Consejos a un joven del Opus Dei

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Autor: Iván, 24 de agosto de 2005


Para cualquier numerario/a, agregado/a o supernumerario/a de buena voluntad

Con mis palabras no pretendo influir en tu decisión de permanecer en el Opus Dei, ni de que te salgas de él, puesto que eso es una decisión personal de cada uno, que tan sólo te compete a ti resolver. Lo que deseo con esta carta es darte los consejos que me hubiera gustado recibir a mí (y que no recibí) cuando era muy joven y llevaba poco tiempo dentro de la Obra...

Considera que la santidad es un viaje de lo imperfecto a lo perfecto, del hombre caído al hombre cristificado. Y como todo viaje precisa medios para realizarlo

Si deseas ir de Sevilla a Santander piensas en los medios de transporte que usarás para ello, por ejemplo, el primer tramo hasta Madrid en tren de alta velocidad, hasta Aguilar de Campoo en autostop, y el resto en autobús.

El único responsable ante Dios en el viaje de la santidad es quien lo realiza, que es quien debe elegir y emplear en cada momento los medios pertinentes para lograrlo, y que nadie le puede imponer.

Lo importante es llegar al fin, y para ello cada uno debe escoger los caminos que en cada momento le parezcan los mejores; y si una vez tomados, o al cabo de un trecho, se descubre que no nos convencen o que podemos tomar otra vía más satisfactoria, no pasa nada por cambiar. Es más, podemos y debemos realizar ese cambio.

El Opus Dei es uno de tantos medios que pueden emplear los laicos para alcanzar a Dios

Con el fin de promover una conveniente distribución de los presbíteros o de llevar a cabo peculiares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o diversos grupos sociales, la Sede Apostólica, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, puede erigir prelaturas personales que consten de presbíteros y diáconos del clero secular. (canon 294 del Código de Derecho Canónico).

Mediante acuerdos establecidos con la prelatura, los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal; pero han de determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de cooperación orgánica y los principales deberes y derechos anejos a ella. (canon 296 del Código de Derecho Canónico).

Los laicos incorporados a la Prelatura no modifican su propia condición personal, teológica o canónica, de comunes fieles laicos, Y como tales se comportan en toda su actuación y, concretamente, en su apostolado. (Declaración de la Sagrada Congregación de Obispos sobre la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, 23 agosto 1982).

En las tres manifestaciones anteriores la Iglesia nos dicen que la Prelatura del Opus Dei esta formada solamente por sus clérigos (presbíteros y diáconos), que los laicos del Opus Dei son iguales a los demás laicos de la Iglesia, y que se unen al Opus Dei como simples cooperadores suyos.

Los adjetivos reducen el campo del sustantivo al que acompañan, pero no modifican su naturaleza. Así, una casa puede ser cualquier casa del universo, pero si decimos: “una casa verde”, el adjetivo “verde” hace que se eliminen todas las casas que no lo son, ha reducido el campo de existencia posible de ese ser; y así continúan actuando los términos adjetivadores que podamos añadirle, hasta poder delimitarla a un sólo elemento del mundo. Mas lo que nunca hace un adjetivo es modificar la esencia del sujeto que delimita. Si escuchamos “la mula astingolada”, no sabemos lo que significa astingolada (porque me lo acabo de inventar) y consultamos diccionarios, preguntamos a los demás, y al final seguimos sin saber lo que significa, pero de lo que estamos seguros es que nos referimos a una mula, porque por muy astingolada que sea, no por ello deja de ser mula.

Según el diccionario Espasa, cooperador es el que coopera. Si los laicos del Opus Dei cooperan orgánicamente con la Prelatura, es que son cooperadores de ella.

Aunque no sepamos lo que significa la adjetivación orgánicamente, de lo que estamos seguros es de que no por ello deja de ser cooperación, por lo que quienes la realizan no abandonan su condición de cooperadores.

Ahora vamos a ahondar en el significado de cooperación orgánica.

El cuerpo humano está formado por el cerebro, corazón, todos y cada uno de sus huesos, etc. Ese conjunto de elementos es lo que forma la naturaleza del cuerpo del hombre, son constitutivos esenciales suyos y la pérdida de alguno de ellos atenta contra la unidad esencial y vital del cuerpo.

Además, dentro de ese cuerpo, en el interior de los intestinos, existen unas bacterias que cooperan con el hombre ayudándole en la digestión de los alimentos, impidiendo que otros microorganismos dañinos puedan instalarse allí, produciendo parte de las vitaminas necesarias para la vida, etc. A cambio, el cuerpo humano les da a esos microorganismos cobijo, calor y alimentos. Eso es una cooperación orgánica.

Algunas características de cualquier cooperador orgánico

  1. Su unidad con quien coopera no es esencial sino accidental, por ser substancialmente distinto a los elementos constitutivos del sujeto con el que coopera (las bacterias citadas son distinta a las células del cuerpo humano).
  2. Puede tener existencia y vida separada del sujeto con quien coopera (las bacterias del intestino de un hombre concreto pueden vivir en el de al lado, o en otros mamíferos, se desarrollan en caldos de cultivo, etc.).
  3. Puede pasar de un huésped a otro sin sufrir daño alguno (de hecho conseguimos las bacterias intestinales porque nos vinieron de quienes estaban a nuestro lado cuando nacimos).
  4. Si el huésped no le da lo que necesita (cobijo, calor y alimentos) lo abandona sin contemplaciones (lo que es la causa de muchas enfermedades intestinales).
  5. De lo anterior se deduce que el cooperador orgánico es necesario a aquel para quien coopera, pero no al revés: el huésped no es necesario para sus cooperadores orgánicos.

Si los puntos anteriores se los aplicamos al laico, cooperador orgánico, del Opus Dei (numerarios, agregados y supernumerarios) quedan como sigue:

  1. Su unidad con el Opus Dei no es esencial sino accidental, por ser esencialmente distinto el laico a los elementos constitutivos de la Prelatura (sacerdotes y diáconos).
  2. Puede tener existencia y vida separada del Opus Dei (son iguales a cualquier otro laico).
  3. Puede pasar de cooperar con el Opus Dei a hacerlo con otro grupo de la Iglesia sin sufrir daño alguno.
  4. Si el Opus Dei no le da lo que necesita (paz, calor humano, sosiego, etc.), lo debe abandonar sin contemplaciones.
  5. De lo anterior se deduce que el laico cooperador orgánico de la Prelatura es necesario para el Opus Dei, pero no al revés: el Opus Dei no es necesario para sus cooperadores orgánicos laicos.

Resumiendo: los términos cooperación orgánica de los laicos en el Opus Dei significan que los laicos son necesarios e imprescindibles para el funcionamiento orgánico de la Prelatura (que sólo consta de clérigos), como mano de obra, fuente de dinero y cantera de los sacerdotes que la componen; pero no al revés: la Prelatura no es necesaria ni imprescindible para cualquier laico que coopere con ella, por la sencilla razón de que es un simple cooperador que puede serlo igualmente de cualquier otra institución eclesiástica que le acerque a Dios.

De lo anterior se infiere que para nadie, nunca, se puede afirmar que el Opus Dei es el único camino para ser santo y que fuera de él será un desgraciado que se condenará, porque entonces estaríamos afirmando que el Opus Dei es el mismo Dios.

Al ser el Opus Dei sólo un medio, se utiliza cuando nos conviene y se debe desechar, sin contemplaciones, cuando nos estorba o cuando descubrimos otra manera mejor de acercarnos a Dios. Si alguien no está a gusto en el Opus Dei, debe dejarlo cuanto antes.

Consejo para que te echen del Opus Dei por querer vivir con fidelidad sus Estatutos

Puede ser que quieras irte del Opus Dei, pero que a la vez quieras que sea él quien cargue con toda la responsabilidad de esa marcha. Aquí te doy un consejo para que pueda ser así.

El canon 296, antes citado, dice: han de determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de cooperación orgánica y los principales deberes y derechos anejos a ella. Y según los Estatutos de la Obra la cooperación económica de sus laicos es como sigue:

El candidato debe ser instruido, antes de que se le admita, a apreciar el espíritu del Opus Dei, para que cada uno pase una vida de trabajo extraordinario y para que, mediante el ejercicio de la propia profesión o de un trabajo intenso, se procure los medios económicos: aquellos que sin duda son necesarios no sólo para el sustento de sí mismo y, si su situación lo conlleva, el de su familia, sino también para contribuir, de una manera generosa y conforme a las propias circunstancias personales, a sostener las obras apostólicas. (artículo 22.).

Como se ve, el Opus Dei reconoce en sus Estatutos que sus laicos son simples cooperadores suyos (el candidato debe ser instruido [...] para que [...] se procure los medios económicos: [...] para contribuir [...] conforme a las propias circunstancias personales, a sostener las obras apostólicas.), ahí no se dice que

  • los numerarios y agregados han de entregar absolutamente todo su dinero al Opus Dei
  • para que después sean sus directores quienes autoricen cada uno de sus gastos
  • dándoles entonces el dinero de aquellos gastos que les aprueben realizar,
  • ni que en los cinco primeros días de cada mes han de rendir cuenta minuciosa de todos los gastos realizados el mes anterior,
  • ni de que carecen de propiedades porque han de firmar un contrato de venta (con la fecha y el futuro dueño en blanco) de todo lo que tienen a su nombre, que después han de entregar a los directores del Opus Dei.

Por tanto, siguiendo los Estatutos que rigen internamente al Opus Dei, que el mismo Opus Dei ha escrito, y que han sido aprobados por la Iglesia: NIEGATE A DAR TODO TU DINERO AL OPUS DEI, para pasar a cooperar con él tan sólo con una aportación voluntaria.

Cuando comentes esto en la Obra te argumentarán con mil razones (a fin de cuentas el Opus Dei siempre ha sido un gran justificador de lo injustificable), tal y como que sí desde un principio ha sido una costumbre que los numerarios y agregados den todo su sueldo y bienes a la Obra, que sí es una manifestación de pobreza actuar de esa manera, que sí lo que Dios te pide es que vivas con una mano atrás y otra alante... y de esa guisa te pueden dar un millón de justificaciones más. Pero tu responde siempre, de una forma cerril, con los Estatutos del Opus Dei en la mano, que tan sólo quieres vivir con delicadeza lo que en ellos se manda. Guarda tu dinero y demás bienes y no te apees del burro de cooperar solamente con una aportación voluntaria.

Si los directores se ponen muy pesados en su empeño de esquilmarte a toda costa, o te cansas de que te obliguen a hablar con uno y luego con el de arriba y después con el sacerdote y más tarde con... o deseas contárselo sólo al director de tu centro y que nadie más te maree con la misma matraca; lo que debes hacer entonces es decirle, con determinación, al jefe de turno con quien estés hablando, que para que se solucione tu caso quieres apelar a la autoridad de la Iglesia, que vas a mandar una instancia al Papa y otra al Obispo de tu diócesis para que dispongan el juicio eclesiástico preciso que resuelva tu situación, motivo por el que vas a contactar con un buen abogado experto en Derecho Canónico para que te represente. Eso sí, antes de decir esto procura llevar un pañuelo y un frasco de colonia; moja el trapo con el perfume y póntelo ante la nariz justo antes de pronunciar esas palabras, porque es muy probable que al director con quien estés hablando le entre en ese momento un ataque de diarrea tan intenso que no pueda contenerse y que los malos olores de lo que evacue inunden la habitación.

Dios mediante, por si te interesa usarlas, elaboraré un modelo de esos dos tipos de instancias (la dirigida al Papa y al Obispo) y te las facilitaré a través de este sitio.

Claro, cuando actúes de la forma antedicha, lo que va a ocurrir es que te van a echar de la Obra con una velocidad de vértigo, para que no des mal ejemplo a los otros con tu intención de vivir el exacto cumplimiento de lo mandado en los Estatutos. Pero entonces no serás tú el responsable de dejar el Opus Dei, sino él. Y te irás con la conciencia muy tranquila, porque tú sólo quisiste ser fiel a Dios en las cosas pequeñas, en el cumplimiento exacto de los Estatutos redactados por el Opus Dei y aprobados por la Iglesia; y por eso tan noble fue por lo que ellos te echaron de la Obra.

Y sé que lo anterior va a ocurrir porque no hay nada que perturbe más al Opus Dei como que sus tejemanejes sean conocidos por la Iglesia.

El Opus Dei ha gastado siempre unas energías descomunales en vivir entre dos realidades diferentes, luchando para que una no se ponga en contacto con la otra. Por ejemplo, cualquier institución de la Iglesia es sencilla y hace sus Estatutos para que sean leídos por cualquiera (autoridades eclesiásticas, la sociedad y sus miembros), pero en el Opus Dei no ha sido nunca así. La Obra siempre ha tenido, como mínimo, dos caras completamente distintas: una para sus fieles y otra para la Iglesia. Por eso ha querido siempre que sus Estatutos sólo puedan ser contemplados por la Iglesia, porque fue para recibir su aprobación por lo que los escribió de la forma en que están escritos, y sabe que si allí pone toda la verdad de lo que realmente viven sus miembros, la autoridad religiosa haría que modificara su conducta hacia ellos. Mas el Opus Dei no quiere actuar con esa rectitud. Y para que sus miembros no conozcan sus constituciones es por lo que ha optado siempre por secuestrarlas. Con las de 1950 lo hizo literalmente: la copia de los archivos vaticanos desapareció por una mano “anónima” inmediatamente después de ser aprobadas; y la que estaba bajo el techo del Opus Dei no le era mostrada a nadie de fuera, y los de dentro tan sólo disponían de ella por un corto espacio de tiempo y si justificaban la necesidad absoluta de leerlas.

La obligación de secreto se extiende en particular a la Constitución; en circunstancias normales, ni siquiera los miembros estaban autorizados a verla. María del Carmen Tapia, que estuvo durante diez años encargada de la sección de mujeres en Venezuela, no disponía ni de un ejemplar [...] Cuando en más de una ocasión necesitaba consultarla, se le dejaba bajo la estricta condición de que debía devolverla rápidamente. [...] La Constitución, pues, no estaba en el estante de la biblioteca de cada centro del Opus. Ni siquiera era, como lo son, por ejemplo, las constituciones de los jesuitas, tema de estudio para los miembros de la Obra, como podría esperar.” (Michael Walsh , El mundo secreto del Opus Dei)

Para evitar que en el futuro, ante unas nuevas constituciones, se les escapara ese férreo control, el Fundador del Opus Dei dejo escrito que los Estatutos de la Obra no se publicaran, que no se divulgaran, que estuvieran escritos en latín y que no sé tradujeran a ninguna lengua vernácula (así el pueblo no puede entenderlas, aunque las consiga), salvo en los puntuales fragmentos que pueda comentar alguna autoridad del Opus Dei.

Volvamos al tema que traemos entre manos. ¿Por qué el Opus Dei no habrá puesto en los Estatutos que sus numerarios/as y agregados/as deben ingresar todos sus bienes a la Obra, cuando luego les obligan a actuar así? ¿No habría sido más sencillo reflejarlo explícitamente en los Estatutos?

Quien por cualquier razón se despida de la Prelatura o sea dimitido por ella, no puede exigir nada de ésta por los servicios prestados a ella, o por aquello que, bien por trabajo o por el ejercicio de la profesión, o por cualquier otro título o medio, le haya dado en compensación.” (artículo 34 de los Estatutos del Opus Dei.).

En el artículo anterior está la razón del porqué en las Constituciones no se dice que los numerarios/as y agregados/as han de entregar todos sus bienes a la Prelatura: PORQUE SI UN LAICO LE DÍO AL OPUS DEI TODOS SUS BIENES, POR LO QUE SE ENCUENTRA SIN NINGÚN MEDIO ECONÓMICO PARA SUBSISTIR, ES INJUSTO Y AUSENTE DE CARIDAD QUE CUANDO SE VA DEL OPUS DEI ÉSTE LO ABANDONE SIN AYUDA ALGUNA.

Ahí está el doble juego del Opus Dei:

  1. Para que las autoridades de la Iglesia permitan que los laicos que abandonan la Obra se vayan sin ninguna compensación por parte del Opus Dei, éste ha escrito previamente en sus Estatutos que el candidato debe ser instruido [...] para que [...] se procure los medios económicos: [...] para contribuir [...] conforme a las propias circunstancias personales, a sostener las obras apostólicas. (artículo 22.). Lo que, además, es congruente para la Jerarquía de la Iglesia, pues sabe por el Código de Derecho Canónico que los laicos del Opus Dei son simples cooperadores suyo, se imagina que todos contribuyen con una aportación económica, no con todos sus bienes. Y por eso aprueba las Constituciones del Opus Dei, sin obligar a la Prelatura a retribuir a quien la abandona.
  2. Y para poder exprimirles a sus laicos célibes todo su dinero, sin que rechisten, no les permiten leer las Constituciones para que no se enteren de que allí no se ordena que ellos tienen que dar todos sus bienes al Opus Dei.

Y si podemos leer las Constituciones del Opus Dei es a pesar de él. Es porque hubo una filtración de ellas y la revista Tiempo las publicó en 1986. Y, es más, para que alguien del Opus Dei pueda leerlas ahora, tiene que recurrir a esa edición (la que está puesta en esta Web) porque dentro de la Obra no tienen acceso a ellas.

Y como lo que menos busca el Opus Dei es que todo esto se airee en un juicio eclesiástico, que además puede fallar a favor del laico, es por lo que el Opus Dei fulmina, en horas, echándole, a quien intenta perturbarle.

En posteriores cartas seguiré dándote mis consejos y pensamientos sobre el Opus Dei (por si los quieres escuchar), hasta entonces recibe todo mi afecto; créeme cuando te digo que siento un gran cariño por ti, porque yo fui como tú del Opus Dei, durante 35 años, por eso te comprendo muy bien y conozco tus necesidades.


El papa que más ha perjudicado al Opus Dei

Introducción

Si te pregunto y nos preguntamos (miembros del Opus Dei, gente ajena a él y exmiembros): ¿Cuál ha sido el Pontificado que más daño ha hecho a la Obra? Podemos obtener todo tipo de respuestas: unos afirmarán que fue el de Pío XII, el de Juan XXIII y otros el de Pablo VI, incluso habrá quienes sostengan que todos esos papados le perjudicaron por igual.

