Mis experiencias como numeraria auxiliar

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Por MARTA, 3 de junio de 2004


Todo pasa

Voy a dar un paso adelante. Va por todos, ojalá este testimonio pueda arrojar un poco de esperanza al que no recibe un atisbo de luz a la salida del túnel.

No voy a contar como fue mi estancia en la obra, mas que a trazos generales. Pité con 14 años de numeraria auxiliar, y me salí de la obra a los 7 años. Ya había terminado el centro de estudios hacía un año.

En mi familia (formada por mis padres y 9 hermanos) habíamos caido en las redes: los jefes del clan y los 4 mayores, dos hermanos y mi hermana “agregados”. Hoy todos felizmente casados.

La salida: traumática, como para la gran mayoría de vosotros. Cuando yo dí el paso, ya habían salido dos de mis hermanos. Eso ayudaba. Pero claro ellos no se habían ido de casa en contra de la voluntad de mis padres, (así que no tenían que volver) ni habían dejado estudios, ni amigos, ni familia... No se como son otras experiencias pero en una ciudad desconocida, sin trabajo ni perspectivas, sin amistades... después de años de encierro...

En fin me decidí a volver a casa con mis padres, como el hijo prodigo. Un año de depresión, que acabo de cuajo cuando, el único hermano que quedaba en la Obra cayó en una depresión, que le mantuvo ingresado en un psiquiátrico durante un mes, enfermedad que a decir de su psiquiatra “quemaron el ultimo cartucho sin saber si volvería o se quedaría en otro barrio” Han sido años de tratamiento.

Bueno esto es un breve resumen del caos que se monta en cualquiera de nuestras vidas. Y esto pensando en las grandes ilusiones y mejores proyectos para tu vida, los grandes sentimientos que te invaden, las ideas de grandeza “saberte elegida por Dios” para llevar SU OBRA a tantas almas, a tantos lugares... Todo perdido. Ahora se cierne la sombra de la duda. ¿Será verdad que traicioné el amor de Dios?. Tanto que significó Dios en mi vida, ¿me fui como el joven rico del Evangelio?.

No. Yo amo a Dios con todas mis fuerzas, con todo mi corazón, con toda mi alma, y también con todas mis flaquezas.

HAN PASADO LOS AÑOS. Años de dudas, de rebeldías nunca contra Dios, si contra la Obra y por fin la paz interior.

A la vuelta de los años he encontrado respuestas a muchas preguntas. Sentido a muchas incongruencias.

Primero comentar que no somos los únicos en el mundo que hemos sufrido. Nos duele, creo, que nos hablaron de santidad y quizá nos defraudaron, también con el ejemplo. Nos vimos privados de “libertad”. Nos hablaron de una pobreza, de una caridad... que no podíamos compartir y a veces ni respetar. Vale, de acuerdo.

Pero no pienses que es tiempo perdido, porque todo lo que hemos recibido conforma nuestro modo de ser. Sí creo que Dios nos eligió, nos hizo pasar cerca de la Obra, nos capacitó para absorber todo lo que nos pudiera aportar, y repeler lo que no nos servía y también nos dio una capacidad ¿crítica?, ¿una depresión? Que nos hizo reaccionar, tal vez en el momento justo, salir de allí donde quizá nuestra vida y nuestro apostolado hubiera sido menos fértil.

Añadir, fuera de la Obra he podido ver muchas depresiones, muchos problemas, y os puedo asegurar que no menos serios que los nuestros. Claro que a cada uno nos duelen nuestras heridas. Pero usando una de esas frases que os gustarán tanto “que los árboles no nos impidan ver el bosque”. No creo que merezca la pena perder ni un rato más de nuestra vida regodeándonos en nuestro dolor.

En cuanto a la gente de dentro que nos pueden haber hecho la vida imposible, creo que le corresponde a Otro juzgarlos. Yo desde luego ruego para que sea El y solo El quién me juzgue. ¿Quién puede tirar la primera piedra?

Después, que más, pues que cada modo de vida tiene sus reglas. Si bien es verdad que se “violaba” la intimidad con el correo o en los consejos locales... no es menos cierto que cada uno de nosotros lo fuimos aceptando y cuando no, pues nos salimos. El noviazgo tiene también sus propias reglas, y del matrimonio que decir. El que quiere las toma y el que no las deja. Y los patinazos en unas casas se perdonan, en otras se cierran los ojos y en otras se acaba todo; hay quién quiere el perdón y quién no lo desea. Aquí solo observar que hay que ser consecuente.

Perdonad mi intrusión. Quizá no os gustarán mis palabras o no podréis compartir mis ideas o no queráis aceptarlas, o mejor no le encontréis sentido, pero yo os hablo de corazón.

Hoy soy madre de familia numerosa, espero el 7º hijo, soy feliz con mi familia y no necesito que nadie me obligue a nada, en casa actuamos según nuestras convicciones, y mi marido ni procede de la Obra, ni de familia numerosa. No tenemos una economía desahogada y contamos con que las cosas no son fáciles; pero le ruego a Dios para que sepamos transmitir a nuestros hijos la formación espiritual y humana, que a mi me dieron y de la cual participa también mi marido, de alguna manera para que ellos después tengan sus propias herramientas para construir su futuro, y no pasen por la vida de aquella manera...

