacramentos, hacer penitencia y contribuir a que la Iglesia disponga de los medios materiales necesarios para cumplir su misión en esta tierra.

La conciencia moral

a) "La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho" (Catecismo, 1778), "aprobando las acciones concretas que son buenas y denun ciando las que son malas" (Catecismo, 1777).

370 SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q.93, a.3, ad 2.

'Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradice en cualquier cosa a la ley natural, entonces no será ley sino corrupción de la ley" (ibid., q.95, a.2, c). En la Enc. Veritatis splendor, 72, el Papa Juan Pablo II subraya la importancia de esta doctrina.

Lo que está permitido por la ley civil (lo «legal») no por eso está permitido por la ley moral. La ley natural "proporciona la base necesaria a la ley civil; ésta se adhiere a la ley natural, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica" (Catecismo, 1959).

371 "Dios ha querido santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituir un pueblo..." (CONCILIO VATICANO II, Const Lumen gentium, 9).

372 La mayor parte de las leyes de ámbito universal están contenidas en el Código de Derecho Canónico. Existe un Código para los fieles de rito latino y otro para las iglesias católicas de ritos orientales.

373 Al explicar este tema, conviene tener en cuenta que en otras versiones (por ejemplo: italiana, inglesa y francesa) del Catecismo, la redacción de estos puntos es algo distinta.


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  • Conciencia y Ley. "Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina" (Catecismo, 1778)374. La conciencia es una "voz" que advierte lo que es bueno y lo que es malo aplicando la ley moral a los actos concretos, e impulsa a seguir el bien y recrimina ("remuerde") si se sigue el mal375. "Mientras la ley natural ilumina sobre todo las exigencias objetivas y universales del bien moral, la conciencia es la aplicación de la ley a cada caso particular"376.
  • La obligatoriedad de seguir la conciencia nace de la obligatoriedad de la ley moral. "El hombre tiene obligación de hacer lo que, mediante su acto de conciencia, conoce como un bien que le es señalado aquí y ahora"377. Por tanto:
  • no puede haber oposición objetiva entre la obligación de seguir el dictamen de la conciencia y la de seguir la ley moral, porque "el juicio de conciencia no establece la ley, sino que afirma la autoridad de la ley natural"378;
  • "nadie debe ser obligado a actuar contra su conciencia, ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa"379. Existe el deber de respetar la libertad de las conciencias380;
  • cada uno es responsable de los actos que realiza; esta responsabilidad constituye una llamada a buscar la verdad moral y a dejarse guiar por ella en el obrar381.

d) La conciencia es verdadera o recta cuando a partir de principios verdaderos (la ley moral) dicta un juicio verdadero sobre la licitud o ilicitud de un acto particular. La conciencia es errónea o falsa cuando dicta un juicio falso (que es bueno lo que es malo o al revés)382. Esto puede suceder:

— por ignorancia invencible, y entonces no hay culpa moral;

374 "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella" (CONCILIO VATICANO II, Const Gaudium et spes, 16).

375 La conciencia "es un juicio que aplica a una situación concreta la convicción racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el mal. Este primer principio de la razón práctica pertenece a la ley natural, más aún constituye su mismo fundamento" (JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 59).

376 Ibidem.

377 Ibidem.

378 Ibid.,60.

379 CONCILIO VATICANO II, Declar. Dignitatis humanae, 3. Por la naturaleza social del hombre, esta libertad de obrar según la propia conciencia tiene unos límites: el orden público y la moralidad pública (cfr. ibid, 7).

380 A veces, en textos recientes del Magisterio, se utiliza también la expresión "libertad de conciencia" para expresar lo mismo que con "libertad de las conciencias": es decir, la facultad de obrar de acuerdo con la propia conciencia. Otras veces, sin embargo, sobre todo en textos más antiguos, se entiende por "libertad de conciencia" otra cosa completamente distinta: la absoluta independencia de la conciencia respecto de la ley divina. Esto último es un error varias veces señalado por el Magisterio (cfr. LEÓN XIII, Enc. Libertas, 21; PÍO XI, Enc. Non abbiamo bisogno, 50).

381 Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII.-1993), 61. La consideración actual de nuestra responsabilidad ante Dios ayuda a obrar el bien y evitar el mal; por el contrario, el pecado inclina a ocultarse a sí mismo esa responsabilidad.

382 Cfr. Ibid., 62.


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— o porque la persona "no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega"383. La conciencia culpablemente errónea no excusa de pecado, y aun puede agravarlo.

e) La conciencia es cierta, cuando emite el juicio con la certeza moral de no equivocarse. Se dice que es probable, cuando juzga con el convencimiento de que existe una cierta probabilidad de equivocación, pero que es menor que la probabilidad de acertar. Se dice que es dudosa, cuando la probabilidad de equivocarse se supone igual o mayor que la de acertar. Finalmente se llama perpleja cuando no se atreve a juzgar, porque piensa que es pecado tanto realizar un acto como omitirlo.

— En la práctica debe obrarse con conciencia verdadera y cierta. No se debe obrar con conciencia dudosa, sino que es preciso salir de la duda estudiando, preguntan do, etc. (p. ej., quien duda si algo es pecado o no, no debe realizarlo sin disipar antes la duda).

Formación de la conciencia

a) El juicio de la conciencia no es siempre acertado384; además, a causa del pecado la luz de la conciencia puede oscurecerse gradualmente, aunque no hasta el punto de quedar totalmente apagada385. De ahí la imperiosa necesidad de formar la conciencia: "la educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas" (Catecismo, 1783).

  • Para formar una conciencia recta y verdadera es necesario instruir la inteligencia en el conocimiento de la verdad, mediante el estudio de la ciencia moral —para lo cual el cristiano cuenta con la ayuda del Magisterio de la Iglesia—, y educar la voluntad fomentando la inclinación al bien por la práctica de las virtudes386. "La educación de la conciencia es una tarea que dura toda la vida" (Catecismo, 1784).
  • Especialmente importante para formarse la conciencia es la humildad, que se adquiere viviendo la sinceridad ante Dios y en la dirección espiritual387.

383 CONCILIO VATICANO II, Const. Gaudium et spes, 16. Es posible que la conciencia se oscurezca, si no hay rectitud moral en la voluntad. El conocimiento entraña ejercicio de la libertad; y cuando versa sobre verdades que comprometen la vida entera, exige la recta disposición de la voluntad. Por eso, para el recto juicio de la conciencia no basta la ciencia moral, sino que se requieren las virtudes morales que se relacionan con el acto: de otro modo, la verdad que se sabe en universal, se oscurece en particular.

384 Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 62-63.

385 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Const. Gaudium et spes, 16.

386 Cfr. JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-1993), 64.

387 "La tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio. Y el criterio supone madurez, firmeza de convicciones, conocimiento suficiente de la doctrina, delicadeza de espíritu, educación de la voluntad" (Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 93).


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Bibliografía básica:

JUAN PABLO II, Enc. Veritatis splendor, (6-VIII-93), 28-64. Catecismo de la Iglesia Católica, 1730-1742,1776-1794 y 1950-1974.

Lecturas recomendadas:

Homilía: "La libertad, don de Dios", en Amigos de Dios, nn. 23-38.

Cuadernos 2, (Sobre la vida cristiana): "La ley moral natural", pp. 19-29; y "La conciencia moral", pp. 41-53.