Hijos del Opus/La socialización de las segundas generaciones

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SEGUNDA PARTE. LA SOCIALIZACIÓN DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES

Entendemos por socialización el proceso por el cual el ser humano aprende y aprehende (toma y hace suyos), en el transcurso de su vida, los elementos culturales de su medio y los integra en la estructura de su personalidad -bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos-. Con esta definición podemos afirmar que mediante el proceso de socialización el individuo se convierte en miembro de su sociedad. A este proceso dedicaremos el capítulo IV.

Al igual que todo proceso, el de socialización tiene estadios. Así, diferenciaremos entre: la socialización primaria, que es la primera y la más fuerte, y que tiene lugar durante la infancia mediante connotaciones afectivas muy poderosas; y la socialización secundaria, procesos posteriores a la primera socialización los cuales inducen a un individuo ya socializado a penetrar y participar en nuevos sectores de su sociedad.

El proceso de socialización primaria deviene en un contexto de fuertes connotaciones afectivas, donde los protagonistas son, en terminología del sociólogo Mead, los otros significativos. De hecho, podemos afirmar que sin vinculación afectiva a los otros significativos el proceso de aprendizaje en estos primeros estadios sería sumamente difícil, por no decir imposible. La interiorización del mundo, de la realidad, se produce en la medida en que hay identificación del niño con estos otros significativos; con esta identificación, el niño adopta sus roles y sus actitudes, y los hace suyos.

En la socialización secundaria, por el contrario, la interiorización no tiene que ir necesariamente acompañada de una identificación afectiva con los otros significativos, sino que el individuo puede interiorizar realidades diferentes sin identificarse con ellas. En este nuevo estadio el niño, como también el adulto, no adoptará los roles o las actitudes de estos otros no significativos, sino que los escogerá de forma manipuladora.

Sin embargo, nos podemos preguntar dónde termina la socialización primaria y dónde empieza la secundaria. Pues bien, dejaremos de hablar de socialización primaria cuando el niño actúe no sólo en referencia con otro inmediato y significativo -la madre, por ejemplo- sino con otro social más generalizado -su sociedad-. Este otro generalizado regula la conducta en interés de todos los que componen un grupo o sociedad, confirmando el avance del proceso de socialización.

Pero este proceso puede verse truncado cuando, dentro de la esfera de las socializaciones secundarias, ciertas transformaciones o cambios sean vividos como rupturas totales con lo que hasta entonces había sido el mundo referencial. En el capítulo V trataremos las características de estas rupturas. Ahora sólo introduciremos el concepto con el que definiremos este nuevo estadio dentro del proceso socializador: la resocialización. Porque, por un lado, nuevos valores y modelos de comportamiento son aprehendidos y, por otro lado, requiere la presencia de un grupo capaz de reproducir aquella fuerte identidad del otro significativo propia de los primeros estadios de socialización. (Ningún cambio, por radical que sea, no es necesariamente definitivo; nuevas resocializaciones siempre pueden tener cabida sobre la base de resocializaciones ya vividas.)

Como veremos en capítulos siguientes, el proceso de resocialización se parece al de socialización primaria, pues reproduce aquella fuerte identificación afectiva con los otros significativos o primeros agentes socializadores. Además, el proceso de resocialización se diferencia de la primera socialización en que no parte de cero; por eso, existe la necesidad de tener que desmontar todo un conglomerado de estructuras de significado enraizado con fuerza en la personalidad del individuo. En cuanto a la socialización secundaria, a pesar de ser obvio, no podemos dejar de mencionar su coincidencia en el tiempo con la resocialización: ambas son posteriores a la socialización primaria. Pero, mientras la socialización secundaria no rompe con el pasado, en la resocialización el pasado es reinterpretado con la finalidad de adaptarlo a las nuevas formas de realidad construidas desde el presente.

Otro concepto crucial para comprender las diferencias entre socialización secundaria y resocialización, es el de reserva de rol. Durante la socialización secundaria el individuo escoge manipuladoramente el mundo o mundos alternativos, a veces contradictorios, interiorizando la nueva realidad (no para hacerla suya, sino para servirse de ella con unas finalidades determinadas), limitándose por tanto a representar un papel o rol deliberadamente, manteniéndose subjetivamente distanciado. En cambio, en los procesos de resocialización, el individuo hace suya la nueva realidad: no interpreta ningún rol, sino que lo adopta (como hacía el niño en los primeros estadios de la socialización). Y es que de la misma manera que en el transcurso de la socialización primaria una actitud "reservada" es bastante difícil en relación con las realidades interiorizadas, también tiene que serlo en la resocialización. En este sentido, la resocialización supone que ciertos elementos fundamentales de la realidad objetiva se hayan de interiorizar "sin reservas".

Pero, ¿qué ocurre cuando ciertos elementos de esta nueva realidad ya han sido interiorizados sin reservas? Llegará un momento en que estos nuevos elementos se deberán transmitir a los hijos. Precisamente, el eje alrededor del que girará esta investigación a partir de ahora será la socialización de esta generación, hijos de unos individuos que en el transcurso de su vida han experimentado una resocialización, una ruptura con el sistema originario de pertenencia. Será con el término de segunda generación como nos referiremos a estos individuos nacidos dentro de un mundo adoptado por sus padres.



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