Disculpad mi estilo y mis faltas, la verdad es que mi nivel de estudios es una de las carencias que intento superar.

Mis experiencias como numeraria auxiliar

Como ya dije fui numeraria auxiliar. Y bueno, según mi experiencia es hora de romper muchos mitos. Dentro de las auxiliares había personas que tenían una buena formación cultural, alguna que otra terminaba sus estudios universitarios, otras con estudios medios y otras sin estudios. Está bien que a estas personas también se les de la misma oportunidad que a otras, porque el que hecho de no tener estudios no significa que “Dios no se pueda servir de uno, o escogerle para sus planes”.

A fuerza de escucharlo podéis haberos convencido de que éramos las hermanas pequeñas, (y aunque no quiero ser yo quien le quite valor a estas heroicas mujeres que perseveran en la obra, con una autentica vocación de servicio y santidad alejada de esas rencillas de las que habláis se producían entre numerarios en consejos locales) no eran las que yo conocí personas ignorantes ni torpes ni esclavas ni nada tan malo que las hiciera dignas de lastima.

Al contrario, las auxiliares te enseñan tu profesión como en ningún sitio. Aprendes a optimizar el tiempo y minimizar el esfuerzo en tu trabajo. Aprendes a ver detalles, te enseñan todo lo que saben, -que no es poco- en los distintos servicios: cocina, repostería, Office, tinte, lavandería, pequeñas tareas extraordinarias de mantenimiento, servicio de comedor,... y nada que hablar de lo que humanamente se puede aprender de muchas de ellas.

No paro de leer lo agradecidos que están muchos a la auxiliares. Y me parece bien, se agradece, pero tampoco es para tanto. Yo creo que pité de lo que quise, quizá no era el caso de todas, pero desde luego si el de la mayoría de las que yo conocí de mi quinta, que además se dedicaban a esas tareas ya antes de pitar, o incluso se preparaban para ellas en escuelas de formación profesional.

Nosotras también celebrábamos las fiestas solo que teníamos que cocinar, y servir la comida. Después nos organizábamos por turnos y las tardes eran libres... no era igual que para vosotros pero tampoco tan malo. Igual ahora no me quejo de mi tarea, (sigue siendo la administración pero ahora la de mi casa) en absoluto reconocida por nadie. Ni por la sociedad, ni por ...., quedamos para lo último. No podemos cotizar, no se piensa en nosotras cuando tenemos niños en edad de guardería, la verdad es que derechos tenemos bien pocos. Ni siquiera se nos tiene en cuenta en el día de la mujer trabajadora. A mi me salva que mi marido aprecia la tarea que hago en casa y cuando puede me ayuda así disfrutamos los dos del tiempo libre; y es lo único que necesito, además sé que contribuyo de manera fundamental en el desarrollo físico y emocional de mis hijos.

Así es como lo tomé cuando pite y cuando realicé las tareas de la administración en los distintos centros donde estuve. Hoy me da alegría ver que de algo servía la tarea que se hacía y el amor que se ponía. Puede ser lo mejor que me llevé de mi estancia en la obra. A mi me gustaba mi trabajo, y para mí si que era una vocación de servicio, sí era una vocación especial.

Me gustaba la vida en familia, especialmente intensa en las administraciones. En el tiempo que estuve allí nunca me sentí menospreciada por ninguna numeraria, aunque las maneras de unas me gustaran mas que las de otras. Por cierto yo si que coticé en la seguridad social.

Problemas había muchos. Los mismos que contáis muchos: faltas de caridad, enfervorizado proselitismo que no apostolado, (recién pitada yo, una numeraria me preguntó por mis amistades, y al hablarle de una de mis mejores amigas me dijo que no tratábamos a personas como esa. Algo se rompió aquel día ¿no valía ella toda la Sangre de Cristo?). La temprana edad para entrar en la obra que para las auxiliares era al cumplir los catorce. La forma de romper vínculos con la familia de sangre. Y algunos problemillas del famoso plano inclinado, fundamentalmente que lo que hablara en la charla lo sabía todo el consejo local.

Luego las costumbres unas mas tontas que otras, pero todas intransigentes. Nunca comprendí cual era el motivo por el que no podían llevar la charla de otras numerarias o auxiliares, (personas con el alma tan fina, -que yo conocí.- ¿no se perdía tanto talento?)... ni el por que del “usted” o del “señorita”, la razón de los comedores separados o de las vajillas distintas... pero nunca me comí el coco con eso, quizá la mía era una mente demasiado simple o nunca le di demasiada importancia a las cosas sin trascendencia.

Claro que el colofón era que eso de cristianos corrientes en medio del mundo... una numeraria auxiliar lo tenia bien difícil, todo el día entre personas de la obra, en un centro de la obra y al salir a la tarea apostólica encomendada, que puedo decir los clubs: eran patéticos, sin actividades interesantes, sin “gancho” para atraer ¿a quién?, no sé creo que era lo peor. Pero al fin y al cabo era lo mejor, por que en otros centros era aún peor no cabía por lejanía o no se que motivos la apertura al exterior.

Bueno como veis los problemas en la obra todos parecidos para todos.

Quizá otro día cuente más, gracias por estar ahí y un abrazo a todos. Entre tanto una propuesta, transformad esa pena por la auxiliares en agradecimiento a madres, esposas.... que sobre todo si hay hijos pequeños no tienen horario, pero de verdad.


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