Pero en lo que todos estamos de acuerdo es que el Papa Juan Pablo II ha sido el gran benefactor del Opus Dei: fue él quien lo erigió como Prelatura personal, quien beatificó y después canonizó a su Fundador, quien permitió que el Opus Dei copara muchos puestos claves (y secundarios) del Vaticano... En resumen, cada cual puede poner el acento en uno u otro aspecto, pero de lo que nadie duda es que ese Pontífice mostró durante toda su vida un cariño especial hacia la Obra y que la procuró beneficiar lo más que pudo....

Al reflexionar sobre lo anterior me vino a la cabeza el dicho popular de que quien bien te quiera, te hará llorar, y también —debe ser por asociación de ideas— aquel otro de que quien ríe ahora, mañana llora.

¡No se debe despreciar la sabiduría popular!, me dije. A fin de cuentas, lo sabio, como lo verdadero, es autónomo de aquel por quien nos llega. Es independiente que la frase sabia la pronuncie santo Tomás de Aquino en un éxtasis místico en el que ve a la Santísima Trinidad, o un pastor en medio del monte mientras nos ofrece a media noche una hogaza de pan con un trozo del queso hecho por él con la leche de sus ovejas. La sabiduría es la misma en ambos casos.

Lo que de manera puramente hipotética me llevó a formularme las siguientes preguntas:

¿No será que en realidad los papas que bien querían al Opus Dei fueron aquellos que le hicieron llorar?

¿Y si el Papa por quien el Opus Dei ríe ahora va a resultar ser aquel por el que mañana llore?

Busquemos las respuestas a esas preguntas estudiando lo que la acción de esos papas significó para la Obra.

Repercusión de los distintos papados sobre la institución Opus Dei

Con los papas anteriores a Juan Pablo II el estatus jurídico de la Obra estaba en potencia. Cuando era Pía Unión e Instituto Secular el Fundador decía: Ésta no es la solución definitiva. Esto no es lo nuestro, es un ceder sin conceder con ánimo de recuperar. Rezad mucho para que se consiga.

Y por eso entonces nadie le podía poner pegas a lo que había, pues se conocía de antemano que era algo temporal. Por ejemplo, si en aquel tiempo se hacían votos privados, pues estaba bien, porque todos sabíamos que en un mañana ya no se harían, fiándonos en las palabras del Fundador cuando afirmaba no quiero ni votos, ni botas, ni botines, ni botones.

Y todos, socios del Opus Dei y gente de fuera, estábamos a la espera del santo advenimiento de la personalidad jurídica definitiva de la Obra dentro de la Iglesia, que cerrilmente los papas anteriores a Juan Pablo II se negaban a concederle y por lo que todos afirmaban que se portaban muy mal con el Opus Dei.

Pero, paradójicamente, lo que la Iglesia había aprobado en las Constituciones del Opus Dei cuando este era Instituto Secular dejaba muy claro:

  • que los laicos y sacerdotes eran sus socios, por lo que dentro de la institución Opus Dei no había distinción esencial entre ellos;
  • que los numerarios/as y agregados/as tenían que poner todos sus bienes a disposición del Instituto Secular;
  • que quien estaba a la cabeza de la Asociación tenía que conceder la dispensa a los laicos para que estos pudieran romper con el Instituto Secular, puesto que había unos votos privados de pobreza, castidad y obediencia de los que sólo podía liberar el Presidente General del Opus Dei;
  • y lo mismo para todo el régimen de vida y conducta que se observaba de forma práctica en la Obra y que se reflejaba fielmente en esas Constituciones.

Llega Juan Pablo II y concede al Opus Dei una figura jurídica definitiva y por ello inmodificable. Lo repito: LA FIGURA JURÍDICA ACTUAL DEL OPUS DEI ES DEFINITIVA E INMODIFICABLE y en sus nuevos Estatutos queda claro:

  • que los sacerdotes son los únicos que constituyen la Prelatura Opus Dei, por lo que se crea una distinción esencial entre ellos y los laicos;
  • que los laicos son sólo cooperadores que contribuyen al sostenimiento económico del Opus Dei según sus circunstancias personales. Allí no se ordena que los numerarios/as y agregados/as tengan que entregar todos sus bienes personales a la Prelatura;
  • que el vínculo entre los laicos y el Opus Dei es sólo un acuerdo mutuo, por lo que cualquiera puede romperlo sin necesidad de la dispensa del Prelado (ya que ahora no hay votos de los que dispensar).

Si Juan Pablo II hubiera continuado con la política de sus predecesores y no le hubiera modificado al Opus Dei la figura de Instituto Secular, habría permitido que en un futuro otro papa aprobara una figura jurídica definitiva de la Obra en la que los laicos formaran parte esencial de ella, junto con los sacerdotes. Con solamente eso todo habría cambiado y en sus Estatutos quedarían perfectamente reflejadas las mismas normas de vida y conducta que hay en las Constituciones anteriores, las que tenía cuando era Instituto Secular.

Y eso es lo que quiso su Fundador para el Opus Dei y así lo escribió:

Hay que rechazar el prejuicio de que los fieles corrientes no pueden hacer más que limitarse a ayudar al clero, en apostolados eclesiásticos. El apostolado de los seglares no tiene por qué ser siempre una simple participación en el apostolado jerárquico. (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, punto 21).

Lo que Juan Pablo II ha hecho con su aprobación definitiva del Opus Dei es el mayor daño que le podía haber infringido. Ha materializado lo contrario de lo que su Fundador quería:

(En el párrafo siguiente he puesto entre corchetes lo que el Fundador quiso y en mayúsculas lo que el Papa ha aprobado).

Hay que [rechazar el prejuicio de] ACEPTAR que los fieles corrientes DEL OPUS DEI no pueden hacer más que limitarse a ayudar al clero, en apostolados eclesiásticos. El apostolado de los seglares [no tiene por qué ser] TIENE QUE SER siempre una simple participación en el apostolado jerárquico DEL OPUS DEI.

Por lo anterior, se cumple la sabiduría popular con respecto a la Institución Opus Dei: el Papa que más daño le ha hecho a la Obra es Juan Pablo II. Justo el Papa del que todos afirman que ha sido el gran benefactor del Opus Dei, es precisamente el que Dios ha utilizado para poner bajo sus píes la bomba de relojería que tarde o temprano lo acabará destruyendo:

  • Si la figura jurídica definitiva del Opus Dei no se corresponde con su idea fundacional, la que su Fundador quiso para él de que el laico no sea un segundón de los clérigos (precisamente es la opuesta). Y si su Código de Derecho Particular (Estatutos) mantiene los aspectos genéricos para cualquier obra apostólica en la que intervienen laicos (son simples cooperadores, como en cualquier otra). Eso supone que el Opus Dei es una Institución sin carisma específico que lo diferencie del resto de los grupos eclesiales, no implanta una novedad dentro de la Iglesia, no le aporta nada nuevo, por lo que no tiene una razón de ser de peso que lo mantenga de forma permanente dentro de ella.
  • Las leyes de cualquier código jurídico conforman a la sociedad a la que se aplican y no al revés. Sí se proclama una ley que regula la velocidad máxima de circulación vial, serán los ciudadanos los que se adapten a esa normativa, no la ley la que tenga que modificarse porque sus ciudadanos la infringen. De la misma manera, sí el régimen económico de los numerarios/as y agregados/as que se contempla en el Código de Derecho Particular del Opus Dei (Estatutos) no les obliga a entregar todos sus bienes a la Prelatura, sino a contribuir según sus circunstancias personales, eso es lo que se tiene que cumplir y no lo que los directores del Opus Dei les obligan a vivir, que es dar todo su dinero y posesiones a la Obra. En cuanto haya alguien que denuncie a la Jerarquía eclesiástica ese abuso de poder de los dirigentes del Opus Dei, aquella aplicará el código vigente y fallará a favor de lo legislado, no a como se ha vivido o se vive de hecho. Esto terminará con el Opus Dei. Y si eso aún no ha ocurrido es por otro abuso de poder del Opus Dei sobre los suyos: el de forzarles a desconocer el contenido de sus Estatutos, porque sus directores les impiden tener libre acceso a ellos, lo que les sitúa en un estado de indefensión jurídica total, que sus superiores buscan y aprovechan para mangonearles a su gusto.

Resumiendo: Por no coincidir con lo que su Fundador quiere para el Opus Dei, por tener su régimen jurídico (Estatutos) divorciado de su vida, por ser indistinguible en esencia de otros grupos eclesiales inespecíficos (igual que en todos son los clérigos quienes la constituyen y los laicos sus segundones), por no poseer un carisma especial que lo diferencie de cualquier otra institución genérica; es por lo que el Opus Dei acabará desapareciendo del seno de la Iglesia.

Con lo visto arriba, el Opus Dei se desvanecerá de la Iglesia, aún en el supuesto de que fuera un grupo cristiano católico, esto es, que se rige por la caridad cristiana y que vive en unidad con la Iglesia.

Pero, con más razón todavía, se acelerará su desaparición por el hecho de ser una institución anticatólica e inhumana. Las cualidades del Opus Dei que forman el plano de su santidad y que le impulsan a realizar su proselitismo atroz son la coacción, la intransigencia y la desvergüenza (punto 387 de Camino), lo que le lleva a violar los derechos humanos más elementales (ver “¿Se respetan los Derechos Fundamentales?“). Y no puede sobrevivir en la Iglesia una institución así.

Y más aún cuando el Opus Dei no forma parte de la Iglesia por ser herético en su conducta, por considerarse a sí mismo como la Perfecta Iglesia. (No es preciso que una persona o institución sean declaradas formalmente heréticas por la autoridad eclesiástica para que lo sean, basta con que incurran en una herejía definida como tal para que automáticamente queden excomulgados de la Iglesia. La conducta del Opus Dei atenta contra la verdad de Fe de que sólo hay una Iglesia, pues él se considera la verdadera Iglesia. A quien le interese ahondar, puede encontrar su demostración en mi trabajo “Nuevas herejías”). Y un grupo herético no puede permanecer mucho tiempo en la Iglesia.

Además, por si fuera poco, para acelerar la descomposición del Opus Dei hay que añadir el rechazo progresivo que el resto de la Iglesia y las sociedades civiles sienten hacia él. Tanta falta de caridad y violencia sobre las personas ha hecho crecer una opinión pública adversa al Opus Dei, que no cesará, lo que lleva a que cada vez menos laicos caigan en sus redes y que le abandonen cada vez más de los que están dentro.

Repercusión de los distintos papados sobre la persona del fundador del Opus Dei

El comportamiento con Escrivá de los papas anteriores a Juan Pablo II queda eclipsado ante el inmenso beneficio que durante su pontificado aquel le hizo al beatificarle y posteriormente canonizarle. Queda claro que esos son los mayores dones que un papa puede concederle a un católico, y más aún cuando para lograrlo se tienen que relegar procesos que llevaban hasta siglos en espera, como ocurrió en este caso.

Pero es que da la paradójica casualidad de que el Fundador del Opus Dei no quería ser canonizado en una fecha tan próxima a la de su muerte.

Yo oí de la boca del Fundador que la historia de la Obra se escribirá cuando hayan fallecido todos los que han intervenido en ella, para que no se pueda sentir dolido nadie de quienes actuaron en contra suya.

Aunque no parece que la verdadera razón de no escribir esa historia sea que alguien se sienta entristecido al leerla. Veamos lo que nos cuenta el siguiente texto:

Cuando en esos libros vergonzosos (Vázquez de Prada, Inés Sastre, Salvador Bernal, tantos otros) se habla de quiénes iban con Monse [diminutivo de Monseñor, el Fundador del Opus Dei] en aquel tremendo viaje, se hace la relación de todos... y, en el mejor de los casos, de un estudiante que les acompañaba. Ah, caramba, pues ése era Fisac. El que ponía el dinero. El único sin el cual toda aquella epopeya que salvó la vida de Monse no hubiera sido posible. Y lo borran de la historia, lo laminan, lo suprimen como si no hubiera existido... Porque luego se salió del Opus. / Es la traición más miserable, la crueldad mayor, la bajeza más abyecta, la ruindad peor que se puede concebir en un historiador o en un biógrafo: que sepa qué pasó y quién lo hizo, y que no lo cuente porque no le dejan los canallas inquisidores que dirigen la secta y que pretenden además dirigir la historia, determinar qué ocurrió y qué no, según su santa voluntad... o porque él mismo, sectario, fanático, cómplice, secuaz, se pliegue a sus "correcciones fraternas" de todo corazón y con toda su alma envenenada. (Inicitatus, “La fiesta de 'Monse'”, publicado en El confidencial.com y tomado de esta Web en la sección “Recortes de prensa”).

El Opus Dei demuestra con esa actuación que le importa un comino hacer desaparecer de su historia a quienes ella quiere, aunque sepa que ellos lo va a leer y a sufrir por ello. Entonces, nos preguntamos, ¿cuál puede ser la verdadera razón por la que el Fundador del Opus Dei quería que la historia de la Obra se publicara cuando hubieran muerto todos sus protagonistas? La respuesta también se encuentra en ese mismo texto: Porque el Opus Dei quiere manipular la historia a su antojo y eso sólo lo puede lograr cuando no haya nadie que le rechiste, cuando hayan muerto todos los que vivieron la realidad de lo que ocurrió.

Y de pronto aparece Juan Pablo II, un Papa que por fin le es favorable al Opus Dei y éste no quiere desaprovechar esa ocasión para canonizar a su Fundador, por lo que se ve obligado a escribir la historia del Opus Dei, ya que la tiene que adjuntar al proceso de beatificación. Mas como aún viven muchos de sus protagonistas directos, los de la Obra incumplen uno de los mandatos de Escrivá: el de no publicar esa historia mientras quedara tan sólo uno vivo; pero no el otro: el de manipular esa historia a su antojo y para su único beneficio.

Y entonces ocurre lo que el Fundador del Opus Dei quería evitar y por lo que no quería ser beatificado tan pronto: que aquellos que conocen la realidad de los hechos se lleven las manos a la cabeza y griten al mundo que las cosas no fueron como el Opus Dei las quiere pintar, que la verdad fue otra, que el Fundador tuvo errores y defectos que se han suprimido en la historia oficial de la Obra. Por lo que los periódicos se llenan de esos testimonios (ver la sección “recortes de Prensa”) y surgen libros que narran versiones contrarias a la oficial del Opus Dei (en su mayoría recogidos en “Libros silenciados”).

Y ante el miedo a que ese clamor acabe con la canonización de Escrivá, el Opus Dei no puede hacer otra cosa que impedir que esas voces lleguen al sumario de la beatificación e impide a sus autores que sean testigos del proceso, usando para ello las maneras más burdas y artificiales.

Mas todo queda escrito para la posteridad: la lucha sostenida por Miguel Fisac, María Angustias Moreno, María del Carmen Tapia... para que les permitieran testificar y el cómo y el porqué no lo lograron (las absurdas respuestas y acciones del Tribunal por las que les impiden declarar).

También permanecen escritas, para los siglos venideros, algunas mentiras que le hicieron creer al padre Rafael Pérez, Juez Instructor del citado proceso de beatificación:

"El título de marqués de Peralta pertenecía al padre de monseñor Escrivá; al morir éste, sólo el primogénito - o sea, él- podía reclamarlo. Pues bien, consultó a compañeros de la Obra, consultó a la secretaría de Estado del Vaticano y después de mucha reflexión resolvió pedirlo. A las veinticuatro horas lo había traspasado a su hermano. ¿Dónde está su ambición? Todo lo que quiso fue restituir a su familia lo que le pertenecía y sólo él podía proporcionarle, lo que por otra parte, además de un derecho, era una compensación por todas las privaciones que habían pasado ayudándole en su Obra". (Padre Rafael Pérez, O.S.A., nonagenario aragonés, juez del proceso de beatificación de monseñor Escrivá, declaraciones en la revista EPOCA, 10 de febrero de 1992).

Por su avanzadísima edad, el padre Rafael Pérez incurre en una serie de lapsus que subjetivamente no deseo calificar como mentira -seguramente llegó a creerse personalmente esta especie de versión oficiosa del Opus Dei sobre el famoso marquesado de Peralta- pero que objetivamente equivalen a toda una sarta de falsedades que voy a analizar en el resto de este capítulo. [...] Sin embargo en el archivo del ministerio de Justicia puede comprobarse que el marquesado de Peralta fue rehabilitado a petición de don José María Escrivá de Balaguer en 3 de agosto de 1968, de acuerdo con la solicitud formulada por el interesado el 25 de enero del mismo año; el título se concedió con inusitada rapidez, como parece ser norma en los grandes honores que antes y después de su muerte obtuvo el fundador del Opus Dei. Por lo tanto, como según la citada Guía (que en esta fecha no se equivoca aunque sí en otra muy esencial) don Santiago Escrivá no sucedió a su hermano en el título hasta el 13 de noviembre de 1972 resulta que monseñor Escrivá lo disfrutó durante más de cuatro años, y no "lo traspasó en veinticuatro horas" como afirma el padre Pérez. (Los años mentidos, La falsificación del marquesado de Peralta; Ricardo de la Cierva. Editorial Fénix).

Si el Instructor de la causa de beatificación, el Padre Rafael Pérez, afirma públicamente que Escrivá había traspasado el marquesado de Peralta a las veinticuatro horas de haberle sido concedido (por lo que concluye que no había ambición por parte suya), cuando en realidad ocurrió a los cuatro años tres meses y diez días (lo que podría implicar ambición por su parte), es porque esa mentira así figura en el informe que le presentaron al Papa, y Padre Pérez la repite a los medios de comunicación.

Muchas personas se han preguntado y se preguntan: ¿Cómo puede ser que Juan Pablo II haya beatificado y después canonizado a alguien con un proceso tan irregular, cuando ha habido otras causas que fueron paralizadas por una sola duda razonable?

Pues porque el Santo Padre confiaba en el Opus Dei y en los instructores de esa causa de beatificación.

