Mis Derechos Humanos más elementales fueron violados

From Opus-Info
Jump to navigation Jump to search

Por una ex numeraria auxiliar, Europa


El siguiente testimonio ha sido escrito por una mujer joven de Europa que experimentó directamente la penosa vida de una numeraria auxiliar del Opus Dei. El Opus Dei recluta mujeres jóvenes de zonas poco favorecidas económicamente, para que dediquen sus vidas a fregar, limpiar y cocinar para los numerarios de los opulosos centros de la obra. Y, además, se les exige una vida célibe con votos de pobreza, castidad y obediencia.

En su libro, "Tras el Umbral: Una Vida en el Opus Dei", María del Carmen Tapia dice: "en esto el fundador del Opus Dei era inflexible. Es decir, una sirvienta nunca podía aspirar más que a ser una buena sirvienta…" ..."En otros países donde las numerarias y las sirvientas realizan esa labor en las casas de los varones de la prelatura, reciben un sueldo, pero bajísimo, y por supuesto ningún seguro social de ningún tipo. En virtud de la pobreza, esos sueldos van directamente a la caja de la casa donde viven y a las sirvientas no se les entrega dinero alguno porque se supone que, al tener que ir siempre acompañadas de las numerarias son éstas las que pagan los gastos que sean. Naturalmente cuando necesitan ropa o zapatos también se les compra, pero ellas no manejan dinero alguno."

ODAN y Opuslibros agradecen a la joven que ha compartido el testimonio de sus dificultades. Aplaudimos su coraje al hablar acerca de las realidades de la vida de una numeraria auxiliar.


Yo fui un miembro del Opus Dei durante siete años. Mi situación dentro del Opus Dei era definida como una "numeraria auxiliar."

Mi primer contacto con el Opus Dei surgió por un anuncio en la prensa local sobre una escuela de hostelería. Se ofrecía un certificado en administración del hogar y cocina a muchachas jóvenes. Las interesadas tenían que pasar por dos entrevistas, una en su hogar y otra en el centro del Opus Dei. En aquel tiempo había una fuerte recesión económica y mucho desempleo en mi país. A las candidatas se les garantizaban contratos fijos al finalizar el curso de cocina y servicio. Ese cebo influyó en la decisión de mis padres para enviarme a aquella escuela privada. Así que a la edad de 15 años empecé el curso de hostelería.

Cuatro meses más tarde, me convertí en numeraria auxiliar. Fui reclutada de la manera usual. Las asociadas del Opus Dei del centro me consideraban una "líder" y, por consiguiente, tenía muchas posibilidades de influenciar a otras muchachas. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que había una doble intención en lo que hizo que los directores del Opus Dei me diferenciaran de las otras estudiantes. Mi familia tenía un problema particular que yo había discutido con mi "directora" durante las llamadas "confidencias." No lo supe hasta muchos años después. Ella había comentado mi problema familiar con otras directoras de la obra, por lo que pusieron en acción un plan sofisticado para reclutarme.

Empezaron sugiriendo que rezara por mi familia, luego que me confesara semanalmente, comulgara diariamente y otras cosas. Me dijeron que si seguía la voluntad de Dios, la situación de mi familia mejoraría. Sin enterarme, yo ya tenía vocación; me dijeron que sería infeliz durante el resto de mi vida si no hacía lo que Dios me pedía y que, además, el problema de mi familia empeoraría. Yo estaba aterrorizada cuando "pité" como numeraria auxiliar en Roma durante la conferencia UNIV (la Conferencia UNIV es un evento en Roma promovido anualmente por el Opus Dei durante la Semana Santa. Participantes de todo el mundo son seleccionados para participar en esta conferencia. Típicamente, sólo aquellas personas que están a punto de unirse al Opus Dei son invitados a participar en la conferencia, junto con los numerarios que se esforzarán en que pidan la admisión. Se ejerce una presión tremenda sobre "los candidatos" para que se unan al Opus Dei durante esa semana.)

