Denuncia para el Vaticano

From Opus-Info
Jump to navigation Jump to search


Emmo. y Rvmo. Mons. [D.]
Prefecto de la Congregación para [...]
Ciudad del Vaticano


Eminencia Reverendísima:

Los abajo firmantes, todos cristianos bautizados en la Iglesia Católica, nos dirigimos de la manera más atenta y respetuosa a su Eminencia, para someter a su amable consideración una serie de cuestiones que pensamos conciernen de manera importante al bien de la Iglesia y de las almas, en especial de todas aquellas personas que están bajo la jurisdicción de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei para sus fines específicos, y de las que pueden ser atraídas en el futuro hacia esta organización.

Todos pertenecimos en otro tiempo a esa Prelatura, y algunos nos vimos obligados a abandonarla después de bastantes años de dedicación y trabajo en los apostolados que lleva a cabo el Opus Dei. El conocimiento del funcionamiento interno de la Obra, que nos ha proporcionado la experiencia vivida durante nuestra estancia en ella, nos hace temer que, en la relación del Opus Dei con la Santa Sede, puedan resultar camuflados determinados procedimientos empleados por dicha Prelatura en la captación de sus miembros, así como ciertas formas de vida y praxis contrarias al sentir de la Iglesia, que se desarrollan en la institución sin el conocimiento ni aprobación de la Sede Apostólica.

Especialmente, podemos asegurarle que el respeto a la libertad de conciencias –subrayado insistentemente por el Magisterio católico reciente, en consonancia con esa expresión de la ética natural que son los Derechos Humanos- es obviado constantemente en el Opus Dei, haciendo caso omiso de las enseñanzas del Concilio Vaticano II en su Declaración Dignitatis humanae, que tan recurrentemente han recordado desde entonces los Papas sucesivos.

Resumimos a continuación para la consideración de su Eminencia Reverendísima los aspectos que consideramos deberían ser observados por la Santa Sede:

Respecto a la pastoral vocacional

Se realiza una presión psicológica sobre gente muy joven

Aunque oficialmente no se permite la incorporación temporal hasta la mayoría de edad, se emplea el subterfugio de admitirlos como “aspirantes” a partir de los catorce años y medio, según puede comprobarse en los reglamentos internos de la institución, que no están aprobados por la Iglesia[1]. Y así, desde que los niños y jóvenes se acercan a los apostolados del Opus Dei (clubes juveniles), van encauzando a los que consideran idóneos para que al llegar a esa temprana edad entren ya en la Obra.

Se indica a estos muchachos que no hablen del tema con sus padres ni con nadie fuera de los tutores del club, miembros de la Prelatura. Podemos aportan muchos testimonios que lo acreditan.

Antes del ingreso en la institución existe una inadmisible ausencia de información sobre asuntos importantes que habrán de vivirse una vez dentro: se les seduce con el reclamo de la santificación en medio del mundo como cristianos corrientes, en tareas seculares y siguiendo la vocación profesional propia de cada uno, sin sacar a nadie de su sitio. Pero no se les dice –p. ej., a los que se propone que entren como numerarios- que han de estar disponibles para abandonar la vocación profesional a fin de dedicarse a tareas internas; ni que han de renunciar a la asistencia a reuniones familiares o a espectáculos públicos y otras actividades culturales; etc. Esto es, se produce un evidente fraude porque la praxis real de vida de las numerarias y de los numerarios coincide con la de los religiosos, y a la inmensa mayoría de este tipo de miembros se les pide que abandonen su profesión secular para dedicarse trabajos apostólicos corporativos, todo ello como requisito de su entrega y amor a Dios. Lo que acabamos de señalar ocurre por una dolosa falta de transparencia institucional, porque no se enseñan ni se dan a conocer los Estatutos de la Prelatura aprobados por la Sede Apostólica; pero, sobre todo, porque el tenor de vida real de los miembros numerarios no se rige por los mencionados Estatutos, sino por una normativa interna no aprobada ni conocida por la Santa Sede, y de la que no se informa a las potenciales vocaciones.

En la promoción vocacional se actúa de forma muy poco sobrenatural

La crisis vocacional la plantea un miembro de la institución y no la persona que se acerca a ella, de forma que el afectado normalmente se siente presionado en su conciencia, y con la obligación de responder de forma afirmativa, bajo el temor de cometer pecado, de ser infeliz en la vida y de exponerse a la condenación si rechaza la invitación que se le hace[2]. Es decir, no se da un discernimiento sobrenatural de la vocación. Serían incontables los testimonios que podríamos aportar para verificar esta realidad, que viene contemplada en los escritos del Fundador y en los reglamentos internos de la institución.