Un juez no lo sabe todo de todas las disciplinas, por lo que para fallar correctamente en un juicio se sirve de peritos de confianza para que le asesoren sobre lo que él desconoce. Los documentos o declaraciones de esos especialistas son aceptados por el juez como si fueran propios, pues confía plenamente en quienes se los han facilitado; y en virtud de esos dictámenes periciales el juez falla en un sentido o en otro. Si los peritos falsean sus documentos, el dictamen del juez será equivocado pero no por su culpa, sino por la de sus expertos que le han mentido. En esas circunstancias el juez es justo, pero no su dictamen. Y si en un futuro hay que pedir responsabilidades por la injusticia de un fallo judicial en el que los dictámenes periciales fueron falsos, serán inculpados los especialistas que mintieron, no el juez que juzgó, puesto que él falló correctamente y en consonancia con los datos de que disponía.

Juan Pablo II no sabe si Josemaría Escrivá es candidato o no a la beatificación por lo que pone la investigación de esa duda en manos de peritos en los que él confía, con el padre Rafael Pérez a la cabeza. Si esas personas dan un informe escrito favorable a la beatificación de esa persona, entonces el Papa falla en ese sentido y lo beatifica. El Santo Padre no tiene otra opción. Ante los datos que sus peritos le ponen delante Josemaría Escrivá ha de ser beatificado y con una plena rectitud de intención el Papa lo lleva a los altares.

Como ocurre con cualquier otro tipo de juicio, si hemos descubierto que estaban falseados los peritajes que le fueron presentados al Papa, lo que llevó a culminar en esa beatificación, el responsable de ese desaguisado no es Juan Pablo II sino todos los que intervinieron, mediaron y presionaron, para que el proceso pericial previo estuviera ausente de pruebas contra la bondad de Escrivá y para que algunos de los hechos allí reflejados fueran erróneos (como el antes visto sobre el marquesado de Peralta).

Si en conciencia no se puede aceptar el dictamen de un juez, de cualquier juez, cuando se descubre que son falsos los peritajes en los que se basó su decisión (pues sin ellos su falló no hubiera sido el que fue); por lo mismo, en conciencia ningún católico puede aceptar la beatificación de Josemaría Escrivá tras descubrir tantas irregularidades graves en el informe que le fue presentado al Santo Padre y por el que éste le beatificó.

Si Juan Pablo II hubiera sido un papa refractario al Opus Dei, sus miembros no habrían corrido con el riesgo de formalizar un proceso de beatificación tan viciado como el que se hizo, por el peligro de que el Sumo Pontífice les descubriera y lo detuviera para siempre. Y, como sólo una historia falsa puede llevar a los altares a su Fundador, habrían esperado a que les llegara el momento propicio de escribirla, cuando viniera un papa que les fuera favorable; y en esa espera se habrían muerto todos los testigos presénciales de la vida y obra del Fundador sin dejar ninguno de ellos publicados sus testimonios en contra; y entonces, en ausencia de otras voces que la desautorizaran, todos darían por verdadera la narración falsa que el Opus Dei habría escrito sobre su historia. Y como consecuencia de lo anterior Josemaría Escrivá habría sido un santo sin fisuras, alabado y admirado por todos los hombres.

Pero no ha sido así como han ocurrido los hechos. El Opus Dei ha tenido la desgracia de que un papa favorable a él haya llegado a la Iglesia antes de tiempo, cuando aún vivían muchos de los testigos presenciales de la vida de su Fundador, lo que ha precipitado que sea denunciado el proceso de beatificación que ha llevado a Josemaría Escrivá a los altares como falto de verdad en cuestiones graves. Y esos testimonios permanecerán indemnes para las generaciones futuras, junto al clamor popular escrito en contra de su canonización. Lo que lleva (y llevará cada vez más deprisa) a que san Josemaría sea el santo más desprestigiado del santoral de la Iglesia.

Conclusiones

Con lo visto, se cumplen las hipótesis que dan comienzo a este trabajo.

  1. El Papa que más ha perjudicado al Opus Dei, tanto institucionalmente como en la persona de su Fundador, es aquel de quien todos piensan que más le ha beneficiado: Juan Pablo II.
  2. Ese Papa le ha producido al Opus Dei tanto daño precisamente por querer beneficiarle con todas sus fuerzas y por haberlo hecho antes de tiempo (porque sus miembros han querido explotar esa situación de especial apadrinamiento).
  3. El perjuicio que Juan Pablo II ha infringido al Opus Dei es de tal magnitud que le llevará a desaparecer como institución de la Iglesia, y a que su Fundador sea olvidado del santoral.
  4. Si Juan Pablo II le hubiera negado al Opus Dei su ayuda, éste, tarde o temprano, habría logrado sus objetivos, esos que ahora ya no puede conseguir (prelatura personal no sólo constituida por sacerdotes sino también por laicos).

¿Quién nos iba a decir que el Espíritu Santo iba a aprovechar precisamente el cariño del Santo Padre hacia el Opus Dei para lograr con él destruirlo junto con su Fundador? ¿Cómo podíamos sospechar que Dios estaba transformando en hachazos las caricias que su Vicario en la tierra le prodigaba al Opus Dei?

Puestos a citar dichos populares, me viene uno a la cabeza: Dios escribe derecho con renglones torcidos. Ciertamente, ¡Dios sabe más! ¡Qué admirables son la Sabiduría, la Inteligencia y el Poder de Dios!.


Sobre la vocación al Opus Dei

Introducción

El alma de la Obra es la vocación a ella, es lo que la hace ser y existir. Si los directores no ven en alguien vocación no le dejan ser del Opus Dei. Dicho de otra forma, cualquiera del Opus Dei lo es porque sus directores afirman que ha recibido de Dios la vocación de pertenecer a él.

El Fundador del Opus Dei valoraba tanto esa vocación, que refiriéndose a ella repetía frases tan duras como las siguientes:

No doy un duro [moneda de poco valor] por el alma de un hijo mío que abandone su vocación.

Prefiero que me digan de un hijo mío que se ha muerto antes que ha dejado su vocación.

El que abandona su vocación, además de perder su felicidad temporal, muy posiblemente pierda también la eterna.

No lo dudéis, la gracia más grande que habéis recibido de Dios, después del don de la Fe, es la de la vocación.

Por su importancia, creo que merece la pena reflexionar sobre lo que es la vocación, cualquier vocación, para después ver en donde se encuadra la del Opus Dei...

Significado de la palabra vocación

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAEL) define vocación como la inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión.

Por supuesto, esa llamada a algún estado lleva implícito que se trata de un estado distinto al que se tiene, porque si no es innecesario llamar, ya se está allí.

Según eso, ¿es vocación la inspiración con que Dios llama a alguien para que rece todos los días el rosario? Intuitivamente sabemos que esa gracia de Dios no es una vocación (como por ejemplo lo es la de ser sacerdote); mas para responder con exactitud a la pregunta anterior tenemos que conocer el significado de la palabra estado.

El diccionario de la RAEL define estado como la clase o condición a la cual está sujeta la vida de cada uno. Y el Espasa como la cl'ase o condición social de la vida de cada uno.

Aunque ambas definiciones dicen lo mismo en esencia, su unión aclara mejor el concepto. Así tenemos que estado es la clase o condición' social a la cual está sujeta la vida de cada uno.

Cada sociedad reconoce las clases o condiciones sociales de sus miembros (estados) y legisla sus respectivos derechos y deberes. Así, por ejemplo, en cada país hay una serie de estados civiles, tal como soltero, casado, etc., que suponen obligaciones y beneficios diversos para cada uno de ellos (un casado tiene ciertas desgravaciones fiscales que los otros no tienen; el soltero, viudo y divorciado se puede casar y no el que ya lo está, etc.).

Todos los estados que la Iglesia Católica reconoce en sus miembros van ligados a la voluntad de Dios, a los diferentes estados que Él quiere en su Iglesia, por lo que son el fin de todas las vocaciones que puedan existir. Según lo anterior, la vocación que Dios concede a una persona tiene que estar encuadrada en alguno de los estados que la Iglesia reconoce en sus fieles; por tanto, estudiemos los estados que hay en la Iglesia y conoceremos sus posibles vocaciones.

Diversos estados que hay en la Iglesia

Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada una según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo. (Canon 204, P1, del Código de Derecho Canónico).

Por institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se denominan también clérigos; los demás se llaman laicos. (Ibíd. C. 207 P1).

En estos dos grupos hay fieles que, por la profesión de los consejos evangélicos mediante votos u otros vínculos sagrados, reconocidos y sancionados por la Iglesia, se consagran a Dios según la manera peculiar que les es propia y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia; su estado, aunque no afecta a la estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, a la vida y santidad de la misma. (Ibíd. C. 207 P2).

Según lo anterior, en la Iglesia existen los siguientes estados:

  1. Laical. El del fiel que no es ninguno de los siguientes.
  2. Clerical. El de los ministros sagrados, aquellos que han recibido el sacramento del orden sacerdotal (diáconos y presbíteros).
  3. Religioso. Los que han profesado en una orden o congregación religiosa regular. Clérigos o laicos que se consagran a Dios haciendo profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, mediante votos u otros vínculos sagrados (que sólo se me ocurre que puedan ser juramentos; ya que además del voto el juramento es el único vínculo que es sagrado, pues es poner a Dios por testigo de algo; que en este caso sería jurar vivir los consejos evangélicos). Desde luego, nunca es vínculo sagrado un acuerdo o relación contractual entre un laico y un grupo religioso.

El certificado de bautismo es el documento oficial de la Iglesia Católica en el que se refleja el estado del bautizado. En él se inscribe si la persona es clérigo o religioso, y es laico si no figura ninguno de esos dos.

Como a cada uno de los estados antedichos se llega por una vocación (llamada de Dios), en la Iglesia solo existen tres vocaciones: la laical, la clerical y la religiosa.

Por ello no es vocación la inspiración con que Dios llama a alguien para que se perfeccione dentro de su estado, porque no es tendente a cambiarle de condición dentro de la Iglesia. Así pues, la inspiración del laico a vivir el celibato, la de cualquiera a rezar diariamente el rosario, a entregar todos sus bienes a los pobres, etc., no son vocaciones porque no cambian el estado de vida dentro de la Iglesia.

La vocación del laico al Opus Dei

Mediante acuerdos establecidos con la prelatura, los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal; pero han de determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de cooperación orgánica y los principales deberes y derechos anejos a ella. (Canon 296 del Código de Derecho Canónico).

Los laicos incorporados a la Prelatura [del Opus Dei] no modifican su propia condición personal, teológica o canónica, de comunes fieles laicos, Y como tales se comportan en toda su actuación y, concretamente, en su apostolado. (Apartado II-B, de la Declaración de la Sagrada Congregación de Obispos sobre la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, 23 agosto 1982).

Los laicos -hombres y mujeres, solteros o casados, de todas las profesiones y condiciones sociales- que se dedican al cumplimiento del fin apostólico propio de la Prelatura [del Opus Dei] asumiendo unos compromisos serios y cualificados, lo hacen mediante un vínculo contractual bien definido, y no en virtud de unos votos. (Ibíd., Apartado I–C).

Reuniendo lo más importante de lo subrayado arriba, tenemos: los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la Prelatura personal del Opus Dei cooperando orgánicamente con ella mediante un vínculo contractual, y no en virtud de unos votos; y esos laicos no modifican su propia condición personal, teológica o canónica, de comunes fieles laicos.

Sí los laicos se unen al Opus Dei como cooperadores suyos, mediante un vínculo contractual (que no es un vínculo sagrado), no en virtud de unos votos, y no modifican su propia condición de comunes fieles laicos, eso significa que al incorporarse a la Obra no cambian de estado dentro de la Iglesia, por lo que no hay una vocación divina para ser laico numerario, agregado o supernumerario, del Opus Dei. Lo más que puede haber es una inspiración que Dios da para que el laico se perfeccione dentro de su estado con los medios que el Opus Dei pone a su disposición.

Imaginemos que un párroco establece un acuerdo de tipo contractual con uno de sus feligreses para que éste viva en las dependencias parroquiales dedicándose a tiempo total a las necesidades e iniciativas de su iglesia (llevar contabilidad, mantenimiento del edificio, dar catequesis, etc.), por lo que a cambio sus sacerdotes le facilitan los medios espirituales que precise. La vocación de Dios que recibe ese laico para vivir en cooperación orgánica con la parroquia es la misma que la de quien coopera orgánicamente con la Prelatura Opus Dei como laico numerario, agregado o supernumerario; es decir, ninguna, porque en ambos casos no hay cambio de estado.

No hay vocación divina para cooperar orgánicamente con una parroquia y tampoco la hay para hacerlo con el Opus Dei.

De la misma manera, no existen diferencias sustanciales entre la inspiración divina que un laico recibe para rezar todos los días de rodillas el salmo Miserere, con la de cooperar con la Prelatura Opus Dei como numerario, agregado o supernumerario,

  • puesto que las dos son gracias para alcanzar la santidad dentro de su estado y condición, no para modificarlo;
  • y en ambas Dios busca producir cambios cuantitativos en el mismo estado (más santidad),
  • sin que en ninguna de ellas se produzcan modificaciones cualitativas de su condición dentro de la Iglesia (cambio de estado).

Conclusiones

  1. Ya que, por definición, una vocación divina es la inspiración con que Dios llama a una persona hacia un estado eclesiástico distinto al que tiene.
  2. Y se ha demostrado que no hay un cambio de estado eclesiástico cuando un laico se incorpora al Opus Dei (sigue siendo el mismo laico de antes).
  3. Por tanto:

NO EXISTE LA VOCACIÓN DIVINA PARA SER LAICO NUMERARIO DEL OPUS DEI.
NO EXISTE LA VOCACIÓN DIVINA PARA SER LAICO AGREGADO DEL OPUS DEI.
NO EXISTE LA VOCACIÓN DIVINA PARA SER LAICO SUPERNUMERARIO DEL OPUS DEI

Lo que supone:

QUE LOS LAICOS QUE NO SE HACEN DEL OPUS DEI NO ESTÁN RECHAZANDO UNA VOCACIÓN DIVINA.
QUE LOS LAICOS QUE DEJAN EL OPUS DEI NO ABANDONAN UNA VOCACIÓN DIVINA


Bombas contra el Opus Dei

Introducción

El pasado 2 de septiembre de 2005 Federer escribe:

¿Qué tipo de bombas vais a emplear? Siento daros un disgusto pero lo teneis crudo, jajaja, pormas que hagais no vais a poder destruir al Opus Dei, como no sea derribando el Vaticano con que tipo de bombas vais a emplear???? jajajaja Aqui teneis la noticia que nose os indijeste la comida. solo buscais hacer daño a nuestra madre la iglesia. Y después expone la noticia de que van a erigir en el Vaticano una estatua de san Josemaría, junto a la de otros fundadores.

Lo que sigue es mi contestación.

¡Hay un nuevo hereje llamado Federer!

Dices: jajaja, pormas que hagais no vais a poder destruir al Opus Dei, como no sea derribando el Vaticano con que tipo de bombas vais a emplear???? Jajajaja [...] solo buscais hacer daño a nuestra madre la iglesia.

Te recuerdo que esas afirmaciones son heréticas, como queda demostrado en la primera parte de Nuevas herejías, y cuyas conclusiones son...

  1. Sí alguien dijere que el Opus Dei es la Iglesia, sea anatema.
  2. Sí de quien opina sobre el Opus Dei (cuando opina tan sólo sobre algo peculiar del Opus Dei) alguien dijere que está opinando sobre toda la Iglesia, sea anatema.
  3. Sí de quien juzga al Opus Dei (cuando juzga tan sólo sobre algo peculiar del Opus Dei) alguien dijere que está juzgando a toda la Iglesia, sea anatema.
  4. Sí de quien critica al Opus Dei (cuando critica tan sólo algo peculiar del Opus Dei) alguien dijere que está criticando a toda la Iglesia, sea anatema.
    A lo que ahora añado:
  5. Sí alguien dijere que para destruir al Opus Dei hay que destruir a toda la Iglesia (al Vaticano), sea anatema (excomulgado).

Por tanto, Federer, eres un hereje' porque afirmas que poder destruir al Opus Dei sólo se logra derribando el Vaticano, por lo que solo buscais hacer daño a nuestra madre la iglesia. 'Y con esas palabras estás identificando al Opus Dei con la Iglesia, por lo que atentas contra la verdad de Fe de que la Iglesia es ”Una”.

Los cimientos del Opus Dei

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron riadas, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. (Mt. 7, 24-27)

Las bombas son necesarias para destruir una casa fundada sobre roca. A la edificada sobre arena le basta un soplido para que se venga abajo.

¿Cuál es la roca más importante sobre la que debe edificar un cristiano?

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que pagáis el diezmo de la menta del eneldo y del comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. (Mt. 23, 23).

Por lo que los cimientos para construir sobre la roca de Cristo, dicho por Él mismo, son la justicia, la misericordia y la fidelidad.

El Opus Dei no construye con la justicia

Por el contrario, el Opus Dei es un depredador de almas y de dinero para su exclusivo beneficio. Eso es lo único que le importa. Toda su energía se vuelca en coaccionar (punto 387 de Camino), acosar y extorsionar a las almas (ver “La santa extorsión”, E.B.E.), para obtener de ellas obediencia ciega. Para cumplir ese objetivo no le importa ser injusto vulnerando los derechos humanos que haga falta, que expongo en “¿Se respetan los Derechos Fundamentales en el Opus Dei?, y que resumo a continuación.