Cuando regresé a mi país después de la conferencia UNIV, me separaron de las otras estudiantes del curso de hostelería. Censuraban el correo que recibía y enviaba, controlaban mis llamadas telefónicas y revisaban mis pertenencias personales. Tenía que hacer una contabilidad de mis gastos a la directora y entregar el poco dinero que tenía. Lo que más me molestó durante ese tiempo fue cómo el Opus Dei vigilaba y dirigía mi relación con mi familia. Me decían lo que podía y no podía escribir en mis cartas y qué les debía decir cuando hablaba con ellos por teléfono. Siempre había una numeraria al lado cuando mi familia hablaba, y ella siempre me llamaba más tarde aparte para preguntarme sobre lo que había hablado con ellos telefónicamente.

No hay necesidad de decirlo, mi familia ignoraba totalmente el hecho de que me había convertido en un miembro del Opus Dei. La directora me dijo que se lo podía decir una vez el curso terminase.

Mientras tanto, también me dijeron que les mintiese acerca de lo que estaba pasando en mi vida cuando les visitase durante las vacaciones. Después de esas visitas a mi familia, los miembros del Opus Dei me interrogaban acerca del sitio donde había dormido, lo que había conversado y los periódicos que había leído.

Mi familia, lógicamente, notó un gran cambio en mi conducta. Desapareció mi forma de ser alegre y extrovertida. Me volví introvertida y sospechosa de todo.

Cuando el curso iba a terminar, ¡me instruyeron sobre cómo tenía que contarles a mis padres mi decisión inminente de unirme al Opus Dei! Cuando mis padres supieron la decisión que había tomado, se volvieron locos. Mi única respuesta a su infinidad de preguntas fue: "es la voluntad de Dios."

Apenados y tristes, mis padres dejaron que regresara para presentarme a los exámenes, con la esperanza de que cambiase de opinión. Pero sus deseos no se cumplieron. El Opus Dei me mandó a uno de sus centros con muchas numerarias auxiliares y unas cuantas numerarias para que me ocupase en la administración de casas y residencias de la obra, tanto para las de hombres como para las de mujeres.

Darme cuenta de mi situación como numeraria auxiliar finalmente empezó a afectarme. A mí nunca me contaron ni me hablaron de las responsabilidades y compromisos de una numeraria auxiliar. Solamente me habían dicho que las numerarias auxiliares y las numerarias eran lo mismo, aunque nuestro trabajo era diferente. Me empecé a dar cuenta de que mi vida dentro del Opus Dei iba a consistir en largas y duras horas de trabajo, sin absolutamente ninguna vida de tipo social. Además, estaba claro que no éramos, de ninguna manera, igual a las numerarias.

Ante todo, había diferencias materiales entre las dos clases. Las numerarias usaban ropa costosa mientras que las numerarias auxiliares usaban uniformes con un delantal blanco. Las numerarias auxiliares podían usar ropa "corriente" si salían del centro, pero normalmente era ropa de segunda mano, barata o vulgar. Las numerarias comían en comedores diferentes y su calidad de alimentos era mejor mejor; nosotras comíamos las sobras. Las numerarias eran servidas por numerarias auxiliares vestidas con un traje negro de mangas largas, de cuello blanco almidonado, puños, cofia y delantal. Las numerarias tenían mejor calidad de mantelería, ropa de cama, loza y muebles que los que usábamos las numerarias auxiliares.

Nuestras habitaciones y baños también eran diferentes. Las numerarias, normalmente, tenían habitaciones privadas mientras que las numerarias auxiliares tenían baños y dormitorios comunes. En los países donde había muchos miembros, como en España o Roma, las dos clases de numerarias, inclusive, tenían oratorios separados. Los oratorios de las numerarias eran más ampulosos, con adornos de oro; los oratorios de las numerarias auxiliares eran muy simples y de madera. Las numerarias auxiliares también tenían puertas diferentes para entrar en las casas del Opus Dei. Se llamaban "entrada de las sirvientas" y lo normal es que no estuvieran a la vista, sino en la parte de atrás del edificio.

Mientras que esas diferencias entre los dos grupos aparentemente "iguales" podían parecer significativas, había también otras actitudes que desconcertaban.