Por otra parte, resultan muy poco sobrenaturales los criterios que se siguen para discernir la vocación, según aparecen en las Instrucciones del Fundador y en las Experiencias para las labores apostólicas: aspecto físico, ausencia de defectos físicos, posición social, poder adquisitivo económico, poder de influencia de la propia familia, títulos académicos.

Se secuestra la libertad interior que los Estatutos de la Prelatura reconocen para discernir la vocación

En efecto, una vez dentro, se oculta a los candidatos el sentido de discernimiento que tienen las sucesivas incorporaciones jurídicas, ejerciendo sobre ellos una permanente presión moral para no se planteen la posibilidad de que sea legítimo en su caso dejar la institución en los años en que todavía no se han incorporado de forma definitiva. La predicación del Fundador al respecto no admite la menor duda, en cuanto equipara sin matices la fidelidad a Dios con la permanencia en la institución por él fundada[3].

No se vive la justicia ni la caridad con los que dejan la institución

Se realizan expulsiones con y sin previo aviso, dejando a la persona sin nada, hasta sin autoestima, sin considerar si está enfermo, su edad, etc. El abandono es total, espiritual y económico, de las personas que han dejado la Obra, sin tomar en cuenta que muchos no poseen nada para poder empezar una nueva vida y necesitan de la ayuda de la institución a la que dieron todo, durante muchos años de su vida, en los que se han entregado totalmente por amor a Dios sin guardarse nada para si, ni pensando en el futuro.

Podemos acreditar que en ocasiones se producen represalias, especialmente en el campo laboral, contra aquellos que han abandonado la institución, aun perdiendo su trabajo cuando la empresa tenía alguna relación con la prelatura. En el Vademecum del gobierno local se encuentra la justificación del ostracismo a que se somete de formas muy diversas a quienes abandonan la Prelatura[4].

Sobre el trato a los miembros de la Prelatura

Se emplean métodos que dañan la salud mental de los fieles de la Prelatura

En muchos numerarios y agregados sobre todo, se dan enfermedades psicológicas debido a lo antinatural de la vida que llevan, sumida en un voluntarismo asfixiante, fruto de la convicción inducida de que la santidad está en la renuncia a la realización personal y se alcanza mediante el rígido cumplimiento de unas reglas institucionales. Pero muy especialmente estas enfermedades son consecuencia de la pérdida de la debida autonomía personal y de la libertad de decisión, motivada por un sometimiento completo de conciencia a la voluntad de las autoridades de la Prelatura, porque se identifica sin matices la voluntad divina con la de los Directores y, por tanto, obediencia a Dios con obediencia a los Directores. Si a esto añadimos, como se refiere más adelante, la obligación de dar cuenta completa de conciencia a los que mandan, se entiende que se propicie una muy severa alienación de la persona, todo ello por razón de la supuesta entrega a Dios.

También contribuye a este desequilibrio la honda frustración que se instaura en el alma de muchos miembros a causa de la permanente negación de sus aspiraciones de santificación en la vida secular que motivaron su ingreso en el Opus Dei. Especialmente, se realiza una sistemática aniquilación de los afectos personales de los miembros numerarios, sobre todo, aunque no de forma exclusiva, de sus afectos familiares y sus ilusiones profesionales, dirigida a su sometimiento total a los intereses institucionales. Todo ello ocasiona serios trastornos, como demuestra el penoso hecho de que, actualmente, casi la mitad de los que viven en los centros de la Obra toman psicofármacos.

No se respeta la libertad para elegir médico o acudir en solitario a una consulta médica, máxime si se trata de psiquiatra o psicólogo.

Los problemas de vocación o de discrepancia con las directrices institucionales son atribuidos –como hacía el régimen soviético con sus disidentes- a trastornos psíquicos, obligando al interesado a recibir tratamiento médico de facultativos de confianza de los Directores de la Prelatura, que suele sumir al que se plantea su salida, en una vía muerta que lesiona su salud psíquica y física, y que le deja secuelas en su vida. Podemos aportar abundantes testimonios al respecto.

Se gobierna desde la desconfianza hacia los miembros y se fomenta una desconfianza enfermiza entre ellos

En la predicación de la Prelatura se califica como una grave falta contra la unidad cualquier legítima discrepancia o manifestación de crítica constructiva, cuando la ley de la Iglesia las contempla como derechos de todo fiel cristiano, siempre que se realicen guardando la caridad cristiana (cfr. CIC 212 § 3).