En el Opus Dei se viola el derecho:

  1. a la libre información, al criterio independiente de recibir la información que se desee (lectura de libros, programas de televisión, etc.),
  2. a la intimidad personal, te leen la correspondencia, tu dirección espiritual es mostrada a terceros y sin tu consentimiento, etc.,
  3. al pensamiento libre, cualquier pensamiento no autorizado lo consideran pecado (por ejemplo, replantearte tu vocación),
  4. a la conducta libre, todo tu actuar está estipulado,
  5. a los sentimientos libres, sólo puedes poner el corazón en el Opus Dei y en lo que a él le conviene,
  6. a una madurez humana y psicológica equilibrada,
  7. a ser independiente, te obligan a depender de ellos hasta en lo más mínimo,
  8. a tener amigos dentro de la Obra y a continuar la amistad con los que lo eran antes de incorporarse a ella,
  9. a elegir la vocación al Opus Dei: Tú no lo eliges, sino que es él quien te elige a ti,
  10. a elegir salirte del Opus Dei,
  11. al diálogo sobre la Obra, porque para ellos el Opus Dei es intocable, es “Dios”,
  12. te fuerzan a un estado de indigencia total, que, entre otras cosas, anula tu libertad para dejar el Opus Dei,
  13. aplican su coacción sobre adolescentes, forzándoles a hacerse del Opus Dei a pesar de estar inhabilitados por la ley para realizar contratos,
  14. a reconocerte los derechos normales de quien está en cualquier otra institución civil o religiosa. Los derechos adquiridos por sus miembros a través de la Prelatura sólo existen mientras benefician al Opus Dei (directamente y exclusivamente) y les son enajenados en cuanto no es así: no te dan certificados del tiempo que permaneciste en el Opus Dei, ni de las labores internas en las que trabajaste, ni te facilitan los títulos civiles de los estudios eclesiásticos que cursaste dentro de la Obra, etc.

Es imposible que se pueda afirmar que viven la justicia quienes actúan, institucionalmente, de esa manera.

El Opus Dei no construye con la misericordia

Es inmisericorde con quienes no bailan al cien por cien a su son. Dejan en la calle a aquellos que abandonan la Obra, sin recursos, con una mano atrás y otra alante, sin importarles sí pueden sobrevivir o sí morirán, sin mostrar ni un ápice de caridad y compasión hacia ellos; después de que durante años, a veces muchos años, esas personas les han entregado su vida, su trabajo, todo cuanto tenían; y los tratan como traidores, proscritos y les hacen desaparecer de su historia oficial.

También muestran una gran crueldad al violar los derechos humanos antes tratados.

El Opus Dei no construye con la fidelidad

  • El Opus Dei no es fiel a sus miembros. Para manipularlos no les facilita los Estatutos con lo que les impide conocer sus derechos. Su dirección espiritual es aireada a terceros sin su consentimiento. Por no repetirlos, basta decir que todos los puntos que hemos visto arriba en los que el Opus Dei viola los derechos humanos suponen además una falta de fidelidad hacia los suyos.
  • El Opus Dei no es fiel a la Iglesia. Para comprobarlo basta leer la carta que da píe a este trabajo. En ella se manifiesta una de las características más importante de la Obra: sus miembros viven en la herejía de considerar al Opus Dei como la Iglesia Perfecta y a la vez se proclaman como humildes hijos suyos, motivo por el que en su día bauticé ese comportamiento como el de “Herejía hipócrita” (a quien le interese puede ahondar en Nuevas herejías).

El Opus Dei reconoce todo aquello de que se le acusa

Hay una máxima de Derecho que dice que quien calla otorga como cierto aquello de que es acusado, porque si no se defendería presentando las pruebas necesarias.

El Opus Dei calla ante las acusaciones que se le hacen por lo que las otorga como ciertas. (Para más detalles ver “El silencio del Opus Dei.)

Si la Obra no construye sobre la Roca de Cristo con la justicia, la misericordia y la fidelidad, sino con sus vicios opuestos, y los reconoce y no quiere rectificar, entonces es que todo su imponente edificio está construido sobre arena.

No hacen falta bombas para destruir al Opus Dei

Para que se derrumbe el Opus Dei, al estar construido sobre arena, basta hacer caso al Maestro y esperar a que descienda lluvia, y vengan riadas, y soplen vientos, que den con ímpetu contra él para que caiga y sea grande su ruina.

No hace falta que nadie le ponga “bombas” al Opus Dei para que se venga abajo, puesto que él mismo se las ha colocado bajo sus píes al no edificar sobre la Roca de Cristo, con la misericordia, la justicia y la fidelidad.

Y quienes mostramos los defectos e incoherencias del Opus Dei no le estamos poniendo ninguna “bomba”. Lo que simplemente hacemos es “soplar” o “dejar caer un chaparrón”, que unido al de otros formara el vendaval y la riada que lo arruinará definitivamente. Mas no se hundirá por nuestra acción, sino por culpa del propio Opus Dei, porque su arquitecto construyó ese impresionante edificio sobre arenas movedizas.


La materialización de la libertad

En la Obra te han repetido hasta cansarte que estás allí porque quieres. Decía el Fundador del Opus Dei que tenéis que hacerlo todo porque os da la gana, que es la razón más sobrenatural y más humana.

Pues bien, hoy te voy a aconsejar un método para que materialices en tu vida la existencia o no de esa realidad. Si sigues las pautas que te doy lograrás en muy poco tiempo saber si esas frases que dicen los directores de la Obra están conectadas a la realidad de tu vida o si son tan sólo palabras huecas...


A) Sí no es pecado, ni falta, ni nada de nada, no hacer una mortificación o norma de piedad (eso lo dice la Iglesia y lo repite la Obra, no me lo estoy inventando yo), entonces, pregúntate antes de cada una de esas prácticas:

¿Qué sucedería si esta norma concreta la ampliara, la acortara, la suprimiera o la sustituyera por otra? ¿Qué ocurriría sí usara el plan de normas que me propone la Obra como una plantilla que adapto libremente a mis necesidades?¿Qué pasaría si habitualmente no hago una o varias normas o sí la hago de una forma no establecida por los directores? ¿Me permitirían todo lo anterior o me acosarían psicológicamente en cada charla semanal y con correcciones fraternas hasta obligarme a hacerlo? Y sí realmente lo vivo por esa fuerza psicológica, ¿soy realmente libre o es por esa presión por lo que lo hago?

El movimiento se demuestra andando y la libertad eligiendo. No es válida una libertad que está fijada por otros en una sola dirección, porque entonces ya no es libertad sino esclavitud.


B) Al formularte las preguntas del apartado anterior, quizás te venga a la cabeza que vives ese plan de vida tal y como los del Opus Dei te proponen porque te has comprometido a vivir tu vida según el espíritu de la Obra. En tal caso extiende tus preguntas al momento de ese compromiso y pregúntate:

¿Era realmente libre cuando escribí la carta pidiendo la admisión a la Obra o fui perseguido y acosado para que lo hiciera? ¿Tenía entonces los años que la ley exige para realizar contratos o era menor de edad? ¿Elegí mi vocación de numerario, agregado o supernumerario o fueron los directores de la Obra quienes la vieron por mí y me la impusieron? ¿Cuándo pité conocía todo a lo que me comprometía al hacerme de la Obra o no?

Sí alguna de las preguntas anteriores demuestran falta de libertad a la hora de hacerte del Opus Dei, entonces no te has comprometido libremente con él para vivir su espíritu, por lo que el contrato que realizaste es invalido y entonces puedes vivir sus normas como a ti te de la gana.

Puede que te venga a la cabeza que aunque no fuiste libre cuando escribiste aquella carta, has tenido tiempo desde entonces para replantearte abandonar la Obra. Entonces pregúntate:

¿Desde que pité he podido revisar mi vocación o por el contrario se considera algo gravísimo en el Opus Dei realizar ese análisis?

Sí en la Obra se considera un pecado dudar de la vocación, de lo que además tengo que rendir cuentas cada semana al hablar con el director, ¿cómo puedo entonces replanteármela? ¿Cómo podría dejar libremente el Opus Dei si no se me permite inspeccionar mi llamada a él?

Sí cuando me propusieron ser numerario (o agregado) de la Obra yo veía que lo mío era casarme, tener una familia, disponer de mis bienes... es decir, yo sentía que lo mío era ser supernumerario, ¿no será por qué esa es mi verdadera vocación, la que yo vi entonces y no la que ellos me impusieron?

Invéntate otras preguntas afines y continúa inquiriendo sobre las que cada respuesta te proporcione. No quiero imponerte nada, quiero que seas tú quien lo vea y el que saque las conclusiones pertinentes. Porque tu vida es sólo tuya y tú eres el único responsable del curso que le debes dar.


C) Antes de hacer tu confesión semanal, a la vez que te recoges para examinar aquello de lo que te vas a confesar, te preguntas:

Sí no tengo pecados, ¿qué pasaría sí ahora no me confesara?

Sí la Iglesia permite la confesión con cualquier sacerdote, ¿qué ocurriría si yo lo cumpliera exigiendo confesarme con un sacerdote elegido por mí, aunque fuera uno de la Obra, y no con el impuesto por los directores?

¿Qué sucedería si habitualmente no me confesara hasta que tuviera algún pecado grave que hiciera necesario este sacramento?

¿Me permitirían vivir la confesión así o me acosarían en cada charla semanal y con correcciones fraternas hasta obligarme a hacerla según ellos quieren? Y sí es por esa fuerza psicológica por la que me confieso como lo hago, ¿soy realmente libre o es por esa presión por la que vivo este sacramento?

Sí ponen tanto esfuerzo en obligarme a que me confiese con el sacerdote que ellos designan, ¿no será porque luego y sin mi autorización ese cura hace público a los directores lo que confidencialmente le cuento antes o después de la confesión?


D) Pregúntate muchas veces a lo largo del día:

¿Soy realmente libre para dejar ahora mismo la Obra?

¿Qué me lo impide?

¿No la dejo porque me da la gana o por la turbación que me produce lo que en el Opus Dei se afirma de que seré un desgraciado si lo abandono? ¿No podría ser que lo dicen para meterme miedo y forzarme con él a seguir en la Obra?

Observa los sentimientos e ideas que aparecen en ti al formularte esas cuestiones, y vuelve a preguntarte por su porqué.


E) Sí la dirección espiritual es un medio importantísimo para ser santo, ¿no tendría que ser yo quien elija al director espiritual en vez de serme impuesto, tal y como ocurre en la Obra?

¿Qué ocurriría si exijo mi derecho a que lleve mi dirección espiritual quien yo desee?

¿No será que me obligan a tener el director que ellos quieren porque en realidad no buscan que sea santo sino mi obediencia ciega a la Obra?

Y sigue, sigue, sigue, haciéndote preguntas que vayan por esta línea. Pregúntate por todo. No aceptes sin más las respuestas que los demás te dan sobre aquello que gobierna tu vida. Al final te transformaras en un gran filósofo, pues a fin de cuentas la filosofía consiste en preguntarse el último porqué de las cosas.

Por hoy termino, dejándote con una buena labor por realizar. Te adjunto unos versos de Joseph Rudyard Kipling para que te ayuden en la tarea:

Seis honrados servidores
Me enseñaron cuanto sé.
Sus nombres son
Cómo, Cuándo
Dónde, Qué
Quién y Por Qué

El libro que me sacó del Opus Dei

Corrían los sesenta, a mis 15 años era un chico de san Rafael feliz, que pensaba que eso de ser del Opus Dei era para quien sintiera vocación a él, lo que no ocurría en mi caso.

Y un fatídico día el director del centro, el sacerdote, quien me daba el círculo y el numerario que me trataba, se empeñaron, todos a una, en que veían clarísimamente lo que no veía yo: que Dios me llamaba a ser socio Oblato (Agregado) del Opus Dei. Y desde entonces no pararon de acosarme hasta que acabé pitando (escribir la carta pidiendo la admisión a la Obra)...

Y una vez dentro del Opus Dei me convencieron de que replantearme la vocación era una gravísima tentación diabólica, ya que en el supuesto de que no la tuviera los directores me lo comunicarían, pero que mientras eso no ocurriera lo mío era tener la certeza de esa llamada de Dios a la Obra. También me impidieron, por ser de mal espíritu –decían ellos–, oír otras campanadas distintas a las que el Opus Dei tañé (por lo que no debía contarle a mis padres que era de la Obra, ni confesarme con sacerdotes ajenos a la Institución; ni leer, ni ver documentales, ni tratar a gente... con opiniones distintas a la oficial del Opus Dei, ya que hacerlo ponía en peligro mi vocación).

Y casi 35 años confié en los directores del Opus Dei, a pesar de ir a contrapelo durante la mayor parte de ese tiempo, pues también me hicieron creer que la culpa de esa insatisfacción era mía, por no ser lo suficientemente fiel a Dios.

Y les creí casi 35 años.

Y, por pensar que era voluntad de Dios estar en el Opus Dei, durante esos casi 35 años recé pidiendo que me muriera antes que salirme de la Obra.

Y un día muy concreto, de un septiembre de hace algunos años, me regalaron un libro que juzgué inocente, que además no habla sobre Opus Dei, por lo que consideré que la Obra no me prohibiría leerlo. Y lo leí sin reparos. Era sábado, lo empecé a las 10 de la noche y continué leyendo de corrido, sin pausas, durante unas cuatro horas, hasta que lo acabé. Al comenzar su lectura era del Opus Dei, pero no cuando la finalicé.

Y eso ocurrió porque en ese libro descubrí que el Opus Dei es una gran estafa creada para conseguir la esclavitud psicológica y espiritual de las personas que lo componen.

Y así, en un día muy concreto de un septiembre de hace algunos años, de golpe, ese libro me sacó de la Obra. Y pocas horas después fui al director de mi centro y le dije que me iba. Y no hubo fuerza humana ni argumentos pseudodivinos con el poder de mantenerme por más tiempo en el engaño del Opus Dei. Y lo abandoné para siempre. Y nunca me he arrepentido de haberlo hecho.

Y es un deber de justicia para su autor citar el nombre del libro que me liberó de la trampa del Opus Dei.

Y es una obligación con Dios dar el título de ese libro que su Providencia puso en mis manos, para que igualmente puedan beneficiarse quienes están dentro de la Obra, esclavizados por ella, como lo estuve yo.

Y éste es el libro:

Combatiendo El Control Mental De Las Sectas. Autor: Steve Hassan.

En aquella ocasión yo lo leí en su edición impresa, pero ahora también se encuentra en esta Web en formato digital, en la sección “Recursos Para Seguir Adelante”.

Leed lo que en él pone con la idea de que se refiere al Opus Dei, y veréis como en lo importante es así.

Y una vez cumplida mi obligación de hacer público el medio que me liberó de la esclavitud del Opus Dei, finalizo haciendo mías las palabras con las que él comienza:

Dedico este libro a las personas de todo el mundo que alguna vez se han visto privadas de su libertad, con la esperanza de poder aliviar sus sufrimientos.

Los mil y un Opus Dei

Para que diversas personas puedan opinar, juzgar o sacar conclusiones sobre algo es imprescindible la permanencia objetiva del objeto de su estudio.

Sí se desean conocer las opiniones de tres expertos en pintura sobre un determinado óleo, es del todo necesario que esas personas contemplen el mismo cuadro. Sí bajo el mismo título le presentamos al primero de los peritos un bodegón que hemos pintado nosotros, al segundo un paisaje realizado por un amigo y al tercero el retrato anónimo de una joven que hemos comprado en un rastrillo, las conclusiones que ellos emitan no coincidirán en nada, parecerá el trabajo de tres esquizofrénicos profundos. El nombre del cuadro peritado por los tres coincide, pero no lo que concluyen sobre él, puesto que el objeto que cada uno estudió fue distinto al de los otros.

Exceptuando a las asociaciones delictivas, sociedades secretas y sectas destructivas, cualquier otra institución o relación laboral u orden religiosa, es transparente, es decir, que quien lo desee puede conocer en cualquier momento todo lo que necesita saber sobre ellas: sus constituciones, el tiempo y modo de dedicación que exigen, sus sistemas de traslados, la forma de incorporarse o de abandonarlas, etc. En resumen, se muestran siempre y para todos con permanencia objetiva, en su totalidad, tal y como son...

Por ejemplo, todos conocen sus derechos y obligaciones laborales, porque figuran en su contrato de trabajo, lo que lleva consigo que sólo con leerlo es visto por todo el mundo de igual manera. Por eso se pueden denunciar abusos de la patronal o justificar despidos por incumplimientos del trabajador.

Al que desea trabajar en el ministerio de Hacienda no se le dice: usted se incorpora, que después ya le diremos cuando comienza y termina su horario laboral y la tarea que va a realizar y el periodo de sus vacaciones anuales..., sino que sabe previamente que va a cubrir un puesto de administrativo y no de portero ni limpiador, con un horario de 9 a 17, que dispone de una hora libre para comer, con unas vacaciones anuales de un mes, etc.

Sí alguien se interesa por las Constituciones de los Agustinos, por citar un ejemplo que conozco, para obtenerlas sólo tiene que acudir a uno de sus monasterios y solicitarlas. Eso permite que quien se consagre en esa Orden sabe de antemano todos sus derechos y obligaciones para con ella. Por lo tanto sólo puede haber una Orden de Agustinos: la que se corresponde con lo que ella muestra a todos.

Pero eso no ocurre con el Opus Dei, que se manifiesta a cada persona de una manera distinta. Por lo que hay tantos Opus Dei como personas se ponen en contacto con él.

Antes de incorporarte a la Obra no te facilitan sus estatutos, cuáles van a ser tus obligaciones, tu forma de vida en él, etc., sino que los directores te lo van desvelando poco a poco, sobre la marcha, cuando viene a cuento hacerlo. Así, al mes de haber pitado te enteras de que no puedes ir al cine, a los ocho de que has de usar dos horas al día el cilicio, al año (una numeraria) de que ha de dormir hasta los 40 años sobre una tabla, cuando vas a la primera convivencia descubres que tu correspondencia tiene que ser leída y controlada por el director, etc.

Para complicarlo aún más, esas directrices varían según el país y a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en España los numerarios y agregados no pueden usar tarjetas de crédito y en Norteamérica sí. Y quizás también en España dentro de unos años.

Además, por no saber nadie cuales son sus obligaciones concretas con la Obra, dentro de cada tipo de vocación no se le exige a todo el mundo lo mismo. El Opus Dei aplica sus pretensiones de una manera u otra dependiendo de muchas variables. La primera es que la persona ofrezca resistencia a vivir algo, que diga:¡Hasta aquí hemos llegado! La ponderación de cada normativa con respecto al valor que tiene para la Obra la permanencia en él de quien se resiste a vivirla, lleva a que los directores resuelvan la situación de mil maneras diferentes.

