Hijos en el Opus Dei/Jaculatorias y charla semanal

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HIJOS EN EL OPUS DEI


JACULATORIAS Y CHARLA SEMANAL


Y orando no seáis habladores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar. (Mateo 6, 7.)

Ambos son mecanismos que permiten al director limpiar la mente del joven de sus contenidos mentales para implantar en ella el nuevo ideario opusdeísta. Analicemos cada uno de los mecanismos por separado.

Una jaculatoria o "mantra" es una palabra o grupo de palabras que una persona repite mentalmente de manera constante, cadenciosa y periódica. Su efecto sobre la mente humana se basa en que, en cada repetición, se interrumpe el flujo de pensamientos de forma que al cabo de un breve lapso (unos diez minutos aproximadamente) se experimenta un estado de silencio y de inmaculada paz mental.

Es decir, en cada pronunciación mental del "mantra" se secciona el flujo de pensamientos de manera que éstos poco a poco van desapareciendo. Invito al lector a que compruebe personalmente este fenómeno:

Para ello, siéntese cómodamente con los ojos cerrados, relájese y repita con cierta periodicidad y constantemente una palabra o frase breve como "Omnia in bonum". Entre repetición y repetición deje libre su pensamiento. Piense lo que quiera. Simplemente trate de centrar relajadamente su atención en el "mantra". Continue así durante diez o quince minutos.

Observará que se irán eliminando gradualmente sus tensiones físicas (tensiones musculares, dolores de cabeza, etc); que los pensamientos y preocupaciones se irán disolviendo y llegará a un estado de indescriptible silencio mental.

Cuando hayan transcurrido los diez o quince minutos, deje de pronunciar el "mantra" y permanezca sentado tranquilamente y con los ojos cerrados otros tres o cuatro minutos. Esto es para dar tiempo al organismo para que pase de un estado de máxima relajación al estado de actividad normal. Tras la práctica de este ejercicio el lector podrá comprobar que su mente se muestra mucho más receptiva, ya que habrá eliminado un ruido mental de fondo que obstaculizaba la asimilación de nuevos conceptos e ideas.

En este sentido la repetición de "mantras" puede ser altamente saludable y positiva, como apunta el doctor Herbert Benson:

Otra de las acciones de la relajación (técnica antes expuesta utilizando los "mantras") consiste en la rotura de algunos circuitos cerrados que se forman en el tendido eléctrico del cerebro. La concentración del pensamiento en una palabra, sonido, plegaria o ejercicio rompe la cadena de las preocupaciones cotidianas. (Herbert Benson y Wuhan Proctor: "La relajación, una terapia imprescindible para mejorar su salud". Grijalbo, pág. 150.)

Esta técnica, que puede constituirse como un instrumento favorecedor del desarrollo personal, es, sin embargo, utilizada por diversas sectas para vaciar la mente del neófito e implantar en ella una nueva programación. Así, la norma doctrinal de la secta Hare Krisna obliga al adepto a cantar un mínimo de 1.728 veces diarias el "mantra": "Hare krsna, Hare krsna, Krsna, krsna, Mare, Hare / Hare Rama, Hare Rama, Rama, Rama, Mare, Hare" (Pepe Rodríguez, "Las sectas hoy, aquí", Editorial Tibidabo, pág. 106).

De igual forma todo socio numerario del Opus Dei ha de cumplir la norma de repetir diariamente varios cientos o miles de veces las jaculatorias aprendidas (que son oraciones cortas o "mantras" según la otra terminología) siguiendo el ejemplo de Escrivá de Balaguer:

Primero una jaculatoria y luego otra y otra... hasta que parece insuficiente ese fervor, porque las palabras resultan pobres...: y se deja paso a la intimidad divina en un mirar a Dios sin descanso y sin cansancio. (Josemaría Escrivá de Balaguer: "Amigos de Dios. Homilías", Editorial Rialp, punto 296.)

Si el lector ha practicado la técnica de repetición de "mantras" explicada con anterioridad estará en condiciones de comprender que es muy fácil confundir el estado de quietud mental que se consigue mediante ella con un beatífico estado de unión con la divinidad. Este estado de profunda calma, rayano al misticismo, era logrado por el poeta inglés lord Tennyson mediante la simple repetición de su propio nombre como mantra:

Una especie de trance en estado de vigilia -a falta de una palabra mejor- que tenía frecuentemente desde la adolescencia cuando me hallaba solo. Me venía al repetir mi propio nombre en silencio hasta que de pronto, como si surgiera de la intensidad de la conciencia de la individualidad, la individualidad misma parecía disolverse y desaparecer en el ser ilimitado; y no es un estado confuso sino el más claro, el más seguro de los seguros, totalmente más allá de las palabras..., en donde la muerte era casi una imposibilidad risible y la pérdida de la personalidad (por así decirlo) no parecía una extinción, sino la única vida verdadera. Me avergüenzo de mi débil descripción. ¿No he dicho que es totalmente imposible describirlo con palabras? (Citado por William James en "The Varieties of Religious Experience, New American Library, Nueva York 1958, pág. 295n.)

