Nos hemos olvidado de ti

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Por Segundo, 15.03.2008


Aquella mañana del verano argentino mientras mi esposa se dirigía a la compra me encaminé al bar más cercano para disfrutar de un café. No se apuren en dispensarme una condena ya que los roles matrimoniales en este punto son claros: mi esposa compra y yo me encargo de las tareas de carga, descarga, flete y pago de la mercadería.

Alegre y despreocupado respirando un aire fresco y tonificante avanzaba hacia mi destino cuando vi a un numerario de mi generación, es decir, “mayor” en la terminología interna. El encuentro era inevitable salvo que girara abruptamente en dirección contraria. Estaba de pie, cabizbajo, con el cuerpo hinchado por las pastillas antidepresivas. Nos saludamos con afecto sincero. Comenzamos a conversar cuando apareció el cura N.N. quien sin miramientos dijo en alta voz: Hola, Alfonso como estás!. El numerario contestó con rapidez: No es Alfonso es Segundo. El cura entusiasmado agregó: Pero claro te pido disculpas eres Alfonso X. El numerario ya claramente molesto dijo: Pero no y no es Segundo ZZ.

La conversación quería abrirse paso con el numerario cuando el cura preso quizás de cierta incontinencia verbal me miró y afirmó: Oye pero es que nos hemos olvidado de ti. Le respondí que esa era la política de la Obra de modo que nada tenía de extraño.

Con el Sr. Cura asistí a docenas de cursos anuales, participamos en otras docenas de excursiones, hice la charla, me comentó sus problemas, tomamos whisky en la época que en el Opus Dei quedaban retazos de libertad y personalidad. En pocas palabras, nos conocimos durante casi las casi tres décadas que estuve en la institución. Por cierto, goza de perfecta salud y no tiene ni una sola neurona con Alzheimer.

Aquel cura imprudente tuvo el don de la simplicidad y la coherencia al expresar una verdad incontrastable: para quienes abandonan el Opus Dei, éste les reserva un olvido sin fisuras.



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