Sobre una misma forma de actuar que la Obra exigía cuando yo estaba dentro (desconozco sí ahora sigue igual o no), voy a exponer más abajo cómo fue aplicada en algunas situaciones, todas ellas reales. La normativa es la de que no se podía ir a la boda civil, ni al domicilio de parejas que no estuvieran casadas por la Iglesia. Nadie de la Obra puede leer esta obligación en ningún sitio (como ocurre con todas las demás), sino que es mostrada por lo directores verbalmente, en general cuando se le presenta al sujeto una situación que lo exige, como podemos comprobar en los siguientes casos:

1) Una agregada mayor, se quedó huérfana de padre y madre cuando tenía 18 años, por lo que crío a su hermano, entonces recién nacido, como sí fuera su hijo. El tiempo pasa, ella se hace de la Obra, y en determinado momento su hermano decide casarse por lo civil. Las directoras le aplican la prohibición antedicha y ella les salta con que ¡Yo voy a la boda de mi hermano! Sí me lo permitís, siendo de la Obra; y sí no, decidme qué tengo que hacer para dejar ahora mismo el Opus Dei. Porque lo que está claro es que yo no pierdo la relación y el cariño de mi hermano.

Respuesta de sus directoras: La dejaron ir a casa de su hermano cuantas veces quisiera, y también a la ceremonia.

Para esa persona, visto bajo el aspecto tratado, ¿Qué es el Opus Dei?

Respuesta: Una institución transigente.


2) Un sábado, sobre las 5 de la tarde, estoy sólo haciendo la oración en el centro. Se abre la puerta. No miro. El que ha entrado se arrodilla y a los pocos minutos explota en un llanto inenarrable. Me giro sobresaltado y es un supernumerario mayor, no de mi grupo. Pienso que se le ha muerto un familiar o que ha sufrido alguna otra tragedia por el estilo. A duras penas le consigo calmar, lo suficiente para que no llore, y me lo llevo a una cafetería cercana (en donde aprovecho la ocasión para tomarme con él un café y una copa de coñac). Me cuenta que en estos momentos se está casando mi hija por lo civil y como no puedo ir a su boda me ha dicho que sí no me ve en ella rompe conmigo para siempre.

Y esa era la razón de su sufrimiento: que no estaba en esa ceremonia, por lo que su hija le iba a odiar de por vida. Y todo porque los directores le habían prohibido asistir a esa boda, y él lo había tolerado.

Para este super, ¿Qué es el Opus Dei?

Respuesta: Una entidad intransigente.


3) Durante más de un año estuve yendo a cenar el primer sábado de cada mes a casa de un compañero que no estaba casado con su pareja; también asistían otros amigos mutuos. Yo entonces no conocía la existencia de ese impedimento y contaba en la charla de la semana correspondiente mis cuitas apostólicas con los comensales de esas reuniones. Todo se mantuvo con las bendiciones del director hasta que en una ocasión se me ocurrió decir, de pasada, que los anfitriones no estaban casados. ¡Todavía se deben oír en Babilonia los exabruptos del jefe! Que fueron acompañados con la prohibición tajante de volver a asistir a tales cenas. De nada sirvieron mis razonamientos de que gracias a esas reuniones algunos de los presentes habían asistido a retiros mensuales, ni de que Jesús comía con publícanos y pecadores... ni nada de nada. Lo mandaba el Padre (el Prelado del Opus Dei, no Dios Padre) y: ¡A obedecer!

Y obedecí con el rechinamiento de todos mis dientes y huesos.

Para mí, contemplado bajo este ángulo, ¿Qué es el Opus Dei?

Respuesta: Una institución paranoica.


4) Mi mujer, ex agregada, ha ido infinidad de veces a la casa de una amiga de la infancia que vive con su pareja, sin estar casados. Y en el Opus Dei nunca se lo prohibieron, por la sencilla razón de que ella ignoraba que eso tuviera importancia y jamás se le ocurrió comentar a sus directoras que su amiga no estaba casada.

La misma pregunta hecha a mi mujer: ¿Qué es el Opus Dei?

Respuesta: Una institución tolerante.


Por lo anterior, para los protagonistas de esas cuatro historias hay otros tantos Opus Dei muy distintos entre sí: El transigente, el intransigente, el paranoico y el tolerante. Y cuando esa normativa cambie en la Obra, y ya se pueda ir al domicilio de esas personas, el Opus Dei será para todos cuantos sufrieron su versión anterior una institución que no hay quien entienda.

Y es así, no porque cada uno de ellos juzgue sobre lo mismo con conclusiones diferentes, sino porque el Opus Dei que contemplan, excepto en el nombre, no es igual para ninguno de ellos, por lo que los juicios que emitan sobre él tendrán que ser, por fuerza, completamente distintos..

Y sí para las vivencias personales en cada una de las miles de normativas de la Institución hay otros tantos Opus Dei, lo mismo cabe decir para las diversas incorporaciones a él.

  • El que fue chico/a de san Rafael, a quien nunca le pidieron ser de la Obra, se ha llevado sólo lo bueno de ella: el trato superamable de su gente, la alegría de sus centros, el que le enseñaron a ser piadoso, etc. Por lo que para él el Opus Dei es una institución maravillosa.
  • Al que acosaron para ser de la Obra y salió corriendo, pensará que el Opus Dei es un grupo al que no conviene acercarse.
  • Para el numerario/a, agregado/a o supernumerario/a que se fanatiza para así no padecer el sufrimiento que le provocarían las incongruencias de la Obra, el Opus Dei es el mismísimo Dios.
  • Para quienes lo dejamos porque descubrimos la maldad que lo rige, encubierta con tapaderas de santidad, el Opus Dei es Opus Diaboli, una obra del Diablo. (Lo anterior no es una calumnia, ni un insulto, sino un diagnóstico preciso basado en las conclusiones de en mis escritos previos).
  • Para los/as numerarios/as, agregados/as que se van porque se enamoran de alguien, sigue actuando sobre ellos la programación que recibieron dentro de que serán infelices el resto de su vida y que en la otra se condenarán, por lo que muchos se transforman en “forofos miembros externos”, que a los cinco años de dejarlo piden de rodillas que les permitan volver como supernumerarios/as, que se dedican compulsivamente a labores parroquiales o a dar charlas sobre la dignidad del amor humano o a otras tareas que serían bendecidas por la Obra; y llevan a sus hijos a sus centros y cuando uno pita se llenan de felicidad porque ese vástago les sustituye viviendo por ellos la vida que traicionaron cuando hicieron de Judas al salirse de la Obra. Con todo eso lo único que buscan es demostrarle a Dios que pueden ser buenos (aunque subconscientemente nunca se lo acaban de creer), para que les conceda su perdón, a pesar de haber cometido el terrible e irreparable pecado de tirar por la borda la inmensa grandeza de la vocación al Opus Dei. Y para éstos, el Opus Dei es tan Perfecto como para cualquiera de los fanáticos que siguen dentro.
  • Quienes no estaban protegidos, por no haberse fanatizado profundamente, y se van de la Obra tras años de sufrimiento y/o por haber caído en una depresión u otra enfermedad grave causada por las congojas que les produjeron las incongruencias de la Obra; para éstos la visión del Opus Dei dependerá del momento de su maduración con respecto a él, que vira en el espectro que va de afirmar que el Opus Dei “es una institución buena, pero no para mí” a “es un Opus Diaboli”, con todos los estados intermedios posibles.

Y cada uno de esos tipos de personas jurarán que el Opus Dei es respectivamente: “Maravilloso”, “un grupo al que no conviene acercarse”, “el mismísimo Dios”, “una obra del Diablo”, “Perfecto” y “una institución buena, pero no para mí”. Y el diálogo entre ellos será de sordos porque es imposible que se pongan de acuerdo entre sí, ya que bajo el mismo nombre cada uno está juzgando realidades muy distintas.

Con lo visto se concluye que no hay una permanencia objetiva del Opus Dei en su manifestación, por lo que cada persona conoce uno distinto, lo que supone que hay infinitos Opus Dei, tantos como humanos se han relacionado con él.

Sí a veces la web Opuslibros parece una torre de Babel, con opiniones tan dispares y opuestas cuando se habla sobre los mismos términos, es a causa de que escribimos y leemos considerando que hay un solo Opus Dei, como si fuera cualquier otra institución transparente, que se muestra de igual manera ante todas las personas, cuando la realidad –como hemos comprobado– es que hay infinitos Opus Dei, tantos como somos los que le conocemos. Y por hablar cada uno de nosotros del Opus Dei que hemos experimentado, que es único, se provoca el choque con los Opus Dei de los demás, que igualmente son únicos para cada uno de ellos, y completamente distintos entre sí y con el nuestro.

Por esa misma razón no hay webs semejantes de ex agustinos, ni de ex trabajadores de Hacienda, ni de ex empleados de El Corte Inglés... pues al ser ésas unas instituciones transparentes son objetivamente las mismas siempre, iguales para todos cuantos las contemplan, por lo que al no haber discrepancias esenciales entre quienes las conocen no hay una diversidad radical de opiniones, y entonces es superflua e innecesaria una web que polemice sobre ellas.

Pero también existe otro Opus Dei, que es único, aquel que da vida a los múltiples que hemos visto aquí. Su estudio será abordado en una entrega posterior.


Expresiones peyorativas para el Opus Dei

Este escrito es una reflexión sobre el contenido de un mail de TruthFinder, quien el pasado 10 de octubre de 2005 nos aconseja:

Solamente escribo para hacer una sugerencia: para mantener un nivel intelectual en este foro propongo que tengan en cuenta que al utilizar expresiones peyorativas hacia la Obra, la Prelatura, el Prelado, etc… le resta nivel, y también le quita seriedad y hace ver algunos testimonios como frutos de puro enojo lo cual le puede restar credibilidad. (...) Por ejemplo, en algunos escritos al referirse al Prelado y decirle perlado, dejan mucho que desear.

Lo primero es dar las gracias a TruthFinder por esas recomendaciones, que tan sólo veo motivados por el deseo de perfeccionar la Web y mejorar la calidad de nuestras aportaciones, lo cual siempre es de agradecer.

Hago un inciso. Quiero aclarar que en mis escritos procuro ser fiel a la ortografía de los nombres propios. Actúo de esa manera no porque deje de sentir y compartir lo mismo que aquellos que no lo hacen, sino para no distraer innecesariamente a nadie del contenido de lo que lee. Sí la Obra ha hecho a los suyos intolerantes e intransigentes ante la mínima discrepancia sobre lo que ella afirma, y mis textos disienten mucho de su versión oficial, ¿para qué añadir más dificultad a la comprensión del lector con el uso de expresiones que pueden enojarle?

Continuemos. Muchos de la Obra se creen que esas voces son alteradas con una intención peyorativa o para irritarles. Pero no es así...

Por lo pronto hay que considerar que este foro es libre. Totalmente libre. Ninguno de los que participamos en él tenemos que alinear nuestras palabras con los gustos, normativas o exigencias, de un tercero, tal y como ocurre en otros lugares montados para difundir determinadas ideologías. Y uno de los rasgos que hacen ver la libertad de este lugar es precisamente el que origina los consejos anteriores: que algunos de quienes escriben no buscan más credibilidad, seriedad o nivel, sí para ello han de sacrificar su espontaneidad.

Por otra parte, es una visión muy simplista afirmar que la gente sólo usa esas expresiones por enojo, rabia, rencor, u otra pasión semejante. No. Es por algo más profundo por lo que habitualmente se escribe “la opus”, “la cosa”, “el perlado”, “la secta”, “la perlatura”, etc.

La primera razón se manifiesta al comienzo de dejar la Obra, es la contestataria: la de oponerse al perfeccionismo neurótico que se ha vivido durante años en el Opus Dei con el cuidado de las cosas pequeñas, que en muchas ocasiones parece estar por encima de la caridad. Y sí para algo la Obra es perfeccionista al máximo es para las expresiones que se refieren a ella y a lo suyo. Por lo que modificar esos términos es una forma de protesta para quien deja la Institución. Es una manera de afirmar ante sí mismo y al resto del mundo que ¡Estoy harto de esa multitud de correcciones fraternas que he recibido durante años por idioteces! Y ahora escribo “la opus”, “la cosa”, “el perlado”, “la secta”... ¡Porque soy libre y me da la gana y ya no hay nadie que me dé la lata por ello!

Pero muy pronto se le suma a lo anterior un motivo mucho más profundo.

Las palabras no serían más que sonidos y las grafías que los representan si no fuera por lo que significan. Desde que nacemos asociamos a cada término nuestras vivencias, por lo que cada palabra, además del valor básico que le conceden los diccionarios, lleva añadida, para cada ser humano, la que le otorgan sus experiencias con respecto a ella.

No evoca lo mismo la voz “matrimonio” para quien está felizmente casado, que para quien se lleva a matar con su cónyuge, ni para el que se ha divorciado cuatro veces. Es muy distinta la definición que cada una de esas tres personas nos darían sobre esa misma palabra (que añaden a la común, a la que todos entendemos).

A un gusano ya no le podemos designar así cuando sale transformado del capullo, lo que resolvemos cambiándole el nombre por el de mariposa. De semejante manera hay ocasiones en que las vivencias de una persona cambian radicalmente el significado de determinada palabra y necesita substituirla por otra que se adapte mejor a la nueva realidad. No me refiero a un cambio circunstancial, el normal que sucede al ir añadiendo matices a una voz conforme la vida la enriquece, sino a una modificación brutal, abismal, esencial, de lo que quería decir con respecto a lo que después significa.

Veamos algún caso. El primero es del Evangelio, hay un momento en el que Simón deja de ser el mismo de antes; en virtud de la gracia de Dios se produce un cambio radical en su persona por lo que su nombre antiguo ya no se corresponde con el de su presente misión y entonces Jesús se siente movido a cambiárselo. Leámoslo:

Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 16-18).

Después de ese instante a Jesús le cuesta llamar a ese hombre de la manera antigua porque le evocaría a la persona previa; y lo resuelve cambiándole el nombre para que su significado actual no interfiera con el anterior.

Por la misma razón se cambia el nombre de quien es consagrado Papa. Con ello, por ejemplo, Carol Jozef Wojtyla quiere decir a la humanidad que la mutación radical que se ha producido en él al convertirse en el Vicario de Cristo obliga a que le llamen con otro nombre, con el de Juan Pablo II, para que así no le confundan con el de antes.

Y eso no sólo ocurre en situaciones tan especiales como las anteriores sino que es algo más común de lo que parece. Pongo un ejemplo:

Supongamos que desde hace un año alguien tiene una novia a la que considera maravillosa, cúmulo de todos los encantos: hermosa, alegre, fiel, etc. Y a esa chica, fruto de su relación con ella, él le ha puesto el apelativo de “muñequita”, que usa para todo: “qué guapa estás muñequita”, “adiós, muñequita”, “muñequita, pásame el tabaco”... Y un mal día va y rompe con esa joven porque descubre que desde hace seis meses, a escondidas, le está siendo infiel. Desde ese momento, para él, el término “muñequita” ha perdido todos sus antiguos valores; y por evocarle mentira, desengaño, sufrimiento, traición, infidelidad, etc., ya no podrá aplicárselo a nadie.

Pues bien, de la misma manera hay determinadas palabras que cargamos de significado a lo largo de nuestra estancia en el Opus Dei. Sólo tienen el valor que la Obra nos hizo concebir de ellas. No incluyen connotaciones ajenas a las que la Prelatura les forjó.

Y en el momento en el que rompemos con el Opus Dei esos vocablos ya no se corresponden con los valores antiguos. Ya significan otra cosa muy distinta a la anterior.

¿Cómo resolvemos el problema de usar palabras que ya no simbolizan lo de antes?

Cambiándolas por otras que se adecuen mejor a la nueva realidad descubierta.

Veámoslo con algunas de esas expresiones.


Padre

Al jefe máximo de la Obra le llaman Padre, y ese vocablo fue lleno de significado mientras estuve dentro. Cuando salgo me doy cuenta de que en la Obra es así para implantar el engaño de que confundamos a ese hombre con el mismo Dios Padre (único dador de Vida), para lo que además se contraviene un mandato explícito de Jesús: Y a nadie deis el título de padre, sobre la tierra; porque uno sólo es vuestro Padre, el que está en los cielos. (Mt. 23, 9), que hace referencia al uso espiritual y honorífico de esa palabra (título de padre), no al natural de la carne, por lo que desde un principio los cristianos siguieron llamando padre a quienes les daban la vida física. Y para obedecer a Cristo es por lo que en la Iglesia se le pone el apelativo de padre a un sacerdote acompañándolo de un apellido: Padre Superior, padre Pérez, padre dominico, etc.; nunca “Padre” a secas, excepto en el Opus Dei.

Y va el Prelado de la Obra y se salta a la torera ese mandato de Jesús poniéndose con ello a la misma altura de Dios.

¿Cómo sabiendo eso puedo volver a utilizar la palabra Padre para designar al jefe supremo del Opus Dei? ¡Me es imposible hacerlo!

¿Cómo lo resuelvo? Cuando quiero llamarle de la forma más ortodoxa posible escribo Prelado, voz que carece de toda connotación para mí. Pero como es una persona que usa ese nombre indebidamente (sacrílegamente), por apropiarse uno de los títulos de Dios, se entiende perfectamente a quien le designe de otra manera porque con esos términos nunca se está despreciando a un cargo o institución de la Iglesia, sino a quien la daña con él.


La Obra y Opus Dei

Antes de entrar en contacto con la Obra, para mí era “el Opus”, y entonces esa palabra me significaba una institución de la Iglesia como otra cualquiera.

Una vez dentro se encargaron de que dejara de llamarle así, por lo que las mentalizaciones, vivencias y los conocimientos, surgidos dentro de la Prelatura están asociados única y exclusivamente a los términos “la Obra” y “Opus Dei”. Sí nunca me hubiera acercado a él todavía seguiría llamándole el Opus, tal y como lo sigue haciendo todo el mundo de la calle.

