Experiencias para los encargados de grupo/Misión del encargado de grupo

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MISIÓN DEL ENCARGADO DE GRUPO


Espíritu sobrenatural

La unidad de vida, característica fundamental del espíritu del Opus Dei, hace que quienes tienen encargos de formación, al darse a los demás en el cumplimiento de su misión, no olviden que lo más importante, para ellos mismos y para la Obra, es siempre su propia vida interior: todo su trabajo se fundamenta en una sólida vida de piedad, en el fiel cumplimiento de las Normas y de las Costumbres. Tienen siempre la convicción profunda de que son sólo instrumentos: toda la eficacia viene de Dios; y la luz y el calor que atrae a las almas, procede de que —en medio de los errores personales— se refleja el espíritu que el Señor ha dado a su Obra. Con este convencimiento se evita cualquier actitud que pueda parecer presuntuosa, así como el desaliento cuando el Señor deja ver la insuficiencia de la propia capacidad personal.

La tarea de los encargados de Grupo es trabajo y dedicación profesional y un apostolado directísimo —eficaz, fecundo—, porque sólo se busca servir a las almas. Requiere mucha vida interior, espíritu de sacrificio y un gran celo apostólico: en la Obra se vive no de entusiasmos, sino de visión sobrenatural.

Los encargados de Grupo no ejercen ninguna misión de dirección, pero, siguiendo fielmente las indicaciones y orientaciones del Consejo local, tienen la inmediata responsabilidad de la for-

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mación de los Supernumerarios; y, con el apoyo de los Celadores, fomentan el ambiente de cariño fraterno y de vibración apostólica dentro del Grupo.

Labor de formación de los encargados de Grupo

Los fieles de la Prelatura fomentan el sentido de responsabilidad personal para sostener y mejorar su propia vida interior y la de sus hermanos; procuran fortalecer la unidad y hacer que la convivencia esté siempre llena de alegría y de paz, de sentido sobrenatural y de calor humano.

Principalísimamente, los encargados de Grupo deben tener presente la necesidad de formar muy bien a sus hermanos, de ayudar a cada uno a profundizar en su entrega, con una orientación siempre positiva y constante, para enamorarse más y más del Señor, sabiendo que esa ayuda no ha de cesar en ningún momento: en el Opus Dei, la formación no termina nunca.

El progreso en la vida espiritual, la perseverancia en la vocación, la fidelidad a las exigencias de la entrega, son consecuencia del amor a Dios, no producto del voluntarismo, ni —mucho menos— el resultado del simple cumplimiento externo de un conjunto de prescripciones. El secreto de la perseverancia —escribió nuestro Fundador— es el Amor. Enamórate, y no “le” dejarás '(Camino, n. 999).

Es preciso, por tanto, que los encargados de Grupo tengan esto presente al ayudar a cada uno, también en su labor apostólica, y sepan exigir con cariño. Han de darse cuenta inmediatamente de si alguno del Grupo desentona, para averiguar la causa de la falta de sintonía y poner a tiempo, lo antes posible —aunque siempre es tiempo —, el remedio oportuno. Ninguno es un verso suelto, sino que forma parte de un poema divino, que ha de acoplarse al conjunto.

Todos han de recibir los medios de formación con puntualidad y esmero desde el primer momento, cuidando especialmente la dirección espiritual personal. El encargado de Grupo también ha

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de asegurarse de que se forma bien, desde el principio, a cada persona; de que se le enseña y facilita la sinceridad. Cada uno ha de ser como una brasa encendida, porque se le atienda con dedicación, profundidad y cariño.

La puntualidad —consecuencia de la caridad con los demás, del orden y del deseo de aprovechar el tiempo— se ha practicado siempre en las reuniones de familia, en las actividades organizadas en los Centros —conferencias, retiros, Círculos, reuniones en general—, y en las tareas personales. Los actos empiezan y terminan a la hora prevista. No es razón para retrasarlos que alguno llegue tarde, porque se haría perder el tiempo a los que acuden puntualmente. Por tanto, quien tenga la responsabilidad de esa actividad, estará en el lugar señalado con antelación suficiente, para disponer lo necesario —mesa, sillas, libros, etc.— y cumplir el horario fijado.

Además de rezar y mortificarse por los que les están confiados, procurarán alimentar su propia vida espiritual y la de sus hermanos con las enseñanzas y los consejos de nuestro Padre.

Solicitud en la atención de los Supernumerarios

La formación que reciben los Supernumerarios ha de ponerles en condiciones de corresponder, con una entrega más fiel y generosa cada día, a la llamada recibida, viviendo —en todas las circunstancias— con plenitud de vocación. Digo con plenitud de vocación, escribió nuestro Padre, porque —en las circunstancias en las que providencialmente Dios los ha colocado— se esfuerzan por corresponder con generosidad total a cuanto el Señor les pide, llamándoles a su Obra: un servicio sin reservas, como ciudadanos católicos responsables, a la Iglesia Santa, al Romano Pontífice y a todas las almas (Carta 9-1-1959, n. 10).

A través de los medios de formación, se les insiste en que aprovechen bien el tiempo, que aseguren la rectitud de intención en el estudio —serio y profundo— o en el trabajo profesional, que ha de ser intenso. Se les facilitan también las orientaciones oportunas, con el fin de que cuiden los pequeños detalles de tono humano que

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exigen el espíritu de la Obra y la eficacia apostólica —delicadeza en el trato y en las conversaciones, corrección en el vestir, etc.— , de manera que contribuyan positivamente con su ejemplo al ambiente del Centro que frecuentan.

Con el fin de asegurar la atención espiritual prevista, los encargados de Grupo y los Celadores dedican a su encargo —de acuerdo con las circunstancias personales— todo el tiempo necesario, conforme a las orientaciones recibidas del Consejo local y a las características que se presentan en cada lugar. Además, son conscientes de que la dedicación a su encargo no puede ser nunca una tarea marginal: es materia de su santidad; y, por eso, hablan en la charla del cumplimiento de este gustoso deber.

Las materias conocidas por razón de su encargo, sólo las comunican o comentan, como es lógico, con aquellas personas que —por razón de su cargo— deban conocerlas. Si un médico o un abogado guardan un natural secreto profesional —silencio de oficio— sobre los asuntos que conocen con motivo de su trabajo, con mucha mayor razón han de vivir ese silencio quienes se ocupan de las tareas de formación espiritual de las almas.

Los encargados de Grupo cuidan de que los sacerdotes atiendan regularmente a las personas del Grupo, asegurando que los Supernumerarios, como todos los fieles de la Prelatura, reciben la ayuda y los consejos necesarios para progresar en su camino de santidad. Si fuera el caso, harán sugerencias al Consejo local, para que sus hermanos sacerdotes puedan dedicar el tiempo que requiere su actividad de dirección espiritual.

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