El catecismo del Opus Dei define a las numerarias auxiliares de la siguiente manera, "hay otras numerarias que hacen el trabajo manual y de cuidado de la casa en las casas del Opus Dei quienes se llaman sirvientes. "Mientras que el término sirvientas ha sido suprimido y se usa ahora el término "auxiliar" o "numeraria auxiliar" (Carmen Tapia), la realidad es que sigue existiendo para las numerarias auxiliares en todo el mundo.

Las numerarias auxiliares son reclutadas usualmente de ambientes rurales, pobres y de bajo nivel educativo, mientras que las numerarias tienden a ser reclutadas de ambientes educados y más selectos. Las numerarias auxiliares nunca pueden ocupar cargos directivos ni pueden trabajar fuera de las casas del Opus Dei.

Carmen Tapia sugiere que el fundador del Opus Dei veía a las numerarias auxiliares como personas de inteligencia limitada o como él decía "con su propia mentalidad." Todos los miembros del Opus Dei reciben educación en los cursos anuales y la diferencia entre el tipo de educación ofrecida a los distintos tipos de miembros, refleja las diversas actitudes hacia ellos. Las numerarias reciben clases en teología, ley canónica y español mientras que las numerarias auxiliares reciben clases en higiene, lectura, escritura básica e instrucción religiosa elemental.

Escrivá también consideraba a las numerarias auxiliares como incapaces de sentimientos o emociones humanas. Por ejemplo, a las numerarias auxiliares se les permitía tomar entre sus brazos a bebés pero no a las numerarias. Escrivá creía que el instinto maternal de una numeraria podía despertarse abrazando a un bebe, pero pensaba que eso no le sucedería a una numeraria auxiliar. Pensaba Escrivá en las numerarias auxiliares no podría despertarse ese sentimiento.

Irónicamente, las directoras nos decían constantemente que nosotras -las numerarias auxiliares- éramos "las madres" de los miembros del Opus Dei. ¡Claro! Nosotras cocinábamos, limpiábamos y planchábamos para esos numerarios de la mañana a la noche, siete días de la semana, cincuenta y dos semanas al año, año tras año.

A Escrivá le gustaba llamar a las numerarias auxiliares "sus pequeñas hijas." Es bien sabido que él fomentaba en ellas una conducta infantil. Tapia dice que ella se sentía a veces avergonzada al ver a mujeres adultas actuar como si tuviesen trece años. Las directoras también nos incitaban a caer en esa conducta infantil. Después de haber pasado un tiempo como numeraria auxiliar, llegaba a ser un hábito difícil de eliminar.

Las numerarias auxiliares no podían nunca estar solas. Las numerarias tenían siempre que acompañarnos a donde fuésemos, dentro o fuera de los centros. No podíamos poseer o tener acceso a ningún dinero; las numerarias pagaban nuestras compras por nosotras.

Estas actitudes y condiciones formaban la base de mi vida en el Opus Dei. Mi vida era controlada y absorbida; tenía poco acceso al mundo exterior. Los periódicos que llegaban a nosotros estaban censurados y el programa de televisión que empezábamos a ver, a menudo se apagaba si ese programa se consideraba inapropiado para nosotras por alguna de las estrictas (fanáticas) numerarias que tenían poder para apagar o encender la televisión.

Mi vida claustrofóbica tenía poco espacio para la individualidad y la creatividad. Como muchachas rurales, a menudo éramos el objeto de las burlas de las numerarias. Dado que ellas procedían de ciudades, se reían de nuestros acentos, nuestro lenguaje y nuestras tradiciones.

Éramos a menudo las víctimas de su mal carácter, pero no se nos permitía hacerles correcciones fraternas. La directora, sin lugar a dudas, siempre estaría a favor de la numeraria y no de la auxiliar.

Viví una vida de conformismo y aleccionamiento. Empecé a hacer preguntas acerca de algunas contradicciones que veía, pero me "tranquilizaban" de inmediato diciéndome que iría al infierno por haber pensado esas cosas. Debido a mi falta de preparación, era incapaz de articular una respuesta.