Por imposible que fuera describirlo con palabras, Tennyson no se arredra al tratar de explicar nuevamente ese estado, pero en esta ocasión en un poema:

En más de una ocasión, cuando me hallaba sentado a solas,
Revolviendo en mi interior
La palabra que es símbolo de mí mismo,
Se perdía en el límite mortal de mi Ser,
Y más allá de lo innombrable, como una nube
Que se funde en el Cielo. Tocaba mis miembros
Y eran extraños, no míos.
Y sin embargo ni una sombra de duda,
Sino profunda claridad había, y con la pérdida del Ser
La ganancia de tanta vida como la que armonizaba con nosotros
Era el brillo del Sol, indemostrable en palabras,
No siendo éstas sino sombras de un mundo de sombra.

A la luz de los anteriores ejemplos y consideraciones volvamos a leer la última cita del fundador de la Obra: tras repetir una gran cantidad de jaculatorias ..."se deja paso a la intimidad divina en un mirar a Dios sin descanso y sin cansancio". En este caso el fundador de la Obra confunde un estado neurofisiológico con el de una unión mística. Esta falta de comprensión acerca de las fronteras entre lo neurofisiológico y lo religioso se observa también en otras culturas y religiones.

Así, en el budismo mahrajana "se enseñaba a recitar el sagrado nombre en un estado de absoluta concentración mil, diez mil veces al día, lo que podía hacerse con la mente y los labios o sólo con la mente y que, fuese mucha o poca la atención que había que prestar a los asuntos de cada día, facilitaría la consecución de una condición de santidad mucho más allá del pensamiento conceptual. Liberada de las paralizantes distinciones entre el pensador y el pensar, entre el pensar y el objeto del pensamiento, la consciencia se amplificaría enormemente y llegaría a alcanzar la vastedad y sublimidad de la Fuente Última, del Amitabha reconocido como Mente Pura, como el Tao, el nirvana. (John Blofeld: "Mantras. Sagradas palabras de poder", Editorial Edaf, pág. 43.)

Cuando el joven adepto ha saboreado tras un "via crucis" o una romería (consta de ciento cincuenta avemarías, con sus correspondientes letanías) este estado beatífico de paz interior, es difícil convencerle del origen puramente fisiológico de este sentimiento, sentimiento que le hace pensar que el Opus Dei goza del beneplácito del propio Dios.

Como dijimos, el vaciado de contenidos mentales conseguido tras la repetición de una palabra u oración puede ser muy útil para implantar un nuevo ideario en el cerebro del futuro neófito. Con esta limpieza mental preliminar conseguimos que las posibles reticencias del muchacho ante las invitaciones del director hayan quedado eliminadas. Todo esto se materializa en la Obra a través de la realización de una romería con el candidato a socio del Opus Dei. Tras el rezo de las ciento cincuenta avemarías con sus letanías, es habitual que se invite al muchacho a un curso de retiro espiritual o se le hable de una entrega más comprometida a la institución. Ante estas invitaciones, la mente del joven no presentará la menor reticencia.

Cuando el adolescente ya se ha convertido en numerario y, a instancias de sus programadores, haya de abandonar el hogar de sus padres, se encontrará con que la repetición de jaculatorias le será extremadamente útil.

Mientras sus padres tratan de evitar que su hijo se vaya mediante infinidad de argumentos, éste se dedicará a repetir interiormente las jaculatorias aprendidas. Un ejemplo de algunas de ellas es:

"Omnia in bonun"; "No desprecies, Señor, un corazón contrito y humillado";"Si consistant adversun me castra, non timebit cor meum; si exsurgat adversum me proelium, in hoc ego esperabo"; "Corazón en la cruz corazón en la cruz"; "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí", etc.

De esta forma el neófito se refugia en su mundo interior sin ser capaz de reflexionar sobre lo que sus padres le argumentan, ya que el pensar en las jaculatorias se lo impide:

Quienes hayan intentado mantener una discusión -no un monólogo a dúo- coherente con algún sectario, sabrán perfectamente a lo que me estoy refiriendo. Los clichés impiden toda comunicación efectiva con el exterior. El hecho de estar continuamente meditando o recitando mantras o letanías es otra forma eficaz de aislamiento. (Pepe Rodríguez: "Las sectas hoy y aquí", Editorial Tibidabo, pág. 30.)

En definitiva, en este epígrafe hemos podido constatar de nuevo cómo un instrumento inocuo y en ocasiones altamente positivo, como es la repetición de mantras, puede ser usado por una institución de gran avidez proselitista para captar y adoctrinar a sus adeptos.

Como mencionamos al principio de este apartado, existe otra técnica que facilita el vaciado de la mente del neófito. Es la llamada charla semanal.

