El acompañamiento espiritual

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Por Chispita, 22 de enero de 2007


Yo creo que va llegando la hora de dejar de mirar hacia el Pasado. Para mí, el Pasado lo constituye la Prelatura del Opus Dei, los hombres que la forman y las rencillas que existen entre ellos. Para mí el pasado es la mentira de la dirección espiritual en el Opus Dei y los autoengaños de quienes engañan a los demás con promesas que ellos mismos saben que nunca pondrán por obra.

Pienso que tenemos que mirar al futuro y construir nuestro nuevo hogar espiritual, no sin dejar de aprovechar muchos de los elementos dejados por el fundador del Opus Dei. Ese mirar hacia el futuro implica una renovación en profundidad de la vieja ascética y la vieja teología, y pensar que hay que repensar todo de nuevo para crear una espiritualidad que no solo sirva para seguir intensificando nuestro amor a Dios, nuestra esperanza y nuestro amor hacia El, que nos ha llamado a la santidad, sino que realmente sirva a los hombres que nos rodean porque se dirija a curar y a sanar las enfermedades espirituales que nos afectan.

Gran parte de las críticas que se hacen en esta web se centran en la cuestión de la dirección espiritual. Anselm Grün comenta[1] que “una forma ancestral de purificación espiritual es el acompañamiento espiritual”. Para Grün, la tarea del director espiritual es tratar de ayudar a la persona en su proceso de purificación y de clarificación. “Le cuento a mi acompañante qué es lo que me inquieta. Él hace preguntas a fin de descubrir de qué se trata en realidad, cuál es mi problema”.

Parte de mi doloroso proceso de ruptura con el Opus Dei ha venido sin duda por la pésima labor de dirección espiritual que he tenido que sufrir, especialmente en los últimos años. Yo notaba que a mi director no le interesaban los problemas verdaderos que yo tenía, sino que lo que venía la mayor parte de las veces era a recordarme tal o cual disposición, tal o cual encargo. En definitiva, muy poco interesado en la persona en sí, sino en transmitir órdenes y consignas.

Grün dice que “para cumplir él mismo su misión, él mismo (el director espiritual) debe haberse purificado”. Y señala que el director espiritual debe aclararse él mismo sus propias motivaciones para evitar que en su labor se mezclen motivos espurios. ”Al padre espiritual los padres del desierto le exigen que tenga la sabiduría de corazón imprescindible para reconocer la causa del sufrimiento del otro, así como lo que éste precisa para su camino. Debe poseer una mirada certera para reconocer en el otro lo turbio, lo mezclado, lo impuro. Su tarea como acompañante consiste en ayudar al acompañado a obtener una mayor claridad”. Luego señala que el “acompañante espiritual ha de poseer la capacidad de asomarse a lo más hondo del alma a través de las palabras, los gestos, los gestos corporales y la mímica del rostro”[2] Ahora bien yo creo que esto en la Obra es muy difícil toda vez que el director espiritual tiene muy poca autonomía, pues ha de transmitir lo que le ordenan, aunque comprenda que tal consejo es justo el contrario que necesita la persona que a él se confía. Pero sobre todo, cuando uno conoce el tejemaneje de la dirección espiritual en el Opus Dei, cuando uno conoce que hay informes escritos, que todo se reporta, ¿cómo diablos se puede ser sincero? Es una dirección espiritual falseada, una pantomima teatral, una farsa, un engaño, porque no se deja al Espíritu Santo que haga Su labor en el alma del que se confía y del que escucha.

Las palabras de Grün nos recuerdan que no todo el mundo vale para todo. Yo he tenido que tratar con gente seca, dura, de mal carácter, incapaces de transmitir nada porque no tienen capacidad para transmitir ni para comunicar. Y eso no solo en laicos, sino en sacerdotes también. Gente que te habla desde su orilla, que no intenta comprenderte porque lo que te pasa le trae sin cuidado, ya que solo le preocupa que entres por unas normas y prescripciones.

Señala Grün que “el acompañante no debe emitir juicios de valor. Un ambiente en el que uno no se siente juzgado es precisamente lo que proporciona coraje al interesado para manifestar con sinceridad lo que hay en él”. Pero haciendo la dirección espiritual con ellos no te sientes a gusto porque te sientes juzgado e interpretado, porque normalmente sales con complejo de culpabilidad, y no animado a amar más a Dios a y los demás.

Luego Grün señala que la habilidad del acompañante espiritual debe centrarse en hacer descubrir al interesado en qué puntos la propia espiritualidad se halla entreverada de motivaciones egocéntricas”[3] . Y recuerdo que muchas veces la famosa Charla se limitaba a una exposición de cosas deslabazadas, de si habías hecho las normas, de esto o lo otro, de si habías hecho tal o cual gestión apostólica. Pero no tenías confianza para contar las angustias, o lo profundo que había en ti. Y menos cuando se descubre que todo se comunica. Y luego una auténtica pena de directores incapaces de llenarte y de llegarte al fondo, al hondón del alma. Al contrario, muchas veces era una batalla, una lucha para quedar bien, para que no comunicara cosas demasiado negativas de ti…Y siempre una falta absoluta de habilidad, un notar que a la otra persona tus problemas no le interesaban nada.

Yo creo que el auténtico acompañante espiritual es el que sabe suscitar un deseo auténtico de santidad, de purificación interior. El que sabe provocar el deseo interior de viajar hasta el hondón del alma, para purificar la inmundicia que en ella se alberga. Pero lo único que se consigue actualmente en el Opus Dei es una actitud defensiva, un deseo de preservar la propia imagen. Se quiere la sinceridad, y ni el director ni el dirigido lo son, porque ambos se mienten a sí mismos y se mienten, ya que uno dice lo que otros le dicen que diga, y el otro dice lo que le conviene para quedar bien.



  1. Grun, A. Para que tu vida respire libertad. Ritos de purificación para el cuerpo y el alma. Sal Térrea, Santander, 2005, pp 151- 158.
  2. Ibíd..,p. 154.
  3. Ibíd.



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