Cuando estaba dentro, para mí los valores asociados a “Opus Dei” y “la Obra” se pueden resumir en “todo lo bueno posible con total ausencia de mal”, que se corresponde con lo que la Prelatura inculca a los suyos que es ella (idéntico a la definición de Dios).

Me salgo de la Obra porque descubro que es un grupo que viola los derechos humanos más elementales, que coacciona para controlar los pensamientos, los sentimientos, la conducta, la información.... de cuantos caen bajo su fuerza gravitacional para esclavizarlos psicológicamente y así poder exprimirlos. Y también encuentro otras muchas realidades más, inhumanas y anticristianas, disfrazadas de bondad para de esa manera poder implantarse en la Iglesia y en el mundo.

No le puedo volver a llamar “la Obra”, ni “Opus Dei” ya que sé que no es la “Obra de Dios”, ni tampoco “el Opus (con mayúscula)”, porque ahora soy consciente de que no es una institución más de la Iglesia. Por lo que cada cual le cambia el nombre por “el/la opus (con minúscula)”, “la perlatura”, “la sectaprelatura”, “el ente”, “la cosa”, “la secta”, “la mafia”, etc., según entiende que es la palabra que mejor se adapta a la nueva realidad que ha descubierto de él.

Como hemos podido comprobar, por lo que se cambian los términos que el Opus Dei considera sacrosantos no es por aversión, animadversión, coraje, furia, cólera, exasperación, irritación, odio, inquina, resentimiento, encono, aborrecimiento, rencor, tirria, ojeriza, antipatía, desprecio, fobia, enojo, furor, abominación, ira, rabia...

Ni tampoco por un deseo de ofender a los de dentro.

Sino que la razón más importante por la que los exmiembros del Opus Dei cambian esas palabras es la misma por la que nadie puede seguir llamando gato a un animal cuando descubre que es un perro.


La manipulación de la verdad

Cuando los hechos hablan mal de alguien, es esa persona quien ha de reaccionar ante lo ocurrido (rectificando, huyendo, explicando, pidiendo perdón, etc.), pero lo que no es comprensible es que anule la verdad de lo pasado, para así continuar mostrándose como falsamente perfecto ante los ojos de los demás. Esto se llama hipocresía.

En diversas ocasiones se ha puesto el dedo en la llaga de que el Opus Dei “reescribe” la historia. Para lograrlo suprime de sus documentos oficiales los nombres y hechos de quienes le dejan, mostrando con ese gesto que los aniquilan de su vida. Por lo mismo, también excluyen o maquillan episodios de su biografía o de los textos que les pueden perjudicar. Con esa actuación se reafirman en la idea de que su Institución y su Fundador son perfectos. Ésta es una faceta importante de su hipocresía institucional.

Un acontecimiento reciente nos muestra un ejemplo claro y comprobable de cómo la Obra actúa así corporativamente.

El 17 de octubre de 2005, Ottokarnos hace ver que en un artículo publicado en la web de la Prelatura, tomado del periódico El Universal de México, se contienen frases impropias de las enseñanzas que cualquier grupo cristiano ha de impartir...

La Prelatura ya había mutilado partes de ese artículo cuando Ottokar escribe, pero no acaba aquí la cosa, sino que el 21 de octubre siguiente E.B.E. nos comunica:

Está claro que la Obra lee Opuslibros todos los días. Una prueba de ello es que gracias a la aguda observación de Ottokar, cambiaron el contenido de la web oficial. / En un principio pensé que las autoridades de la Obra habían rectificado y por lo tanto era digno de elogio. Pero enseguida me di cuenta de que no se trataba de rectificación alguna sino de encubrimiento. Escandaloso. Peor el remedio que la enfermedad. Recurrieron a la mentira para tapar una verdad que se les escapó sin darse cuenta. Pues quitaron la parte que dice «aunque les peguen». [...] Causa gracia ver el ridículo que supone cambiar ese artículo, pues en el diario online donde salió no hay ninguna censura y por lo tanto aparece completo. Pero no da gracia, luego, cuando este hecho es reflejo de la impunidad y del patrón inmoral con el cual actúa la Obra. Ya no es necesario dar testimonio de la censura interna (cambio de hojas en Crónica) pues lo mismo hacen en Internet, a la vista de todos. Un ejemplo más del fraude bajo el cual se mueve esta institución. La Obra cambió el texto pero sigue sin cambiar ella misma, su patología.

Aunque los de la Obra suprimen del original un párrafo entero, dos frases, modifican otras dos... son tan expertos en manipular la información que no sólo dificultan descubrir su engaño sino también consiguen poner a la gente de su lado, como se ve en lo que ese mismo día nos escribe ColorEsperanza:

Esto es para los encargados de la Web.... / Me parece que lo escrito como: 'Soportan a sus esposos… aunque les peguen'.- Ottokar es mentira... no existe ningún artículo que busque que dice lo que él dice... Sólo está la página del OpusDei que no dice lo que él publica, y si no hay referencia de nada? seamos justos ... tampoco así.

¿Cómo ha conseguido el Opus Dei engañar de esa manera?

1) Mintiendo al indicar que transcribe el articulo original completo.

Quien lee Reproducimos el artículo publicado en el periódico El Universal de México”, como se escribe en la web del Opus Dei, piensa que está íntegro, por lo que no ve la necesidad de completar la información comparándola con el original (porque supone que no hay diferencia con él).

¿Quién puede imaginar que una institución tan “santa” y que cuida tanto lo pequeño como es el Opus Dei le va a engañar cometiendo además el atropello de violar los derechos de autor de un artículo, al mutilarlo y cambiar sus palabras?

Pero la Obra, como siempre, abusa de la buena intención de la gente para así poder engañarla, y altera el original de ese texto.

2) No poniendo vínculo al lugar en donde se encuentra la fuente.

Lo normal al citar un texto que se halla en Internet, aunque se reproduzca completo, es la de colocar la dirección web en donde se puede localizar. En este caso la Obra no lo hace, con lo que impide la revisión del original.

3) Cambiando el título, nombre del autor y fecha de publicación.

El original es titulado “Mazahuas del Opus Dei.” mientras que en el de la web de la Obra es Encontrar a Dios en el México indígena, que no tiene ninguna palabra en común con el anterior.

En El Universal el autor es Guillermo Guillén”, y en la Prelatura Guillermina Guillén” (esta alteración es muy grave, porque supone no reconocer su condición de autor a quien ha realizado el artículo).

En la página oficial de la Obra no se cita la fecha de publicación que aparece en el periódico, Domingo 02 de octubre de 2005, pero sí la de cuando ellos le colocan en la web de la Prelatura, 17 de octubre de 2005, por lo que inducen al lector a pensar que la primera es la misma que la segunda.

Introduciendo esos valores falsos (título y/o fecha y/o autor), el buscador del diario no encuentra el artículo, el lector no puede acceder al texto original, por lo que queda impune a toda revisión la mutilación y alteración del original que nos presenta la web oficial del Opus Dei.

A esta violación de los derechos de autor, con ánimo de engaño, que ha realizado el Opus Dei, se le denomina en jurisprudencia delinquir con alevosía, premeditación, abuso de confianza, intención de engañar y ocultación de pruebas.

APÉNDICE

Recordemos que legalmente no se pueden modificar ni eliminar tanto partes de un texto como el nombre de su autor, tal y como recogen los siguientes artículos de la Ley de propiedad intelectual española (que en estos aspectos es semejante a la de los demás países):

Artículo 14.Corresponden al autor los siguientes derechos irrenunciables e inalienables:

3. Exigir el reconocimiento de su condición de autor de la obra.

4. Exigir el respeto a la integridad de la obra e impedir cualquier deformación, modificación, alteración o atentado contra ella que suponga perjuicio a sus legítimos intereses o menoscabo a su reputación.

Artículo 41. La extinción de los derechos de explotación de las obras determinará su paso al dominio público.

Las obras de dominio público podrán ser utilizadas por cualquiera, siempre que se respete la autoría y la integridad de la obra, en los términos previstos en los apartados 3. y 4. del artículo 14.

Exposición comparada de los textos objeto de este escrito

Nota: Lo que viene a continuación de este párrafo es así en la fecha en la que lo escribo: 23 de octubre de 2005. No me hago responsable de los cambios posteriores que puedan realizar tanto el diario El Universal como el Opus Dei en sus respectivas páginas web.

La modificación del título, nombre del autor y la fecha de su publicación, ya fue tratado, por lo que no lo repito.

El siguiente párrafo está eliminado en la web de la Prelatura:

El Opus Dei tiene su origen en España. El 2 de octubre de 1928, Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote católico, defiende la idea de que todos los hombres y mujeres pueden alcanzar la santidad realizando trabajo y actividades diarias, con espíritu cristiano, y funda esta prelatura (territorio que no se ha convertido en diócesis, es decir, que no cuenta con un obispo que lo administre).

La Prelatura ha suprimido del párrafo siguiente lo que está subrayado:

Para estas indígenas mexicanas La Obra (como le llaman) fue un parteaguas porque transformó sus vidas. Ya no se enojan, no maltratan a sus hijos y soportan a sus esposos… aunque les peguen, sin embargo, hay quienes aseguran que, por medio de la oración, han logrado cambiar a varios de ellos. Incluso, confían en que rezando podrán sanar a un hijo si es homosexual.

El primer párrafo de los que siguen se corresponde con el original y el segundo al modificado en la web de la Obra, se subrayan las partes que cambian:

Adela señala que su función es de "cooperadora". Ofrece rezos por el Opus Dei, hace sacrificios económicos y los otorga a la prelatura de la cual todavía no forma parte. Será miembro en el momento que elija adquirir un mayor compromiso con su fe y con Dios. Entonces tendrá el grado de "supernumeraria". (Diario El Universal).

Adela señala que ella es cooperadora. Ofrece rezos por el Opus Dei, hace sacrificios económicos y los otorga a la prelatura de la cual todavía no forma parte. Será miembro en el momento que elija adquirir un mayor compromiso con su fe y con Dios. Entonces sería supernumeraria. (Página oficial de la Prelatura).

El cristianismo es una religión de la conducta

Leo Boig nos escribe el 31 de octubre de 2005:

He conocido a gente maravillosa que no tiene, ni quiere tener ninguna relación con la Iglesia, ni cree en Dios. Por supuesto que no estoy haciendo apología del escepticismo o agnosticismo, tan solo mostrarte caminos que también conducen a la felicidad. Nos dicen que fuera del Opus Dei no hay felicidad y es falso, pues yo creo que igual pasa con la Iglesia y con Dios o con ciertas visiones de la Iglesia o de Dios.

Jesucristo dice:

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’. Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.

Luego dirá a los de su izquierda: ‘Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron’. Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’. Y él les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo’. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna”. (Mateo 25, 31-46.)

¿Acaso en todo ese discurso Jesús exige a los hombres creer en algo? No, la condición necesaria y suficiente que Cristo nos pide para ser santos es que con nuestra conducta procuremos la felicidad a cuantos nos rodean. Ni más, ni menos.

Por eso, siguiendo el mensaje de Jesús (que es el único ante quien cualquier discípulo suyo ha de ponerse boca abajo), hay santos de Cristo que creen en Dios, y que no creen en Él; que están bautizados, y que son musulmanes o budistas o…; que van todos los días a misa, y que no han pisado nunca una iglesia;… porque a cada uno de ellos Él les puede decir, y les dirá en su momento: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver. Y los interesados se extrañaran, porque nunca pudieron imaginar que lo que Dios quería de ellos –sobre todo lo demás– era su buena conducta con quienes les rodeaban.

Y también hay muchos católicos que cumplen mil normas y rituales: que van todos los días a misa, que se levantan por la mañana de un salto, mascullándole a Dios que le servirán; que se confiesan todas las semanas… a los que Jesús increpa: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo, 7, 21-23). Y ellos, cuando sean reprobados, también se extrañaran, porque creyeron que solamente con su fe fatua iban a asaltar el Cielo, que serían santos por acosar y angustiar al prójimo en nombre de Dios, porque estaban seguros de que con el soborno de sus mil normas y rituales iban a comprar el Cielo… Pero Cristo les dirá que el Reino no es para ellos, porque Dios es insobornable.


Sin amigos por el Opus Dei

La siguiente historia que os voy a contar ocurrió hace 40 años, a mediados de los sesenta, yo tenía 15 años y llevaba pocos meses de Oblato (ahora Agregado) del Opus Dei.

Oscar y yo éramos grandes amigos desde nuestra primera infancia, compañeros de estudios, juegos y confidencias. En su casa yo era, para los suyos, uno más de ellos; y lo mismo ocurría con él y los míos. No había celebración de nuestras respectivas familias a la que no asistiéramos los dos, como si fuéramos hermanos. Un ejemplo, el día de Reyes había un regalo para mí en su casa, y otro para él en la mía...

Cuando comencé a frecuentar un centro de la Obra, allá me llevé a mi amigo Oscar. Nada más pitar yo (pedir la admisión al Opus Dei), el gran empeño de los directores fue que intensificara mi proselitismo con Oscar, en quien veían vocación de Numerario. Así lo hice, y, de la noche a la mañana, de acosado, me transformé en acosador. Todos los planes que proponía, en los que estuviera involucrado Oscar, automáticamente recibían el parabién de los directores, aun cuando supusieran el menoscabo de mi presencia en el centro. Por ejemplo, la familia de Oscar se iba algunos fines de semana a un chalet que tenían en Cercedilla (en la Sierra de Madrid), y allí que me iba con ellos, con todas las bendiciones del consejo local, aun cuando no asistiera a la meditación y resto de programas que los sábados por la tarde tenían lugar en el centro.

Oscar se resistía a pitar. Llegaron las vacaciones de verano. Al disponer de más tiempo libre, gastaba más con él. Aparte de lo habitual, un día visitábamos el Museo del Prado, otro el Sorolla o íbamos al zoológico o a remar al Retiro…; todo ello sazonado con el cumplimiento del plan de vida, en el que, menos las preces, Oscar hacía todas las normas conmigo.

A mediados de julio, al fin, Oscar pita. Tres o cuatro días después, cuando hice la confidencia, el director me dice, como de pasada, sin darle mucha importancia:

Por cierto, a partir de ahora ya no debes perder el tiempo con Oscar, porque ambos tenéis que emplearlo en hacer proselitismo con otros.

Con esa frase entendí que debía cesar la intensidad de mi trato con él, mas no se me pasó por la imaginación que lo que realmente se me pedía era la finalización de nuestra amistad, realidad que pocos días después se me explicó nítidamente, intensamente, cruelmente. El motivo fue que durante ese tiempo continuaron las muestras de amistad entre nosotros, que se manifestaban —según me dijo el director— en que íbamos juntos al centro y lo mismo hacíamos al marcharnos, en que yo seguía frecuentando la casa de los padres de Oscar y en que al estar juntos irradiábamos una amistad particular. Se me explicó que Dios nos pedía todo, y dentro de ese todo están los amigos cuando pasan a ser nuestros hermanos en el Opus Dei, momento en el que tenemos que cortar nuestra amistad con ellos. También se me aclaró que entre los de la Obra no puede haber amistades particulares, por lo que las cosas íntimas se tratan sólo con el director, y con nadie más.

Eso ocurrió a última hora de la mañana. Me fui a casa a comer, durante el trayecto estaba descompuesto. En casa de mis padres hice de tripas corazón mientras comía para que no descubrieran mi angustia interior. Y me encerré toda la tarde en mi cuarto. Estaba deshecho, lloraba con desconsuelo, con la misma sensación que podría tener si me hubieran comunicado que Oscar había muerto, ya que para mí suponía lo mismo. Y simultáneamente le pedía perdón a Dios por ser tan poco generoso con Él al resistirme a entregarle esa amistad.

Ese estado de desazón continuó algún tiempo. El mes de octubre nos separaron, yo fui trasladado a otro centro; y, ya se sabe, viene el olvido con la distancia, el tiempo y los nuevos amigos para el proselitismo.

El siguiente 6 de enero, día de Reyes, en mi casa ya no hubo regalo para Oscar; ni en la suya para mí.

Mi familia (e imagino que igual la de él) se extrañó de que de la noche a la mañana pasáramos de ser uña y carne a no vernos juntos, de que ni él ni yo nos telefoneáramos. Les mentí. Les dije que él estaba muy ocupado en diversas actividades, que éramos igual de amigos que antes, que pasábamos grandes ratos juntos en el centro… Cuando más de treinta años después dejé la Obra y comenté esto en mi casa, mis padres me confesaron que entonces creyeron que algún problema muy gordo debía haber surgido entre Oscar y yo, lo que habría supuesto la ruptura de nuestra amistad. Y que tenía que ser tan grande lo acaecido entre nosotros que implicaba el que, para no hablar de lo ocurrido, yo lo disimulaba con falsas razones.

Como dije más arriba, Oscar pitó de numerario. Pasó el tiempo y se ordenó sacerdote; cuando lo hizo yo me encontraba a 300 kilómetros, en un curso anual, y ni se me ocurrió pedir permiso para asistir al evento, ni a su primera misa unos días después. Nunca sabré si me habrían dejado ir. Imagino que no, que para que no fuera los directores aducirían razones de pobreza, o de perdida de tiempo, o cualquier otra. Pero la verdad es que nunca lo planteé. Creo que puse tanta intensidad en acabar artificialmente con nuestra amistad que carecía de fuerzas para encontrarme con él.

Un par de años después de ordenarse sacerdote me hallé, por casualidad, con Oscar en la explanada de Torreciudad. Nos preguntamos sobre nuestras familias, sobre las respectivas trayectorias profesionales, sobre dónde vivíamos..., vamos, sobre superficialidades, lo mismo de lo que hablarían unos conocidos de vista del mismo barrio que se encuentran por azar en una ciudad distinta a la suya. Comprobé que ya no quedaba ni un ápice de la gran amistad que hubo entre nosotros.

Para mí –e imagino que para todos– los afectos humanos son muy valiosos. Si abandoné mujer e hijos por la Obra, me era muy importante sentirme anclado en el calor humano del resto de mi familia (padres y hermanos) y de los amigos. Conforme pasa el tiempo los hermanos viven su propia vida, de la cual algunos te excluyen porque –para obedecer a la Obra– vas quedando mal con ellos (no puedes ser padrino de sus celebraciones, ni ir a los convites; ni a su casa si están casados civilmente, etc); tus padres acabarán falleciendo, y lo único que te va quedando son los amigos.