Con el pretexto de vivir la enseñanza cristiana sobre la corrección fraterna se fomenta la delación solapada, según puede comprobarse en el Catecismo del Opus Dei[5].

También se niega en ese Catecismo la licitud de establecer amistades entre los fieles de la Prelatura, que no son vistas como forma natural de la sociabilidad humana. Cualquier modo de cambiar impresiones sobre asuntos referentes a la institución, o de compartir alguna preocupación interior con alguien distinto de los señalados por las autoridades de la Obra es calificada como “amistad particular” peligrosa y como atentado contra la unidad[6].

Existe un trato discriminatorio según la modalidad de vocación recibida: En contra de lo que se predica sobre la igualdad de la vocación al Opus Dei, en las cuestiones significativas de la vida institucional (régimen de vida, exigencias ascéticas, participación en el gobierno o en la formación), se viven unas marcadas diferencias –inexplicables y nunca explicadas- entre numerarios, numerarias, numerarias auxiliares, agregados, agregadas y supernumerarios, supernumerarias.

Injusto régimen laboral de los que trabajan al servicio de la Prelatura

Una vez dentro, a los miembros numerarios de la Obra se les pide total disponibilidad para renunciar a su trabajo profesional a fin de dedicarse a tareas internas, en el caso de que se lo pidan los Directores. Cuando esto sucede, no son contratados como exige la legislación civil, por lo menos en España. Durante años mantuvieron en esa situación a las numerarias auxiliares que ejercen los trabajos de orden doméstico en los centros de la Prelatura, hasta que la situación se hizo insostenible. Aun siguen en situación irregular las numerarias y numerarios que trabajan en los cargos de gobierno y en la burocracia de la prelatura. Y así han estado los sacerdotes de la Prelatura en España hasta enero de 2007.

Durante los años que esas personas han estado sin ser contratadas, y sin cotizar a la Seguridad Social, se les ha privado del derecho a contar con la cobertura sanitaria estatal y a acceder a una pensión de jubilación. Y, en el caso de haber abandonado la Obra, han quedado en absoluto desamparo.

Sobre el fuero interno de la conciencia

No se respeta la intimidad ni la libertad de las conciencias

En los reglamentos internos[7] se establece la obligación de abrir la conciencia semanalmente -o quincenalmente, los supernumerarios- con una persona laica determinada por los Directores. Esta obligación de abrir la conciencia supone dar cuenta de absolutamente todo lo que ocurre en su interior: pensamientos, deseos, acciones, omisiones, pecados, en todos los aspectos de la vida: vida interior, relaciones humanas, trabajo, familia, uso de los bienes materiales, estudios, descanso.

Se desaconseja muy vivamente –como algo de mal espíritu, es decir, de forma que se entiende como una prohibición- confesarse con sacerdotes que no sean de la Obra o incluso con un sacerdote que, aun siendo de la Prelatura, no sea el indicado por los directores[8].

Se predica la obediencia humana a los Directores, no en cuestiones de fuero externo, sino en asuntos de conciencia, sin tener en cuenta que el alma sólo es de Dios ni los daños que puede provocar el obligar a hacer algo en contra de las propias convicciones morales.

Grave violación del secreto de conciencia

Al ser los Directores laicos quienes dirigen las conciencias, con la ayuda de personas designadas por ellos, en la Obra se identifican las labores de dirección espiritual personal y la labor de gobierno externo de la institución o de régimen. De este modo se conculca institucionalmente la libertad de dirección espiritual reconocida por la Iglesia.

Además, está establecido que ha de informarse a los Directores de todo lo escuchado en la dirección espiritual de los fieles[9]. Incluso se habla de estos temas de fuero interno de las personas, en las reuniones de gobierno, con lo que esto supone de lesión al derecho a la buena fama que todo fiel tiene.

Los Directores controlan a los miembros y obtienen información incluso a través de la confesión sacramental. De una parte porque inculcan a sus sacerdotes que presionen a los penitentes para que manifiesten en la dirección espiritual con el laico señalado, los pecados declarados en el sacramento, llegando incluso a negarles la absolución si no están dispuestos a manifestar algo de entidad[10]. Y también porque es una práctica extendida entre los sacerdotes de la Obra preguntar al penitente si no tiene inconveniente en charlar de algunos temas al acabar la confesión, con lo que se consideran eximidos –sin el consentimiento de los penitentes- del sigilo en esos aspectos, que luego tratan con los Directores cuando les parece.