Y un día, no lo soporté más. Era incapaz de entender las inconsistencias de mi alrededor. Empecé a preguntarme quién era Dios. Escrivá era más venerado que Dios mismo. A veces, llegué a sentir que pasaban semanas sin escuchar la palabra "Dios." Siempre era "El Padre" y "Nuestro Padre." Extrañaba al Dios que conocí antes de mi vida en el Opus Dei.

Una mañana lluviosa y con mucho viento dejé el centro del Opus Dei y a mis amigas numerarias auxiliares. La numeraria que me llevó a la parada de autobús, tiró mi maleta a la calle y se alejó sin ni siquiera decir adiós. No podía entender la conducta de esa persona que, aparentemente, estaba dedicada a Dios. Cuando subí al transporte que me llevó a mi familia me di cuenta que, mientras estuve en el Opus Dei, me habían quitado hasta la soltura de poder comprar un billete.

Llegué a casa, a mi familia que me perdonaba, herida, confundida, con culpa y disgustada. Poco a poco empecé a darme cuenta de que el mundo no era tan cruel o diabólico como el Opus Dei me lo había pintado. Había mucha gente buena fuera.

Durante un tiempo traté de superar mi estancia en el Opus Dei diciéndome a mi misma que todo estaba bien y que podía amoldarme. Sin embargo, dado que me habían quitado toda mi relación con el mundo y con las mínimas desenvolturas de la vida corriente, además de la confianza en mi misma, urgentemente necesité consejo y asesoramiento.

Después de un largo período de tiempo, recuperé lentamente el amor propio. Regresé a la escuela y terminé mi educación secundaria, fui a la universidad y obtuve un grado académico. Espero hacer una maestría en los próximos años. Ahora tengo un buen trabajo, un vehículo, casa y buenas relaciones.

Hay muchas numerarias auxiliares en todo el mundo que viven experiencias muy similares a las que yo he contado. Me duele que los derechos humanos de esas mujeres estén siendo quebrantados tajantemente por las actitudes y las reglas del Opus Dei. Sin embargo, el Opus Dei continúa justificando y permitiendo la existencia de ese tipo de situación que solamente puede ser descrita como la explotación de un grupo de mujeres vulnerables, en el nombre de Dios.

Sé de muchas mujeres infelices y perturbadas que están todavía en el Opus Dei dando todo por esa organización. Personalmente fui testigo de la auto mutilación de algunas de esas personas y todavía puedo escuchar su llanto apagado durante la noche. La depresión y trastornos en la alimentación eran habituales. Algunas numerarias auxiliares que por razones físicas no podían trabajar más fueron expulsadas sin ninguna explicación, sin dinero o casa a donde ir.

Muchas no hablan. Puede ser por su falta de preparación o por el sentimiento de culpa que les han inculcado. Muchas viven atemorizadas por miembros del Opus Dei y por la habilidad de estos para atacar por la espalda a quienes se atrevan a hablar en contra.

Mientras que hay mucha gente que es conciente de los métodos de reclutamiento usados por el Opus Dei y el tipo de vida en particular que los numerarios viven, la vida de las numerarias auxiliares usualmente es olvidada. Yo les ruego que por favor consideren las circunstancias en que estas mujeres viven. Tenemos que darles voz a este grupo de mujeres silenciadas, vulnerables y olvidadas.

No he hecho mucho hincapié sobre el castigo corporal (cilicio, disciplinas...) porque éste, al lado de los otros, no era la verdadera cruz en nuestras vidas. Tuvimos que batallar con cosas mucho peores.

Por favor, pensad las palabras del Acta de Derechos Humanos: Artículo 7: "Nadie será sometido a tortura o a trato o castigo cruel, inhumano o degradante. Artículo 8 (2): "Nadie será mantenido en la esclavitud".

Hay muchos otros asuntos que no he discutido. Sin embargo, he tratado de dar un bosquejo de la vida de las numerarias auxiliares. Por favor, recen por ellas.



Original