Lo más terrible de esta historia es que en la Obra no hay verdadera amistad, tanto con las personas que se hicieron del Opus Dei, pues de todas ellas tuve que perderla; como de los que se llamaban mis hermanos, puesto que con ninguno de ellos podía haber amistad particular; como los que la Obra consideraba que no tenían vocación, ya que para los directores seguir tratándoles era una pérdida de tiempo cuando había tanto proselitismo por hacer.

Sí el mayor título que es capaz de dar Jesús a sus discípulos antes de morir es el de “amigos particulares”: Nadie tiene mayor amor que este: que uno dé su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os llamo amigos. (Jn. 15, 13-15); yo les pregunto a los directores de la Obra (que sé que leen esta página): ¿Por qué entonces vosotros obligáis a los vuestros a destruir ese don –humano y divino– de la amistad, haciendo de él un mero instrumento al servicio de fines egoístas de la Prelatura?


El Papa conoce el lado oscuro del Opus Dei

Muchos de los que hemos dejado la Obra —no sólo físicamente, sino también con la cabeza— somos conscientes de una faceta deplorable de la Institución, que se traduce, entre otros aspectos, en la instrumentalización para sus fines egoístas de las personas y de los medios sobrenaturales que emplea, en el pisoteo de los derechos humanos, en la incapacidad para aceptar y, por tanto, para corregir sus errores cuando se le manifiestan, etc.

Ante esa situación cabe preguntarse: ¿Conocerá la jerarquía eclesiástica al Opus Dei completo, y no sólo al maravilloso que él le muestra? ¿Estará el Papa al tanto de la peligrosidad que la Obra supone para las personas y para la Iglesia?...

En este escrito vamos a estudiar si el Santo Padre, Benedicto XVI, conoce esa realidad negativa que impregna al Opus Dei.

El Opus Dei es uno de los nuevos movimientos de la Iglesia. Eso no lo discute nadie. Pues bien, el 27 de mayo de 1998, el actual Papa, siendo entonces cardenal, proclama una conferencia sobre los movimientos eclesiales. En ella nos avisa de los peligros en los que pueden caer esos grupos. Leámoslo:

Aquí aparecen con claridad tanto los peligros como los caminos de superación que existen en los movimientos. Existe la amenaza de la unilateralidad que lleva a exagerar el mandato específico que tiene origen en un período dado o por efecto de un carisma particular. Que la experiencia espiritual a la cual se pertenece sea vivida no como una de las muchas formas de existencia cristiana, sino como el estar investido de la pura y simple integralidad del mensaje evangélico, es un hecho que puede llevar a absolutizar el propio movimiento, que pasa a identificarse con la Iglesia misma, a entenderse como el camino para todos, cuando de hecho este camino se da a conocer en modos diversos. (Los movimientos eclesiales y su ubicación teológica. Card. Ratzinger)

Lo expuesto por el Papa se puede condensar en que el grupo (la parte) se vivencia como la Iglesia (el todo):

  1. Exagera el mandato especifico, se hace depositario del único camino posible para sus miembros (unilateralidad), que entre otros efectos supone que quien lo abandona pierde la Buena Nueva de Cristo por estar el movimiento investido de la integralidad [totalidad] del mensaje evangélico; en vez de verse a sí mismo como lo que en realidad es: como una de las muchas formas de existencia cristiana. Para ellos quienes se marchan de la institución abandonan a Dios, por lo que son unos Judas, candidatos seguros a la infelicidad temporal y a la condenación eterna.
  2. Se identifica con la Iglesia misma, pasa a entenderse como el camino para todos. La mínima crítica al grupo en algo accidental es considerada por los suyos como un pecado horrible, porque para ellos supone atacar a la Iglesia (por ejemplo con frases como: “Quien ataca al Opus Dei ataca a la Iglesia”, que hemos leído con frecuencia en esta Web). Para un movimiento de este tipo, es la suya la última palabra en la aplicación de la liturgia, de las costumbres, en la interpretación de la moral, etc.; lo que le lleva a considerar equivocada cualquier otra voz eclesial que no coincida con él. Etc.

Ese párrafo del Papa que hemos comentado resume perfectamente lo que expuse en mi trabajo anterior «Nuevas herejías». Allí mostré como todos los males del Opus Dei tienen su raíz en el pecado de identificarse con la Iglesia misma. Que es también la razón por la cual se siente con la libertad de hacer lo que le da la gana, sin recapacitar en que pueda haber pecado en ello, ya que la Divinidad (la Obra) no puede pecar.

Lo visto supone que el cardenal Ratzinger había descubierto en el interior de los nuevos movimientos de la Iglesia la existencia de todo aquello en lo que el Opus Dei peca, por eso les previene, para que no caigan en esa trampa.

Se puede objetar que el Papa descubrió esos males en otros grupos distintos a la Obra, y no en ella. Mas aunque así fuera, aunque lo hubiera hallado en otro movimiento, lo propio es que una vez encontrado en uno lo busque en los demás, puesto que todos ellos comparten el mismo peligro. Y como esa realidad existe en el Opus Dei, el Papa ha tenido que descubrirla en él.

Por lo que concluimos que Benedicto XVI es consciente de las facetas perjudiciales de la Obra. Lo que no sabemos es hasta que punto ––en extensión y profundidad– llega su visión del lado oscuro del Opus Dei. Mas para que lo descubra es imprescindible que antes sea mostrado por quienes lo conocen. Ése es uno de los motivos que me llevan a escribir aquí.

Sin fe por el Opus Dei

De vez en cuando hay gente favorable al Opus Dei que lanza planteamientos como los siguientes:

¿Cómo se explica que muchas personas que han rezado en la Obra durante años, de repente dejen de hacerlo tras salirse de la Institución,? ¿Cómo se entiende que al irse de la Prelatura abandonen la Fe? ¿No es ese cambio un punto más a favor de permanecer en el Opus Dei?

Ante esos hechos las preguntas capitales no son las expuestas, sino otras muy distintas.

Sí un historiador descubre que en el siglo XVII una mayoría significativa de los habitantes de Tesovía (nombre ficticio de una ciudad de España, para que nadie se sienta ofendido) tras salir de sus muros reniegan de la ciudadanía española; lo que el estudioso se plantea no es que esa gente debería haber seguido en Tesovía para así continuar amando a España, sino ¿qué les hacían los gobernantes de Tesovía a sus súbditos para que renegaran de ser españoles en cuanto se iban de la ciudad?

Por lo mismo, sí tras dejar la Obra la gente deja de rezar y abandona el Catolicismo, lo que todo el mundo debe preguntarse es: ¿Qué daños le produce el Opus Dei a su gente, y con ellos a la Iglesia, para que en el momento en que escapan de él abandonen las prácticas religiosas y la Fe?

Las denuncias, los escritos y testimonios que hay en esta Web dan suficientes respuestas a esa pregunta; algo en lo que ahora no quiero detenerme. Me conformo con que quede claro lo que se desprende de lo visto hasta aquí:

Que los principales culpables y responsables de que abandonen la Fe y dejen de rezar las personas que se salen de la Obra, no son ellas, sino el Opus Dei.


A los fascinados por el Opus Dei

Con este escrito respondo a la petición de ayuda que nos hizo Rafael el 22 de noviembre pasado, y a la vez a la de cualquiera que se plantee acercarse al Opus Dei o hacerse de él o continuar en él.

El Opus Dei tiene dos caras. Una es la bella, la positiva, la fascinadora, la atractiva, que es la que muestra. Y otra muy distinta: fea, negativa, inhumana, anticristiana y repulsiva, que por estar oculta cuesta años descubrir.

Rafael, comprendo tu desconcierto. Por una parte conoces a unas personas de la Obra de las que sólo puedes hacer alabanzas, y por otra lees en esta Web aspectos de ese mismo grupo que ponen los pelos de punta. Y no sabes a que atenerte...

Quiero que veas, siguiendo tus propias palabras, que ya has entrado en contacto con algo de la Obra que denunciamos aquí. Nos cuentas:

«Hace unos meses me invitaron una vez al mes (tercer jueves de cada mes) a ir a unas charlas que hacen que luego me entere es el OPUS DEI»

Te he subrayado esas palabras para que recapacites en como han aplicado contigo una de sus tácticas: la de mostrar medias verdades. Ellos nunca te explican las cosas tal como son, de golpe, sino poco a poco, para que lo atractivo que vayas encontrando te fascine lo suficiente (te invitan a unas charlas hasta que comprueban que el ambiente te agrada), momento en el que «puedes enterarte» de lo que no te dijeron al principio (que son del Opus Dei), y entonces pasan a proponer lo siguiente que desean de ti, escondiendo otros aspectos que si les conviene te descubrirán más tarde; y así continuarán durante todo el tiempo que permanezcas cerca de la Obra. Y eso lo hacen porque si muestran todo de golpe, no hay quien lo acepte. Lo que esconden pretenden metértelo con el calzador de su forzada alegría, esmeradas atenciones, conversación agradable, buenas maneras… a la vez que te van haciendo creer que ellos son los únicos depositarios de la voluntad de Dios para ti; y cuando lo consiguen te piden que les des la vida so pena de perder a Cristo y con Él la felicidad temporal y eterna (pues han logrado que sientas que dejarles es abandonar a Dios). Y bajo esa fortísima coacción subconsciente te acabas haciendo del Opus Dei.

Ninguno de los que escribimos aquí afirmamos que en la Obra todo sea malo, sino que lo mucho bueno del Opus Dei es tan sólo un instrumento para implantar sus facetas negativas. No me extiendo más sobre este tema porque puedes leerlo en mis escritos anteriores «Queso Para El Ratón» y «Lo bueno del Opus Dei».

Nadie puede decidir por ti si debes seguir o no en contacto con la Obra. Eso es algo que has de hacer tú. Algunos creemos que es una obligación grave avisar de los peligros objetivos que se encuentran en el Opus Dei. Y en ese punto termina nuestra labor. Con esos datos que te damos, lo que tú elijas es cosa tuya, algo en lo que no tenemos ningún derecho a inmiscuirnos.

Sí optas por seguir próximo al Opus Dei, te aconsejo que tengas siempre presente:

  1. Que ellos no son la voz de Dios para ti. Por lo que sí en algún momento te cuentan que «han visto que tienes vocación para ser de la Obra», pide entonces consejo a gente externa al Opus Dei, tómate un tiempo largo para decidir y ante la mínima duda pospón la elección hasta que lo veas con una nitidez y claridad meridianas; pero nunca toleres que te coaccionen con la idea de que ellos son los únicos intérpretes del Espíritu Santo para ti en este tema (ni en ningún otro).
  2. Que la tan encumbrada vocación al Opus Dei que ellos predican (su Fundador decía que «es el mayor don que Dios puede conceder a un alma después del de la fe»), pues para la Iglesia (cuyo juicio es el supremo para un católico) no es más que la de ser un simple cooperador en una prelatura constituida solamente por sus sacerdotes (según el Código de Derecho Canónico el Opus Dei es una prelatura personal formada exclusivamente por clérigos y en la que pueden cooperar orgánicamente los laicos mediante acuerdos establecidos entre las dos partes, sin que por ello se diferencien en nada del resto de los seglares). Por lo que ante Dios no pasa nada si te proponen ser de la Obra y les dices que no, o si decides que en vez de ayudar orgánicamente al Opus Dei prefieres cooperar con tu parroquia (ya que ante Dios la vocación es la misma: la del laico que asiste a los sacerdotes en sus trabajos).
  3. Acoso, según el diccionario de la RAE, es la acción y efecto de «perseguir, apremiar, importunar a alguien con molestias o requerimientos». El acoso busca quebrar la voluntad del perseguido para esclavizarle a lo que el acosador quiere. El acoso laboral, sexual o de cualquier otro tipo siempre es inmoral, inhumano, anticristiano y punible. En la Obra se enmascara el acoso al que someten a las personas haciéndonos creer que es por su bien, porque Dios desea que hagan aquello por lo que les acosan. Pero es que el fin no justifica los medios. El acoso siempre es perverso y no se puede ejercer nunca, tanto si es para obtener un favor sexual, como para echarte del trabajo, como para que vayas a un curso de retiro o a una meditación o a confesarte. En la Obra siempre te «perseguirán, apremiarán, importunarán con molestias o requerimientos» para que en nombre de Dios hagas algo que ellos presuponen que Él quiere de ti. ¡Estate alerta y no cedas! En cuando percibas que te dan la lata sobre lo que ellos desean (ir a charlas, confesarte con sus sacerdotes, rezar…, ser del Opus Dei) y que tú no quieres, o que no te apetece, o que lo cambiarías por otro plan (como ir al cine, pasear con un amigo, ver la televisión, etc.), algo que los de la Obra te dicen que es frívolo comparado con lo sobrenatural que es aquello con lo que te acosan; pues entonces, en cuanto lo descubras, reacciona inmediatamente haciendo justo lo contrario de lo que te piden, y a la vez déjales claro que en adelante no conseguirán nada de ti por ese camino. Y si continúan insistiendo y forzándote con su pesadez para que te metas en su molde, en tal caso corta toda relación con ellos el tiempo necesario hasta que aprendan que tú no te sometes a su acoso. Esta resistencia si que es grata a Dios, pues salvaguarda de manipulaciones ajenas el don más amado por Él: tu libertad.

Dice un refrán que un bobo emboba a cientos si le das lugar y tiempo. En su día yo le di lugar y tiempo al Opus Dei… y me embobaron durante casi 35 años. Desde luego que no me volvería a dejar liar. Por tanto, sí mi vida diera marcha atrás hasta el momento en el que me invitaron por primera vez a ir a un centro de la Obra… sabiendo lo que ahora sé… ¡Saldría corriendo a vivir mi fe en dirección opuesta a todo lo que oliera a Opus Dei!

Una dosis de megalomanía

Es algo conocido que el Fundador y sus incondicionales viven en un estado de permanente megalomanía, totalmente ajena a la realidad, con respecto a la falsa grandeza del Opus Dei y del hombre que lo concibió, puesto que ellos consideran a la Obra como al exclusivo Dios verdadero, y a san Josemaría como a su único profeta.

Mas encontrarme con un texto de uno de ellos a quién se le «escapa» derramarlo públicamente, es algo que me ha hecho reír.

Refiriéndose a las cartas que el santo inventor de la Obra escribió en 1930, Peter Berglar, en su libro «El fundador del Opus Dei» (Pág. 63), nos cuenta:

Con el objeto de archivar estas cartas, que tienen una gran importancia no sólo espiritual, sino también para la historia de la Iglesia, la mayor parte de ellas se han traducido al latín, idioma de la Iglesia. Como es normal en estos casos, se suelen designar y citar por las primeras palabras. Por ejemplo, aquella primera carta, dirigida a personas que sólo Dios conocía, se llama «Singuli dies».

Voy a exponer con palabras lo que ese texto me dice de forma implícita:

Si los papas publican sus encíclicas en latín, titulándolas con sus dos primeras palabras, tanto más lo debe hacer el Fundador de la Obra con sus cartas, pues ya nos avisó de su inmensa grandeza ante la historia —superior a la de cualquier otro hombre pasado, presente o futuro— cuando nos dijo: «He conocido a muchedumbre de obispos, a cardenales multitud, a muchos papas, pero a fundadores del Opus Dei, tan sólo a uno; y Dios os pedirá cuenta por haberme conocido». Por tanto, los historiadores del futuro encontrarán un antes y un después de la llegada del Opus Dei y de su Fundador, puesto que son lo únicos que darán lugar a la verdadera Iglesia, que antes vivió confusa hasta su advenimiento. Por eso es por lo que aquellas cartas se escriben en latín, ya que dada su inmensa importancia no se podían dejar cabos sueltos y confusos con respecto a nada de lo correspondiente a la primera persona de la Santísima Trinidad: el Padre; ni de la verdadera Iglesia: el Opus Dei.

Esa megalomanía choca frontalmente con lo insignificante que es la Obra para la Iglesia: un grupo de sacerdotes sin diócesis territorial, que bajo las ordenes de un obispo, su prelado, andan por el mundo buscando laicos para hacerles cooperadores suyos, sin que por ello dejen de ser los mismos seglares de siempre.

Y de la misma manera su santo Fundador, el español Josemaría, es un don nadie para el papa Benedicto XVI, quien nunca lo nombra en sus alocuciones generales, ni siquiera cuando visita España, en donde al hablar de los grandes santos hispanos cita a san Ignacio de Loyola, a san Francisco Javier, a santa Teresa de Jesús, y un largo etcétera del que siempre queda excluido Escrivá de Balaguer.

Y ese choque tan brutal entre lo poco que en realidad es el Opus Dei y lo Inmenso, Necesario, Ilimitado y Perfecto que él se cree ser, es por lo me he partido de risa al leer aquel texto de Peter Berglar que muestra tan nítidamente esta contradicción.


La novela histórica 'Opus Dei'

«En mayo de 1935 don Josemaría hizo, con dos de sus hijos, una romería a la ermita de la Virgen de Sonsoles, cerca de Ávila.». (El fundador del Opus Dei. Peter Berglar. Pág. 101.)

En la casa central de la Obra de Roma se conserva un haz de espigas, perfectamente granadas, que los realizadores de tal romería recogieron en aquella ocasión. Se encuentra expuesto en un lugar privilegiado de dicha sede, y su foto ha sido difundida en Crónica (revista interna para los varones del Opus Dei), que es en donde yo la vi...

Cuando me topé con esa fotografía hubo algo que me chocó, y pregunté a un numerario que había formado parte del equipo que transcribió la historia de la Obra para adjuntarla en el proceso de beatificación del Fundador.