Apostolado

La caridad desinteresada no aparece como el motor de los apostolados de la Prelatura

No se impulsa a realizar el apostolado movidos por un desinteresado amor por las almas, viendo en cada persona al mismo Jesucristo. Por el contrario, se instrumentaliza la amistad como medio de captación proselitista y no bajo el marco de la auténtica amistad cristiana, como la que vivió Jesucristo con sus amigos.

En la labor con la juventud se enseña a los miembros que implicar a los jóvenes en las visitas a pobres y necesitados, así como en la colaboración en catequesis de primera Comunión, no es un fin en sí mismo, sino un medio para estimular sus corazones para que se animen a ingresar en la institución[11].

La participación en iniciativas solidarias que están en marcha en la sociedad, se realiza no como algo bueno en sí mismo, sino en beneficio a la institución: para presentarla como una muestra de sus intereses humanitarios, ante la sociedad y la propia Iglesia; para captar vocaciones para la propia institución; o para conseguir subvenciones estatales para sus actividades proselitistas[12].

Tono empresarial y no espiritual en la dirección de los apostolados

En la labor apostólica hay un desmedido afán estadístico y de hacer números para captar personas, con una visión puramente humana de control exhaustivo de todas las actividades, lejos del ideal cristiano de llevar el mensaje salvación a todas las almas por amor a Dios Nuestro Señor.

Resulta ilustrativo de lo que se dice en el párrafo anterior, examinar los impresos que se emplean en el Opus Dei para realizar esos controles e informes[13].

Engaños sistemáticos ante la autoridad eclesiástica y la sociedad civil

La mentira y el oscurantismo con los Obispos y la propia Santa Sede

Lo que se viene describiendo es posible merced a la práctica sistemática del engaño con las autoridades eclesiásticas. Pues se les presentan unos documentos, cuando en realidad se funciona con otros reglamentos nunca aprobados por la Santa Sede y cuya compatibilidad con la enseñanza y ley de la Iglesia debería ser sometida a examen.

Esta doble contabilidad tiene también otras graves consecuencias para los miembros. El hecho de que no dispongan de ninguna traducción de los Estatutos de la Prelatura, que están en latín, pone en evidencia que los miembros en su mayoría desconocen el status jurídico de su condición de miembro del Opus Dei y, por tanto, ignoran qué es lo que la Santa Sede ha aprobado y qué no. Esto lleva a los laicos, por ejemplo, a creer que son miembros de pleno derecho en la Prelatura, o a sentirse obligados a manifestar su intimidad a los Directores y –en el caso de los numerarios y agregados- a entregar todo el sueldo[14], etc.

La Prelatura evita que la Jerarquía eclesiástica supervise el empleo de los fondos que sus fieles y otras muchas personas ponen en sus manos, limitando la condición de bienes eclesiásticos a las sedes de la curia prelaticia y de las vicarías regionales, y creando sociedades interpuestas (asociaciones, sociedades, fundaciones), controladas totalmente por los Directores, para que sean las titulares de la propiedad de los colegios, hospitales, residencias, clubes juveniles, centros culturales, etc., que la institución emplea para sus apostolados[15].

Engaños a la sociedad en general

Tampoco existen escrúpulos para manipular u ocultar documentos históricos. Esto ha sido especialmente llamativo en el caso del título nobiliario del fundador[16], o de los grados académicos que se le atribuyen[17]. Igualmente, la historia de la Prelatura y su fundador se reescribe permanentemente[18], borrando a quien se ha ido de su seno, variando lo que con el tiempo resulta lesivo para su imagen, atribuyendo al fundador escritos que no escribió (Forja)[19], datando falsamente las Instrucciones y Cartas fundacionales[20], etc.

Ningún miembro recibe un justificante por la aportación económica que dona mensualmente, lo que permite que la Prelatura haga un uso oscuro de sus bienes materiales, defraudando a la hacienda pública allí donde trabaja, así como disfrazar una parte de los fondos recibidos tras ONG´s, fundaciones.

Se dan constantes y escandalosas manipulaciones económicas para burlar los regímenes fiscales de cada país, lo cual además es motivo de escándalo para aquellos miembros que se han entregado siguiendo el ideal de santificarse en el mundo por medio del trabajo cotidiano y el trato con sus iguales en todos los ambientes.

