Carta de Álvaro del Portillo a Francisco Franco, 1952

Madrid, 14 de Julio de 1952

Excelencia:

He venido de Roma con el solo objeto de solicitar una audiencia de V.E. Pero como, dado lo avanzado del verano, me temo no pueda tener el alto honor y la alegría de visitarle para hablar de nuestra labor y de nuestros proyectos, y exponerle otras muchas cosas que a V. E., como buen hijo de la Iglesia y Señor natural de los españoles, le habrían de interesar, me permito dirigirle la presente carta y una nota “pro memoria” de uno de los asuntos que pensaba tratar en la audiencia.

Conocemos el deseo sincero de V.E, varias veces manifestado a nuestro Fundador y Presidente General, Mons. Escrivá de Balaguer, y a mí mismo, de ayudarnos en la labor si se encontraba una fórmula adecuada.

En la nota adjunta le ofrezco una fórmula sencilla y que, además, no representa ningún gravamen para la Hacienda pública. De la respuesta de V.E depende el que podamos ponerla en práctica.

De V. E. afectísimo in Domino

Álvaro del Portillo




PRO MEMORIA

Es sobradamente conocida la labor que nuestro Instituto ha realizado en España en los últimos años.

La actuación externa de sus miembros se dirigió, en primer lugar, al campo intelectual, ya que lo más urgente era colaborar en la tarea de poner en orden las ideas. En este terreno procuramos trabajar en la medida de nuestras fuerzas, con fe y entusiasmo, y casi siempre mediante una intervención de carácter personal, discreta y callada, que consideramos como la más eficaz. Sin embargo, para atender mejor a la formación de los estudiantes, fue necesario establecer algunas obras corporativas y hoy tenemos en España diez Colegios Mayores levantados con nuestro propio esfuerzo y ayuda privada.

Dentro de esta misma línea estamos montando algunos Colegios de Segunda Enseñanza, el primero de los cuales es el de "Gaztelueta”, en Neguri, que ha merecido no sólo el reconocimiento oficial sino los más calurosos elogios del Director General de Segunda Enseñanza, por el avance que representa en cuanto a concepciones pedagógicas; algunos Institutos de formación profesional de universitarios y post-graduados; y finamente es nuestro deseo poner en funcionamiento cuanto antes en el castillo de Peñíscola, que el Estado nos ha cedido en usufructo, un centro de alta cultura donde puedan venir a convivir, en un ambiente español y cristiano, intelectuales de todo el mundo, incluso los no católicos.

Últimamente, nuestro apostolado se ha extendido a otros dos sectores importantes de la sociedad: el de los campesinos y el de los obreros. También aquí, como entre los intelectuales, la labor es preferentemente personal y, por razones fácilmente comprensibles, se lleva con la máxima discreción. Pero esta tarea personal no podría realizarse sin unas obras corporativas que le sirvan de base y de complemento: centros de formación, casas de ejercicios, granjas-escuela, escuelas de capacitación, etc., etc., que en otros países (México, Italia) tenemos iniciadas con gran éxito.

Para llevar a cabo todas estas obras corporativas, se requieren instalaciones adecuadas que representan una fuerte inversión inicial, que rara vez llega a ser productiva y sólo a la larga puede amortizarse.

Pero aun cuando, humanamente hablando, sea esta una tarea ardua, que ha de imponernos no pocos sacrificios de orden económico, es tanto lo que se puede hacer al servicio de Dios y de la Patria, y tan urgente para que no se malogre por el influjo de sectas tenebrosas y doctrinas subversivas el esfuerzo que el Nuevo Estado, bajo la suprema dirección de V.E. viene haciendo por la completa restauración de un orden social más cristiano y más justo, que hemos de lanzarnos a tan dura empresa cueste lo que cueste.

No pedimos ninguna ayuda especial del Estado, que tiene también sus obras de este tipo a las que atender. No queremos gravar el erario público. Nuestra labor, aun cuando coopere eficazmente con la oficial, es privada y pensamos hacerla con nuestros propios medios. Pero necesitamos que se nos faciliten inicialmente los recursos económicos en la forma normal para cualquiera institución: crédito bancario a largo plazo.

Por eso, pensamos solicitar del Banco de España un crédito corporativo de cincuenta y cinco millones de pesetas: y rogamos encarecidamente a V.E. que apoye nuestra pretensión ante el Gobernador del Banco, para que, habida cuenta del elevado fin que se persigue y de la solvencia que ofrece el Instituto (muy mal habría de andar España para que nosotros no pudiéramos pagar) se estudie con cariño nuestra solicitud y se resuelva favorablemente.

Madrid, 14 de Julio- de 1952.