La charla semanal es una norma de obligatorio cumplimiento para cualquier socio de la Obra y una costumbre recomendada a los candidatos a pertenecer a la institución. Consiste en que semanalmente el joven ha de dar cuenta a su programador de todo lo que ha hecho, sentido y pensado. Ha de ser, como recomendaba el fundador, "salvajemente sincera". Esta norma tiene la finalidad de servir como una válvula de escape a las tensiones, dudas e incertidumbres del muchacho.

Es de sobra conocido por los psicólogos y psiquiatras que los problemas del individuo, una vez han sido relatados a alguien, pierden importancia e incluso desaparecen. Si, por ejemplo, un socio del Opus Dei alberga la más mínima crítica contra la institución es obligación suya, porque está ligado a su superior por un compromiso de obediencia, el darle cuenta de esos pensamientos. Generalmente el superior se limita a escuchar, pues sabe que el explayarse del joven representa una catarsis liberadora para él mismo. Cuando el muchacho ha concluido su perorata, termina razonando que "no valía la pena haberse comido el coco por tan poca cosa". De esta manera tan sencilla quedan disueltas muchas tentativas de los socios para salirse de la institución. Así, abriendo semanalmente la válvula de escape de una caldera que puede estar a punto de estallar, se consigue que el neófito vuelva al "buen camino".

Sin embargo, hay una idea que aparece obsesivamente en aquellas personas sujetas a la esclavitud de contar semanalmente todos sus aconteceres a su jefe o superior. Y es la de que ya no están obrando el bien por altruismo o amor cristiano, sino por el degradante motivo de que han de dar puntual cuenta a su director de todo lo que hayan hecho durante la semana.

Este rendir cuentas al superior llega en los socios numerarios a extremos de auténtico servilismo: diariamente cada numerario ha de anotar en una pequeña hoja cuadriculada, parecida a la de una quiniela, las puntuaciones que piensa que ha merecido en el cumplimiento de las más de quince normas de piedad reglamentarias (oración, santa misa, santa comunión, visita al Santísimo, santo rosario, lectura del Evangelio, lectura espiritual, ángelus o regina coeli, preces, examen general, confesión semanal, mortificación personal, charla con el superior, círculo breve, movimiento económico, correcciones fraternas, etc.).

También ha de apuntar en otra cuartilla los gastos económicos que haya realizado ese día, por nimios que sean. Cuando el adepto tiene ya algo de rodaje se le insta a que entregue ambos papeles al director del centro.

No termina aquí el proceso de alienación del joven. Toda la correspondencia a él dirigida será previamente abierta y leída por sus superiores.

A mí, desde el principio -recuerda Fisac-, el control de la correspondencia me molestaba mucho; más que un acto de humildad me parecía una humillación, y sobre todo cuando me enteré de que estaba expresamente prohibido por el Código de Derecho Canónico. En varias ocasiones, y de una forma expresa, abrí y cerré cartas mías o dirigidas a mi delante del Padre, sin entregárselas, y recibí la amonestación correspondiente. (Alberto Moncada: Historia oral del Opus Dei, 1987, Plaza & Janés, pág. 147.)

Todos los datos recogidos por los directores a través de los anteriores medios servirán para elaborar un informe sobre las interioridades del neófito que se enviará a la delegación regional del Opus. En este sentido la revista española Marie Claire recogía el patético [[La historia amarga de una numeraria del Opus Dei|testimonio de A. L. M. M]., ex numeraria del Opus Dei:

Además de semejante manipulación de los secretos más íntimos de una persona, la directora envía, todas las semanas, un informe de su dirigida a la delegación. Basándose en lo que le han contado, la directora escribe a máquina, para que lo lea una que seguramente no te conoce de nada, qué tal va tu vida interior, las cosas que haces mal, las confidencias que le has hecho... Eso lo descubrí al pasar a la habitación de la directora a coger algo. Ella no estaba y, como el papel a medio escribir sobresalía de la máquina, no fui capaz de vencer la tentación de leer lo que allí ponía. (Marie Claire, número 2, pág. 62.)

Este sentimiento de ser manipulado como un títere en manos de un titiritero se atenúa cuando el joven se convierte en director y tiene la posibilidad de ser él quien dirija a otros muchachos. Aun así éste habrá de rendir cuentas a otra persona inmediatamente superior y así sucesivamente, de manera que se establece un canal de confidencia desde la base de la pirámide jerárquica de la institución hasta la cúspide, representada por el presidente general de la Obra. Cada eslabón de la pirámide ha de rendir cuenta de su vida al eslabón superior y así hasta el final.

Quiero hacer notar que la mayoría de los miembros de la institución no se percatan claramente del hecho de que están manipulando a sus subordinados. Como ellos mismos permiten que un superior les diga lo que tienen que hacer, entonces ven de lo más natural el violentar la intrínseca libertad de los a ellos encomendados. Parafraseando un versículo del Evangelio, "mediréis con la misma medida con que os dejéis medir". Si una persona permite que violen su propia intimidad, en esa misma medida tenderá a violar la intimidad ajena.


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