Falsa secularidad

Por R. A., ex numerario sacerdote, 15 de noviembre de 2003


El mensaje fundacional del Opus Dei se expresa de un modo principal en recordar a los fieles cristianos que todos los bautizados están llamados por Dios a la santidad. Eso quiere decir que todos los fieles cristianos, sacerdotes, religiosos y laicos, pueden y deben alcanzar la santidad en medio de sus ocupaciones y del ambiente en el que cada uno desarrolla su actividad. Los sacerdotes, cumpliendo las obligaciones del estado clerical; los religiosos, a través de su apartamiento del mundo por medio de la profesión de los consejos evangélicos y de su dedicación exclusiva al apostolado de acuerdo al espíritu y finalidad de la institución a la que pertenecen; los laicos, en medio del mundo, a través del cumplimiento de sus obligaciones familiares, sociales, laborales, políticas, etc. El Concilio Vaticano II recogió este enfoque, olvidado a lo largo de los siglos, y lo declaró doctrina común de la Iglesia. La doctrina de la secularidad del Fundador del Opus Dei no es nueva, porque en el Evangelio está expresada con absoluta claridad.

Sin embargo, ¿esta doctrina de la Iglesia es aplicable realmente a los miembros del Opus Dei? ¿En dónde se ubican los miembros del Opus Dei? La respuesta inmediata sería afirmar que los miembros del Opus Dei son laicos y que viven en medio del mundo, porque son fieles cristianos "como los demás fieles laicos". Sin embargo, en el Opus Dei no todos son laicos, porque existen sacerdotes numerarios, agregados y supernumerarios de la Prelatura y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, adscrita a ella. Por tanto, la respuesta no es la misma para todos: los sacerdotes han de santificarse siendo sacerdotes; los demás miembros son laicos y deben alcanzar la santidad en medio del mundo, como seglares. Ahora bien, este mensaje se tergiversa en la praxis del Opus Dei.

Al principio de mi "vocación" en el Opus Dei pensaba que esta doctrina, reflejada en múltiples documentos del fundador del Opus Dei, expresaba o expresaría una realidad posible de alcanzar. Con el tiempo, me di cuenta que realmente los miembros laicos de la Obra, especialmente los numerarios y los agregados, no viven la secularidad como la viven los fieles cristianos corrientes que nada tienen que ver con instituciones de la Iglesia. El fundador del Opus Dei insistió, y esto puede ser una contradicción, que los sacerdotes numerarios y agregados de la Prelatura debían mantener el espíritu laical. Ese espíritu laical se manifestaría en el modo de afrontar las cuestiones de trabajo, de gobierno, de trato con las personas y otras de diversa índole. En la práctica, esto lleva a posturas ambiguas por parte de los sacerdotes, que no se comportan como los demás sacerdotes de la Iglesia.

Con el transcurso de los años, el espíritu del Opus Dei se ha ido apartando cada vez más de esa doctrina general de la secularidad. Cabe preguntarse también si esa doctrina, aplicable a todos los fieles cristianos, puede realizarse del modo como está establecido en la Prelatura Opus Dei. ¿Por qué? Por varias razones:

  1. La doctrina del fundador, especialmente lo relativo a la llamada universal a la santidad, es perfectamente aplicable a todos los fieles de la Iglesia; sin embargo, los miembros del Opus Dei, en la práctica, se apartan de la realidad mundana que les rodea: los numerarios viven en centros de la institución, como lo hacen los religiosos y los miembros de los institutos seculares; aunque actualmente -pero sí al comienzo, cuando el Opus Dei era un Instituto Secular- los miembros de la Prelatura ya no hacen votos de obediencia, castidad y pobreza como los religiosos, pero de hecho, a eso se reducen los compromisos que los numerarios y agregados adquieren al hacer las distintas incorporaciones a la prelatura: no disponen con libertad de sus bienes, no pueden casarse, no tienen trato con personas del sexo contrario (me refiero a un trato amigable, espontáneo, normal); están sometidos a la voluntad de los directores (lo de la obediencia inteligente y libre es un mito). Los agregados se diferencian exclusivamente en que viven con sus padres, con sus hermanos de "sangre" o en sus propias casas. En el caso de los numerarios, el hecho de vivir el celibato apostólico y de vivir juntos (hombres y mujeres por separado) en los centros de la Prelatura, muestra un modo de ser distinto al normal de un laico; los cristianos de la calle viven en sus casas, con su familia, del modo natural, como ha sido tradicional al menos en occidente: con sus cónyuges, con sus padres, con sus hijos... El fundador del Opus Dei trató de resolver esta contradicción afirmando que el Opus Dei es una familia; para los numerarios y agregados especialmente, la institución es su familia. Evidentemente, una institución eclesiástica, en este caso una prelatura personal, no puede considerarse una familia normal, secular: es un montaje conceptual. Este modo de vivir ya los diferencia de los cristianos corrientes. Además, los numerarios y agregados no pueden asistir a espectáculos públicos: precisamente los espectáculos de la gente corriente. No pueden disponer de su tiempo y de sus bienes sin contar con la aprobación de sus directores: en el mundo corriente nadie necesita la aprobación de sus superiores para vivir y para actuar. Los miembros del Opus Dei están incorporados a una prelatura por medio de un contrato verbal que implica unos compromisos de orden espiritual y, especialmente en el caso de los numerarios y agregados, también materiales. Los fieles corrientes no asumen esos compromisos en sus respectivas diócesis: a nadie se le pasa por la cabeza semejante asunto. Algunas de las normas y costumbres que viven los numerarios y agregados nada tienen que ver con la secularidad "normal" de los cristianos corrientes: uso del cilicio y las disciplinas para mortificarse; dormir en el suelo o sobre una tabla; saludarse con una expresión latina; vivir el silencio (lo que se denomina el tiempo de trabajo de la tarde y el tiempo de la noche): los fieles cristianos normales no necesitan acudir a estos modos que tienen un origen claramente religioso. Alguno dirá que esas normas o costumbres del plan de vida de los miembros son circunstanciales y que pueden variar de acuerdo a las circunstancias históricas; si, es verdad, pueden cambiar; pero el problema no está allí, sino en el hecho de establecerlas como norma de actuación: eso es lo que no puede catalogarse como "normal" para los fieles corrientes: los fieles corrientes no necesitan que se les diga cómo deben vivir en medio del mundo.
  2. El hecho de que el Opus Dei se haya convertido en una Prelatura Personal no significa que ello refuerce su secularidad. Las Prelaturas Personales son entidades jurisdiccionales que forman parte de la estructura jerárquica de la Iglesia y están constituidas por presbíteros y diáconos del clero secular (cf. Código de Derecho Canónico, c. 294). Si la institución incluyera sólo a presbíteros y diáconos, no habría problema alguno en aceptar esa realidad jurídica; la dificultad surge cuando, al margen de lo establecido en el Código, se unen a la Prelatura fieles laicos, con un compromiso espiritual y jurídico que no tienen los demás fieles de la Iglesia. La ubicación del Opus Dei dentro de las Prelaturas personales es forzada, porque no concuerda con la realidad: pareciera un disfraz que esconde otra realidad: la obra mantiene el enfoque de los religiosos y de los institutos seculares, al exigir los compromisos antes señalados, la vida en familia de los numerarios, las exigencias relativas a la pobreza, la castidad (celibato apostólico) y la obediencia; la organización interna de la institución, las normas de piedad. Los que forman parte de una diócesis -que son también estructuras jurisdiccionales- no asumen compromisos con su obispo, entre otras razones porque es frecuente la emigración de los fieles, pues no siempre viven en un mismo lugar. Simplemente dependen del obispo en aquellas cuestiones relativas a la administración y recepción de los sacramentos y a las orientaciones doctrinales que ellos formulen. Los supernumerarios tampoco pueden ser considerados laicos "corrientes"; el hecho de que se casen y tengan familia no los hace iguales a los demás. Siguen teniendo esos compromisos y esa dependencia de la prelatura que no tienen los cristianos normales de la calle, ni con sus obispos ni con institución alguna. En este sentido, es necesario recalcar que la secularidad, que equivale a comportarse y ser un hombre o una mujer del siglo, que supone vivir en un momento histórico, concreto, se pierde cuando se asumen obligaciones, por el hecho de pertenecer a una institución eclesiástica, que obligan a comportarse de un modo distinto a las personas normales.

La doctrina de la secularidad enseñada por el fundador del Opus Dei es aplicable a los cristianos corrientes, pero no a cristianos limitados por la reglamentación de una institución que sigue usando modos de proceder que pertenecen a otro tipo de fieles, los religiosos y asemejados, que viven los consejos evangélicos. Los seglares del Opus Dei no son fieles corrientes, no viven como tales, son otra cosa.


Original