Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 26

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APARTADO III Charla nº 26

Nobleza. Sinceridad

Somos hijos de Dios, linaje de Dios, por la gracia. Esa condición altísima -prestada, pero auténtica nobleza que trasciende cualquier situación humana- nos compromete a "guardar la dignidad de la realeza" (cfr. Camino, n. 265); nos impulsa a caminar con el buen complejo -humilde y gozoso- de superioridad (cfr. Camino, n. 274).

Nobleza obliga. Nuestra conducta ha de ser digna de un hijo de Dios, de un caballero cristiano, que busca en todas las cosas solamente la gloria de Dios, con rectitud de intención; con lealtad intachable; es decir, manteniendo a toda costa los compromisos adquiridos con Dios, con la Obra y con los demás. Esta es la primera obligación.

3- Como buenos hijos, hemos de imitar a Dios: estote autem imitatores Dei. Y es verdad de fe que Dios es simplicísimo, la suprema sencillez. Por eso la unión con Dios simplifica, armoniza contrastes, ordena las pasiones (porque la sencillez no es espontaneidad irracional, sino de personas que se rigen por la razón iluminada por la fe), descomplica. La complicación es mala, porque es un sistema defensivo que el mundo enseña a establecer en torno a intereses egoístas. "Mira: los apóstoles, con todas sus miserias patentes e innegables, eran sinceros, sencillos..., transparentes.

Tú también tienes miserias patentes e innegables. -Ojalá no te falte sencillez" (Camino, n. 932).

4. La sencillez excluye la doblez, la afectación, la oficiosidad, la pedantería, la escrupulosidad (cfr. Camino, n. 259), la ironía hiriente, la jactancia, la hipocresía; y hace en cambio que nuestro modo de actuar y de expresarnos refleje siempre nuestras reales intenciones. No es simplonería.

5. El camino de la sencillez es la sinceridad: sea vuestro sí. sí; y vuestro no, no (Mt 5,37). Nuestro espíritu es así de sencillo.

Queremos ser dignos del elogio del Señor a Natanael: "He aquí un verdadero israelita, sin doblez ni engaño" (Ioh 1,46-47). Abominamos, por tanto, de la restricción mental, que es dar a lo que se dice un sentido distinto al que tiene en apariencia, y equivale a una mentira.

A veces, en la vida social, se han de decir las cosas de manera que, sin mentir, el que nos escucha no llegue a conocer la verdad que no tiene derecho a saber, o que no debemos manifestar: una respuesta verdadera, pero insuficiente para que conozcan la verdad que, indiscretamente, quisieran saber. Es algo que pue-

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de utilizarse si hay motivos suficientes, una causa proporcionada, como evitar algún daño que vendría injustamente.

8. Sinceridad y confianza con los Directores: toda la labor de la Obra se basa en la confianza mutua: "Debéis tener mucha confianza unos con otros: confianza mutua. Dejadme que insista, porque toda nuestra vida en Casa es a base de confianza, de no creer que nadie pueda hacer nada con mala voluntad. Yo creo a ojos cerrados lo que me dicen mis hijos. Así, creo: cum fide" (De nuestro Padre). Decía también nuestro Padre que tenía mas confianza en la afirmación de uno de sus hijos, "que en la de mil notarios juntos y unánimes" (De nuestro Padre).

9. "Confianza hay que tener con todos los de la Obra, y especialmente con los Directores" (De nuestro Padre), porque tie­nen una particular asistencia de Dios para procurar nuestro bien, para conducirnos a Dios y para dirigir nuestra labor apostólica. Por eso "hay dos manifestaciones tremendas de mal espíritu: tener miedo a los que mandan en Casa, y tener vergüenza para hablar en la Confidencia" (De nuestro Padre).

10. "No os asustéis, no os preocupe nada. Si sois since­ros, todo sale adelante. A veces, se puede estar una temporada -durante meses y durante años- como ciego. Pero, si se obedece, luego viene toda la luz del cielo, todo sale bien" (De nuestro Padre).

11. "Hemos de ser todos (...) sencillos, transparentes" (De nuestro Padre). Como las aguas limpias, que permiten ver con toda claridad el fondo a quien debe asomarse a nuestra intimidad. Sin miedo a que vea las perlas, rubíes, esmeraldas, joyas espléndidas que ha puesto Dios en el alma, para su gloria y el bien de los demás; y también el lodo que acaso se sedimente y oculte las joyas. Los Directores sabrán, con la gracia de Dios, limpiar ese lodo, y dar al barro dócil formas bellísimas que agraden al Señor; y será instrumento de cosas divinas, de bien, de paz, de alegría: vaso de honor y no de ignominia. Vale la pena tener y pedir el talento de hablar.

12. Sería triste -causa de tristeza y quizá de muerte espiritual- complicarse por cobardía o por soberbia. El día que ocultemos algo a quien lleva nuestra charla, tendríamos un secreto con el diablo. "Y cuando haya una cosa que no quisierais que se sepa, decidla inmediatamente -¡corriendo!- a vuestros Directores (...). El miedo y la vergüenza, que no dejan ser sinceros, son los enemigos más grandes del alma" (De nuestro Padre). Hablar antes -así normalmente, no habrá que hablar después- y hablar en-seguida, en cuanto notemos el primer síntoma de algo que no va.

15. Naturalmente, la sinceridad es virtud que hay que vivir siempre. Por ejemplo, nuestra labor de apostolado y proselitismo ha de basarse en "una amistad sincera, que nos impulsa a abrir el propio corazón a nuestros amigos, y que enseña a los otros a buscar el consejo que necesitan" (Del Padre). Vivimos con plena lealtad esa amistad, y esto nos lleva espontáneamente a ser sinceros, transparentes, a evitar toda doblez en el trato con

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nuestros amigos, a la vez que fomentamos esa misma actitud en ellos, ayudándoles también a que sean muy sinceros con Dios, con ellos mismos y, si la desean, en la dirección espiritual.