El 4º mandamiento: una nueva santa

Por Books, 10.12.2007


La santa nueva, soy yo. Sí, mi madre me ha canonizado. Ella ha sido en el proceso, todos los miembros del tribunal. Ella ha escrito el postulador.

La canonización no ha costado un duro, aunque según se mire, el proceso no se ha llevado a cabo "gratuitamente".

Esta frase ya es típica en mi madre: "Hija mía, eres una santa". Y lo soy, porque la quiero. Hace seis años que la quiero, los que llevo fuera de la obra.

Pasé veintipico años sabiendo que tenía padres, pasé veintipico años ignorando este hecho, esta realidad. Ellos nunca se quejaron, nunca me pidieron explicaciones, nunca me pidieron nada, nunca me reprocharon nada.

Aceptaron que me habían perdido, que no les acompañara al médico, que no celebrara sus bodas de plata, que no fuera a verlos, que olvidara felicitarles. Nunca una queja.

Aceptaron que después de haberse sacrificado para que pudiese estudiar, obtener un título, darme la oportunidad de trabajar, yo decidiera ignorar el trabajo, dejase de ingresar un sueldo en mi casa, y empezara nuevos estudios porque así convenía en la obra. Ni una queja.

Mi padre trabajó como un burro, no por dócil, sino por tenaz, por sacrificado, porque soportó toda la carga que le echábamos encima. Para que estudiáramos todos, para que pudiéramos ir de vacaciones, para hacernos regalos, para darnos de comer, para vestirnos. Y mi madre como una mula, en lo suyo. Sin una queja. Mi padre es santo desde hace ya unos años, o bastantes, porque ya lo era en vida.

Ahora la santa, soy yo. Porque lo dice mi madre, y mi madre es sabia. Y soy santa porque la quiero, porque la cuido, porque me río con ella, porque la aguanto, porque me la como a besos -literalmente-, porque casi la rompo al abrazarla, porque estoy practicando el 4º mandamiento.

Porque durante veintipico años, la deshonré, a ella y a mi padre, porque cometí un pecado de omisión, porque omitiendo los deshonré.

Adoro a mi madre, la quiero muchísimo. Dejo muchas cosas por estar con ella, y me la como a besos, y me saca de mis casillas y la quiero más.

Yo no la quiero decepcionar y le digo que sí, que soy una santa. Lo que me callo es que soy una santa de pacotilla, porque lo que estoy haciendo es lo que dejé de hacer durante veintipico años y ésto es lo que mi madre ha olvidado. Por eso yo soy tan buena, porque no tuvo de mí más que un recuerdo, porque no le dí casi nada y ahora se lo estoy dando casi todo.

Y es que esto de la santidad es cosa de genes en mi familia, o si acaso, en mi casa "ha entrado la gripe" de los santos. Por eso yo he canonizado a mi madre. Cuando la beso, y me río y la achucho, ella me dice "hija mía, eres una santa" y a mí se me saltan las lágrimas, porque tengo entre mis brazos a la que me dio la vida, a la que sufrió por mí, a la que lloró por mí en silencio, a la que yo olvidé.


Schatten, chaval, creo que tienes un don, y desde el viernes una admiradora. Te aplaudo mil veces por tu talento, y porque tienes un par de narices y porque te has puesto al opus por montera a tus 15 años. Me ha encantado verte por aquí, creo que con tu edad, no aparecen muchos por aquí, si es que lo ha hecho alguien. Eres un lanzado.

Yo con tus años también escuchaba música, no la "heavy metal", yo, a los beattles. Tampoco era muy buena estudiante. Así que no soy quien para decirte que estudies, cuando yo no le hacía. Pero sí te puedo decir que intentes emplear tu inteligencia para lo bueno, y que no te cortes a la hora de pedir un consejo, porque lo cierto es que aunque pasen los años, siempre se está aprendiendo, al menos así lo veo yo, que podría ser tu madre. La vida pasa casi sin darnos cuenta, y cuando ya estás empezando a asmilar algo, tienes que pasar a otra cosa, porque somos tantos, y tan distintos que hay gente para "todo", pero lo cierto es que no todo está bien.

Por eso, y aunque tú no me pides que te diga nada, me tomo la libertad de decirte que siempre seas tú mismo, que creas en ti, que practiques tu libertad sin olvidarte de que los demás también son libres.

Un besazo, y disfruta de la vida, de la que muchos fuimos privados, por no ser tan espabilados como tú.



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