La pérdida de la memoria: San Josemaría Escrivá contra José María Escriba

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Por Giovanna Reale, 17/10/2012


En continuidad con mi advertencia, deseo ahondar en una idea que esbocé al final de aquel escrito: “hay que ser muy cautelosos con las fuentes documentales referentes a la vida de Josemaría Escrivá (o José María Escriba) porque “milagrosamente” san Josemaría, ayudado o no por los santos apóstoles Pedro (Roma) y Santiago (España), las puede hacer desaparecer”.

Después de los años de existencia de esta página web Opuslibros, ya sabemos que la versión oficial y hagiográfica del Opus Dei acerca de su fundador infla a este personaje de tal manera, que entre la realidad histórica, por un lado, y el mito de la versión oficial, por otro, distan inmensas diferencias. Estoy profundamente de acuerdo con Haenobarbo en resaltar que la supuesta originalidad de Escrivá es mínima o casi nula. Lo que en el Opus se presenta como logros y aportaciones de su teología o como novedades de su espiritualidad o como rasgos heroicos de su actuación personal no es en realidad así. Todo eso ya se vivía a comienzos del siglo XX en la Iglesia católica, y Escrivá fue un clérigo, nada original, empapado bien a fondo de la idiosincrasia de su época y de su país: un “pobre hombre”, como lo calificó Gervasio (1/10/2012) dando en el clavo.

A pesar de todo eso, debo reconocer que en una cosa sí destaca san Josemaría Escrivá por su gran originalidad. No me estoy refiriendo al narcisismo que Marcus Tank analizó (14/09/2007), ya que ha habido otros personajes igualmente narcisistas: tampoco monseñor Escrivá fue novedoso en esto. Al hablar de originalidad, pienso en la peculiar pugna que se entabla entre el personaje mitificado, san Josemaría Escrivá de Balaguer y Alvás, y el personaje real, José María Escriba Alvás, acerca de su identidad personal. El santo se enfrenta al personaje histórico pretendiendo ocultar –e incluso haciendo desaparecer– las fuentes documentales que saquen a la luz la persona real; a su vez, el personaje histórico libra una feroz batalla –la página web Opuslibros se ha puesto de su parte en este combate– para reivindicar quién realmente fue y, como todo “pobre hombre”, no lo tiene nada fácil.

Asistimos aquí a un “milagro” sin precedentes, que yo sepa, en la historia de la hagiografía cristiana: san Josemaría pugna con José María para que este último no salga a la luz. Se trata de un milagro más prodigioso que el de la “bilocación”, también llamada “ubicuidad”; en efecto, estar en dos lugares distintos al mismo tiempo es un fenómeno dificilísimo que muy raramente han protagonizado unos pocos santos escogidos; ni siquiera san Josemaría recibió de Dios ese don tan extraordinario. Ahora bien, este santo sí se esfuerza –y hasta la fecha lo ha conseguido– por que no se sepa quién fue de verdad José María, es decir, él mismo. Podríamos denominar este original milagro como “bipersonación”, prodigio que de momento sólo san Josemaría ha logrado ejecutar, antes y después de su muerte; también se podría denominar “ubucuidad”, tomando como raíz el nombre de Ubú, personaje de la comedia burlesca Ubú rey de Alfred Jarry, estrenada en París en 1896, en la que Ubú encarna satíricamente a otro personaje, el rey Macbeth de William Shakespeare.

Asistimos también aquí –bromas aparte– a un caso peculiar de “pérdida de memoria histórica”. Emil Kraepelin fue el psiquiatra alemán que, a comienzos del siglo XX, denominó “enfermedad de Alzheimer” la forma de demencia que descubrió y teorizó con su colega Alois Alzheimer. Esta enfermedad no es la que precisamente padece el Opus Dei acerca de la identidad personal de su fundador. Lo que aqueja al Opus y a sus dirigentes es otro fenómeno relacionado, eso sí, con el problema de la memoria, con la identidad y con la reconstrucción del pasado. Muchas veces la identidad colectiva de una nación concreta –o de Europa en la actualidad– tropieza con serias dificultades en la historia de sus guerras y de sus cambios políticos para buscar la definición de sí misma. Y es que la identidad de una nación, como la de un individuo, se estructura sobre la capacidad de recordar, de dar coherencia al relato de aquellos acontecimientos que le son propios.

Tanto quien padece una enfermedad degenerativa del cerebro como quien sufre una trágica crisis personal de identidad se enfrenta a profundos problemas de memoria para reconstruir su pasado y basarse en él en orden a dar sentido a su presente vital. ¿Suceden estos problemas de memoria en el Opus Dei y en su versión de la vida santa del fundador? En parte, no y, en parte, sí. Analizaré con calma esta respuesta ambivalente.

¿Por qué no? Porque no se da un caso de inconsciente pérdida de memoria, sino de mentira consciente, como bien Doserra nos hace ver con su reciente serie Las mentiras de Mons. Escrivá. La capacidad de manipular los acontecimientos biográficos que ahora el Opus lleva a cabo para ensalzar a su fundador (la autoría del libro Forja, por ejemplo, según nos hizo saber [[La patología narcisista del Opus Dei|Oráculo] el 26/10/2007) se enraíza en el maquiavelismo que el propio monseñor Escrivá ya desplegó durante su vida.

¿Por qué sí? Porque la deformación de la vida histórica de José María Escriba, transformado “milagrosamente” en san Josemaría Escrivá, se encuadra en los problemas de reconstrucción de la memoria que afectan con frecuencia a muchas personas e instituciones. El Opus Dei y la jerarquía de la Iglesia católica, que canonizó en 2002 a este personaje y que se ha volcado con el Opus concediéndole tantas atenciones, atraviesan en nuestra época una indudable crisis de identidad, muy profunda, que, entre otras cosas, les lleva a sufrir deformaciones en la percepción de su pasado histórico. Después de esa canonización, necesitan que José María Escriba no haya existido y que las huellas de ese pobre hombre desaparezcan; necesitan que sólo haya existido san Josemaría Escrivá con sus “milagros”, para seguir manteniendo en pie el paradigma eclesial ahora vigente y sometido a una crisis profunda, de la que confían salir por la intercesión celestial, entre otros, de san Josemaría y por la acción terrenal, entre otros, del Opus Dei.

Por todo eso, si tenemos en cuenta que este personaje ha sido beatificado y canonizado solemnemente por la jerarquía de la Iglesia católica y si queremos ser coherentes con la validez de esa canonización, no veo otra solución al dilema aquí expuesto que la de recurrir al milagro de la “bipersonación” o “ubucuidad” obrado por el santo, antes y después de su muerte, en todo este proceder tan singular. Es un prodigio que coloca a san Josemaría incluso por encima de los pocos que recibieron el don de la “bilocación” o “ubicuidad”, convirtiéndolo así en uno de los santos más originales de toda la historia de la hagiografía cristiana: él luchando contra sí mismo acerca de su memoria y de su identidad personal y borrando o manipulando las pruebas testimoniales, para anular su propia historia real en pro de un mito que contribuye a sustentar el paradigma eclesial católico-romano. Cuando contemplamos cómo la pérdida de la memoria y la canonización de la mentira se dan la mano, no necesitamos más pruebas para palpar la profunda crisis y el desconcierto mental que en los últimos decenios padece la jerarquía de la Iglesia católica.




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