Como puede advertirse, no son pocas o de poca monta las cuestiones que nos parece que habría que revisar dentro de la Prelatura. Pues lo peor es que estos graves abusos se perpetran amparándose en la aprobación de la Iglesia. No se trata sólo, que también, de frenar una acción pastoral que viene ocasionando la sistemática destrucción de muchas vidas y que ha perdido para la evangelización a muchas almas generosas que se entregaron a Dios para servirlo y llevarlo a todos los rincones del mundo y de la sociedad, y que han terminado destrozadas ante la falta de la caridad con que fueron tratadas por parte de la Prelatura. Se trata también de evitar que estos atropellos acaben salpicando el buen nombre de la Iglesia, con cuya supuesta aprobación se realizan.

Especialmente sugerimos, Eminencia, ante todo que sean revisados los documentos internos de la Institución. Esos documentos internos no están al alcance de la generalidad de los fieles de la Prelatura, que desconocen que han sido publicados en Internet. Igualmente pensamos que sería conveniente que se escuchase a personas que tienen información de los manejos financieros que la Prelatura lleva a cabo y que, por no ser ya de la Obra, pueden hablar con libertad de ellos.

Le agradecemos de antemano el interés con que atienda lo que aquí respetuosamente sugerimos y, como católicos de varias diócesis del mundo, le aseguramos nuestra oración por su persona y ministerio pastoral y pedimos la bendición de su Eminencia Reverendísima.

Referencias

  1. Ver las Experiencias de los consejos locales, Roma 19.III.2005, p. 34.
  2. Ver ibidem, pp. 52-56.
  3. Ver, p.ej., Meditaciones, T. III, comentario al sábado de la XIII semana del Tiempo Ordinario.
  4. Ver las pp. 66-68. Este vademécum de 2002 fue reemplazado en 2005 por las Experiencias de los consejos locales, para suavizar la expresión escrita de esa praxis. Aun así sigue siendo inadmisible lo que en estas Experiencias se indica: ver pp. 58-60.
  5. Ver Catecismo, 7ª edición, nn. 227-234.
  6. Ver ibidem, n. 221.
  7. Para toda esta cuestión, puede verse Catecismo, cit, nn. 209-222.
  8. En Catecismo, cit., n. 216 ya se insinúa esta cuestión, que se inculca abiertamente en los libros internos de Meditaciones, al recoger la enseñanza del fundador sobre quién es el buen pastor en la Obra.
  9. Aunque a los miembros se les da a entender que se respeta la confidencialidad de lo que hablan en la dirección espiritual (Ver Catecismo, cit., n. 222), la realidad es completamente distinta: véase lo que se dice al respecto en las Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas, Roma, 19-III-2001, pp. 107-114.
  10. “Si alguna vez —por falta de formación— un miembro de la Obra no diera a conocer a sus Directores circunstancias o hechos de su vida que desdicen de nuestra vocación o que son obstáculo para nuestra labor; y en cambio comunicase esos hechos en la Confesión, el sacerdote —‘dejando claro que no lo manda’— debe aconsejar a esa alma que, por el bien suyo y de la Obra, hable sincera y confiadamente con sus Directores, y si fuese necesario, pida que le cambien de Centro o de ciudad. Excepcionalmente —por la importancia de los hechos, por existir una clara incompatibilidad con los deberes para con la Obra, por su incidencia en daño de tercero, etc.—, esta indicación podría pasar de ser un simple consejo de dirección espiritual, a constituir una obligación estricta y grave, según las normas generales de la Teología Moral; obligación que el sacerdote debe imponer con la necesaria fortaleza, y del modo que las personas y las circunstancias exijan, incluso “aconsejándole imperativamente que pida la salida de la Obra” (Experiencias de práctica pastoral, pp.263-264).
  11. Ver Experiencias de las labores apostólicas, Roma, 6.X.2003, pp. 221-223.
  12. Ver Experiencias de los consejos locales, cit., pp. 176-179.
  13. Ver, por ejemplo, el [impreso que se utiliza para el informe mensual de la actividad pastoral de los sacerdotes o las fichas de control de los cooperadores y supernumerarios
  14. Ver Experiencias de las labores apostólicas, cit., pp. 46-70.
  15. Ver Catecismo, cit., n. 173.
  16. Ver, Ricardo de la Cierva, Los años mentidos, ed. Fénix, pp. 143-158.
  17. Ver la investigación realizada por Libero, Tesis y doctorados, 22.II.2008.
  18. Ver la investigación realizada por Joan Estruch, Santos y pillos. El Opus Dei y sus paradojas. Herder, 1993, cap. I, 3.
  19. Ver Oráculo, La patología narcisista del Opus Dei, n. 4.
  20. Ver Las cartas de antes de la guerra, ¿son realmente de los años treinta?