Le comenté que en las zonas más templadas de España la siega del trigo comenzaba a partir de la segunda quincena de julio, más tarde aún en Ávila, ya que al ser una de las ciudades más frías de Europa las gramíneas tardan más en desarrollarse (en el mes de mayo de la primera mitad del siglo pasado todavía se encontraba nieve en los campos de esa región). En esas circunstancias es imposible encontrar espigas de trigo no sólo granadas y secas sino medianamente crecidas. Por tanto, ¿cómo es posible que el Padre pudiera recoger esas espigas ya maduras, listas para ser segadas, cuando en ese mes no las hay en Ávila?

Su respuesta fue:

—Esa es una de las grandes incógnitas no resueltas que se han planteado los exegetas de la Obra. Encontrar en mayo espigas totalmente maduras en Ávila es un hecho al que no han podido dar una explicación lógica. La solución se la han llevado a la tumba el Padre y los otros protagonistas.

Y al final de sus palabras hizo con la cara un gesto que interpreté como que algo milagroso acompañó al hecho de que las hallaran allí fuera de tiempo.

Es imposible que ocurriera «el milagro de las espigas», porque si no en la Obra nos lo habrían restregado por activa y por pasiva, tanto en vida del Fundador como tras su muerte, tal y como se hace con la rosa de madera que descubrió en Rialp durante el paso por los Pirineos. Nos habrían contado algo parecido a «el Padre encontró en la primera romería un manojo de espigas de trigo totalmente maduras en medio de un campo en el que el resto tan sólo despuntaba. El Padre, ante tal prodigio, se puso de rodillas y con arrobo las cortó una a una, mientras veía en ese hecho extraordinario la voz de Dios que le comunicaba…».

Como eso no ha ocurrido, como en la Obra nunca se ha hecho hincapié en lo extraordinario de esa siega, hay que pensar en lo más sensato: que al estar el Fundador tan acostumbrado a deformar multitud de aspectos de su biografía, en esta ocasión no se dio cuenta de que en aquel peregrinaje no podía haber trigo maduro, por lo tanto no fue consciente de que estaba fuera de lugar el añadir a esta historia las espigas que recogió en otro momento para añadirlas a su versión de aquella peregrinación (quizás para materializar con ellas el «mito» de la primera romería).

Veamos una descripción de otro filón de alteraciones históricas realizadas por los de la Obra:

«Hace diez años se produjo el tremendo escándalo de la beatificación. Porque en la causa canónica se llamó a declarar sólo a los "favorables". Se excluyó sin contemplaciones a los críticos, entre los cuales había personas de la inmensa talla moral del arquitecto Miguel Fisac, un personaje de una integridad moral irreprochable al que el propio Monse [el Fundador del Opus Dei] debía literalmente la vida, puesto que fue Fisac, con el dinero de su padre y con su esfuerzo personal, quien ayudó a aquel curilla medio histérico y medio visionario a pasar, en la guerra civil, del lado republicano al lado franquista. Ah, pero eso no aparece en ninguna de las biografías oficiales de Monse. ¿Por qué? Pues porque Fisac terminó saliéndose del Opus en los años 50, ¡cuando era él quien había contribuido más que nadie a financiarlo en sus inicios! […] Cuando en esos libros vergonzosos (Vázquez de Prada, Inés Sastre, Salvador Bernal, tantos otros) se habla de quiénes iban con Monse en aquel tremendo viaje, se hace la relación de todos... y, en el mejor de los casos, de un estudiante que les acompañaba. Ah, caramba, pues ése era Fisac. El que ponía el dinero. El único sin el cual toda aquella epopeya que salvó la vida de Monse no hubiera sido posible. Y lo borran de la historia, lo laminan, lo suprimen como si no hubiera existido... Porque luego se salió del Opus.» (La Fiesta De 'Monse', Incitatus. 05/10/2002.)

Lo que se relata más arriba es un hábito de conducta normal en la Obra. Por una parte excluyen a quienes puedan decir verdades suyas que les hace sombra; y por otra, no existen para ellos los que dejan la Institución, ni se les reconocen los servicios prestados, ni merecen alabanza alguna, ni siquiera se les nombra en sus escritos.

Sí san Josemaría y sus incondicionales han alterado la historia mintiendo en algo tan físico y «tonto» como es colocar fuera de tiempo y lugar unas espigas de trigo, o sí eliminan de su vida a quienes dejan la Obra y a sus críticos; entonces, ¿qué no habrán inventado, deformado y suprimido de lo subjetivo o imposible de documentar, tanto de la biografía del Fundador como del desarrollo del Opus Dei, tal y como son las visiones, las anécdotas, las fechas fundacionales, las «circunstancias favorables», los milagros, las «historias edificantes»…?

Según el diccionario de la RAE, novela histórica es una «obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres; y que desarrolla su acción en épocas pasadas, con personajes reales o ficticios.».

Como la historia de la Obra que hacen los suyos se corresponde con lo marcado más arriba, hemos de concluir que dicha historia del Opus Dei es en realidad una novela histórica.

Los malditos según el Opus Dei

(Lo que viene a continuación está tomado del documento interno del Opus Dei Vademécum Del Gobierno Local, Capítulo III – Perseverancia En La Obra, apartado 5.)

5 – Trato con los que no perseveran.

A los que no perseveran se les trata siempre con mucha caridad y delicadeza —como querríamos que hiciesen con nosotros, si nos encontrásemos en las mismas dolorosas circunstancias—, y si lo desean, se les atiende espiritualmente en una iglesia. A la vez, es preciso evitar todo lo que pudiese contribuir a dar —a los interesados y a los que son fieles a su vocación— la impresión equivocada de que “no ha pasado nada”, de que la infidelidad no es algo muy serio.

Tenemos una bendita experiencia, que no deja de constituir una gracia especial de Dios: los que no perseveran suelen mantener un cariño grande a la Obra, lógicamente, siguen amando lo que amaron. El hecho de que no hayan seguido adelante, no es razón para que no continúen de algún modo unidos a la Obra, colaborando —con su oración, con su limosna— en los apostolados.

En cualquier caso, los Directores han de tomar las medidas —dictadas por la caridad y por la prudencia— para que no se perturbe el buen espíritu de los demás, ni se creen confusiones o situaciones equívocas. Se perturbaría o se confundiría, por ejemplo, si mientras no transcurran muchos años, se les permitiera que fuesen por nuestros Centros con demasiada frecuencia y confianza, o se les invitara a comer allí; si se tuviera con ellos una excesiva familiaridad, en el trato y en las conversaciones; si se les contaran cosas de la vida en familia, o si se les hiciera intervenir prematuramente y con cierta autoridad y responsabilidad en actos o en trabajos relacionados con la Obra y que, por ser públicos, pudieran tener una cierta difusión. Tampoco resulta oportuno, de ordinario acudir a su boda, al bautizo de los hijos, etc.

No resulta tampoco oportuno que, después de abandonar su camino, comiencen a colaborar con personas de la Obra en trabajos profesionales de los que obtengan un beneficio material.

La mejor manera de manifestar su buena disposición es que ayuden generosamente con sus limosnas —según su capacidad— en las labores de apostolado, al menos durante bastante tiempo.

Como dijimos al principio, lo anterior es un fragmento de las instrucciones internas que los directores del Opus Dei dan a los suyos para que las vivan a rajatabla. Basta leerlo para comprobar con claridad que el Opus Dei no es un grupo cristiano. Esas disposiciones son totalmente opuestas al mensaje y a la vida del Mesías (más bien parecen dictadas por el Anticristo). En ese texto se puede comprobar la megalomanía del Opus Dei. Aparte de dar por cierto que sólo porque se fueron de la Obra han de vivir en dolorosas circunstancias, les lleva a colocar su “supuesta” vocación por encima de las normas más elementales de caridad y justicia, como sí ellos fueran el mismo Dios al que los otros abandonan, y que por eso les han de castigar con el infierno de su indiferencia: no se les permite ir a sus Centros con demasiada frecuencia y confianza, ni se les invita a comer allí; ni se tiene con ellos una excesiva familiaridad en el trato ni en las conversaciones; ni se les cuentan cosas de la vida de los de la Obra, ni se les deja intervenir prematuramente y con cierta autoridad y responsabilidad en actos o en trabajos relacionados con la Obra; e incluyen en ese escarmiento —y escarnio— el no asistir a sus eventos familiares: no acudir a su boda, ni al bautizo de los hijos, etc. Llegando al límite de no ayudarles ni siquiera cuando pueden proporcionarles un trabajo. No olvidemos que a ese al que castigan, a quien incluso se le llega a privar de un trabajo por el que pueda obtener un beneficio material, es el mismo que ha estado con ellos años y años (en mi caso 35) dándoles durante ese periodo de tiempo todas sus energías y todo su dinero, incluidas las herencias recibidas. También muestran con nitidez su egoísmo, por el que arramplan con todo el dinero posible, sin que en este caso hagan ascos de dónde viene, pues al especificar que no den trabajo a los que se van, ponen la coletilla de “trabajos de los que obtengan un beneficio material”, por tanto si que se les permite contratarlos si es gratis. Para remachar su soberbia y avaricia añaden que la mejor manera de manifestar la buena disposición de quienes les dejan es que ayuden generosamente con sus limosnas —según su capacidad— en las labores de apostolado, al menos durante bastante tiempo. No sólo no auxilian económicamente —ni en nada— a quienes deberían, sino que encima les consideran con mala disposición si no se dejan expoliar aún más por ellos.

Sí los directores de la Obra dicen que esta forma de actuar con los que se van es siempre de mucha caridad y delicadeza ¡¿Qué será para ellos obrar con crueldad y odio?!

El Opus Dei según la Iglesia

Con el fin de promover una conveniente distribución de los presbíteros o de llevar a cabo peculiares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o diversos grupos sociales, la Sede Apostólica, oídas las Conferencias Episcopales interesadas, puede erigir prelaturas personales que consten de presbíteros y diáconos del clero secular. (Canon 294 del Código de Derecho Canónico).

Mediante acuerdos establecidos con la prelatura, los laicos pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal; pero han de determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de cooperación orgánica y los principales deberes y derechos anejos a ella. (Ibíd., Canon 296).

Los laicos incorporados a la Prelatura [del Opus Dei] no modifican su propia condición personal, teológica o canónica, de comunes fieles laicos, Y como tales se comportan en toda su actuación y, concretamente, en su apostolado. (Apartado II-B, de la Declaración de la Sagrada Congregación de Obispos sobre la erección de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, 23 agosto 1982).

Los laicos -hombres y mujeres, solteros o casados, de todas las profesiones y condiciones sociales- que se dedican al cumplimiento del fin apostólico propio de la Prelatura [del Opus Dei] asumiendo unos compromisos serios y cualificados, lo hacen mediante un vínculo contractual bien definido, y no en virtud de unos votos. (Ibíd., Apartado I–C).

La jurisdicción de la Prelatura personal se extiende a los clérigos en ella incardinados, así como también sólo en lo referente al cumplimiento de las obligaciones peculiares asumidas por el vínculo jurídico, mediante convención con la Prelatura a los laicos que se dedican a las tareas apostólicas de la Prelatura: unos y otros, clérigos y laicos, dependen de la autoridad del Prelado para la realización de la tarea pastoral de la Prelatura. a tenor de lo establecido en el artículo precedente. (Juan Pablo II, Constitución Apostólica «Ut Sit»).

Por todo lo anterior, el Opus Dei, según la Autoridad de la Iglesia Católica, no es más que un grupo de clérigos gobernados por un obispo (su Prelado), que carecen de un territorio concreto asignado porque cumplen su labores pastorales o misionales en diversas regiones.

Y para la Iglesia el Opus Dei no es nada más que eso: sus clérigos. Puesto que los laicos que le ayudan desde dentro (numerarios, agregados y supernumerarios) no son del Opus Dei, sino tan sólo unos "contratados" suyos. En ese contrato el Opus Dei se compromete a darles su forma de vida y espiritualidad, y a cambio los laicos le compensan entregándole todo cuanto son y tienen (numerarios y agregados) o parte de ello (supernumerarios) para que de esa manera el Opus Dei pueda lograr sus fines orgánicos (de ahí viene lo de cooperación orgánica).

Por esa razón, ante la Iglesia (y por tanto ante Dios) tiene la misma importancia no hacerse del Opus Dei, o abandonarlo sin más cuando se desee; que lo que supondría hacer lo mismo con una parroquia, si es con sus clérigos con quienes se colabora. Para Dios es idéntico que se le diga a un sacerdote que se desea rescindir el contrato de cooperación con él para impartir clases de catequesis en su iglesia (si es de caracter contractual dicho servicio), que comunicarles a los de la Obra que no se quiere ser numerario, agregado o supernumerario (o que se quiere dejar de serlo si ya se es). Puesto que en esencia ambas situaciones son las mismas ante Dios: las de un laico que coopera con clérigos.

Es muy importante tener muy claro todo esto, porque los de la Obra han creado una confusión tremebunda sobre lo que son. Sin ningún fundamento se engrandecen ante todo el mundo y hacen creer a quienes se les acercan que son la única voz divina para ellos. También repiten sin cesar el cuento de que la "supuesta vocación" a su Prelatura (que como hemos visto tan sólo tiene el valor de un vínculo contractual con ella) es, en palabras de su Fundador, “el don más grande que Dios puede conceder a un alma después del de la Fe”, o que "dejar la Obra es condenarse a la infelicidad temporal y eterna", o que "prefiero que me digan de un hijo mío que ha muerto antes que ha perdido su vocación", o que "no doy cinco céntimos por el alma de quien haya dejado el Opus Dei", o "rezad para que Dios os permita morir antes que dejar la Obra"...

Tener muy nítido y diferenciado lo que el Opus Dei es en realidad (según la Iglesia y Dios) y lo que los suyos inventan de él, es lo que nos permitirá librarnos de muchos quebraderos de cabeza.


Opus Dei: una multinacional del Vaticano

Hemos visto en otro lugar como el Opus Dei no es más que un grupo de clérigos gobernados por un obispo (su Prelado), que carecen de un territorio concreto asignado porque cumplen su labores pastorales o misionales en diversas regiones. Y que los laicos que le ayudan desde dentro (numerarios, agregados y supernumerarios) no son del Opus Dei, sino tan sólo unos «contratados» suyos. En ese contrato el Opus Dei se compromete a darles su forma de vida y espiritualidad, y a cambio los laicos le compensan entregándole todo cuanto son y tienen (numerarios y agregados) o parte de ello (supernumerarios) para que de esa manera el Opus Dei pueda lograr sus fines orgánicos (de ahí viene lo de cooperación orgánica)...

En la «vocación» al Opus Dei de un laico, los directores sólo comprueban que posee aptitudes para ser cooperador suyo. En realidad no les importa sí hay o no una llamada divina en los interesados, sino encontrar las condiciones idóneas para que sean su medio de manutención, mano de obra y cantera de sacerdotes; de igual manera a como lo hace cualquier empresario para sacar adelante su negocio.

Comparemos el Opus con una multinacional comercial (IBM, Coca Cola, Microsoft, etc.).

  1. El Opus Dei es de los sacerdotes. La comercial de los accionistas.
  2. El Opus Dei contrata a los laicos como cooperadores orgánicos para obtener sus fines. La comercial a sus empleados. Ambas tienen a sus cooperadores orgánicos por medio de una relación contractual (los laicos para el Opus Dei y los empleados para las multinacionales).
  3. En el Opus Dei mandan los sacerdotes (dueños) ayudados por algunos laicos (contratados). En la comercial son los accionistas (dueños) ayudados por algunos empleados (contratados).
  4. El Opus Dei necesita para subsistir tanto a los sacerdotes como a los laicos. La comercial a los dueños y a los empleados. (Los dos estamentos son imprescindibles para ambas. Es una de las connotaciones de la cooperación orgánica.)
  5. El Opus Dei selecciona y contrata entre los laicos que se le acercan a aquellos idóneos para cooperar orgánicamente con ella. En la comercial se hace entre los candidatos al empleo.
  6. En el Opus Dei como en la empresa comercial, tanto los dueños (respectivamente sacerdotes y accionistas) como sus cooperadores orgánicos (laicos y empleados) tienen los mismos fines corporativos, y para lograrlos usan idénticos medios.
  7. Para obtener sus fines respectivos, tanto el Opus Dei como la multinacional comercial, trabajan en diversos territorios (en muchos países).
  8. Tanto el Opus Dei como cualquier otra multinacional dependen de la autoridad del país en donde han sido constituidas (respectivamente del Papa y de la autoridad civil).
  9. La única diferencia entre ambas es accidental. Consiste en que los dueños del Opus Dei (sacerdotes) sólo pueden provenir de entre sus empleados (laicos), mientras que en las demás multinacionales puede serlo cualquiera que compre acciones.

Concluimos que, por su estructura y división en dos estamentos con cooperación orgánica entre ellos, el Opus Dei es considerado por las leyes de la Iglesia como una empresa suya. El Opus Dei puede contemplarse como una multinacional del Vaticano.

Así visto, les aconsejo a los directores de la Obra que obtengan las «vocaciones» —que les cuesta tanto conseguir— a través de anuncios insertados en los diarios, tal y como hacen IBM, Coca Cola, Microsoft, etc.; semejantes al que sigue:

La multinacional del Vaticano «Opus Dei» busca personas con 14 años y medio o más para cubrir 500 plazas en España. Se exige sean de buena familia, a ser posible adinerada; de padres no divorciados; con virtudes humanas, que se confiesen, recen y vayan a misa con frecuencia; dóciles a lo que les manden; que carezcan de espíritu crítico. Absténganse quienes no puedan vivir una sinceridad salvaje y una castidad neurótica. Los interesados enviar un informe de los valores personales y familiares con una carta dirigida al Prelado (llamándole Padre) en la que en su cuerpo ponga: «deseo pertenecer al Opus Dei como miembro…», dejar a continuación el suficiente espacio en blanco para que nosotros podamos poner Numerario, Agregado o Supernumerario, según sea el aspecto físico, nivel económico, social y cultural del candidato. Las condiciones contractuales son que el Opus Dei aporta a los empleados todas las exigencias que desee, y ellos tan sólo la obligación de cumplirlas. Los que sean aceptados tienen que incorporarse inmediatamente al Opus Dei, y ya no pueden salirse voluntariamente de él so pena de ser unos desgraciados el resto de su vida, y de condenarse eternamente en el Infierno.


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